El nuevo curso político lleva días en marcha, menos en Aranda de Duero, que con eso de las fiestas patronales la actividad no se retoma en serio hasta esta semana, y en el horizonte está el principio del fin del mandato municipal. Los partidos empiezan a hacer movimientos para conformar listas electorales y prometer el mejor programa que se les pueda ocurrir para captar el mayor número de votos posibles. Pero se les olvida una cosa: los ciudadanos tenemos memoria. Vale que hemos tenido que afrontar una pandemia que dejó muchas cosas en suspenso, puede que eso haya ralentizado o pospuesto proyectos, pero la hemeroteca es muy traicionera y pone a la clase política ante un espejo que devuelve una imagen que, confío, no le guste mucho. 

Vale que las arcas de un ayuntamiento como el de Aranda tiene limitado el músculo inversor, pero entre lo que compete al erario municipal, sumándolo al regional y al nacional, hay una larga lista de promesas incumplidas que, de haberse llevado a cabo, habrían dado un vuelco al presente y futuro de esta ciudad. 

Los arandinos sufrimos un caos circulatorio porque no tener una imprescindible ronda interna, ya no nos creemos los plazos para ver materializado en nuevo hospital comarcal, seguimos sufriendo una carretera convencional en el eje de la Ribera del Duero, y la ilusión de ver reabierta la línea de tren del Directo Madrid-Aranda-Burgos se nos antoja inalcanzable.

Son ejemplos de lo que se nos prometió, de lo que se nos lleva prometiendo años, y a estas alturas del siglo aún están lejos de ser realidad. Señores candidatos, menos volver a poner en sus programas ideas reiteradas y más cumplir promesas, para que ese incumplimiento no sea el principio del fin de la ciudad y de la confianza de los electores.