Una cima por conquistar

B.D.
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La jesuitina María Luisa Berzosa, una de las voces que más claman por la igualdad entre varones y mujeres en la Iglesia, y la celebritie Tamara Falcó analizan en la nave central de Catedral el papel de la mujer en esta institución

María Luisa Berzosa y Tamara Falcó participaron en una charla conducida por José Luis Cabria. - Foto: Alberto Rodrigo

Hay muchas maneras de reclamar y promover el empoderamiento femenino. Se puede hacer desde la valentía y desde la inteligencia. De ambas cosas dio anoche una auténtica lección María Luisa Berzosa, religiosa de la Congregación de las Hijas de Jesús y una de las mujeres con más voz dentro del Vaticano. Y también se puede hacer desde la notoriedad, la transparencia y la autenticidad, cualidades que reúne Tamara Falcó, una joven sin complejos que triunfa en la prensa ‘rosa’.

Ambas se citaron en el nave central de la Catedral de Burgos para hablar del papel de la mujer en la Iglesia. Una charla organizada por la Fundación VIII Centenario, dentro del ciclo ‘Diálogos en la Catedral para la concordia’ y que suscitó un enorme interés entre los ciudadanos hasta el punto de colgarse el cartel de ‘no hay billetes’. La presencia de la hija de Isabel Preysler tuvo mucho que ver en el éxito de la convocatoria pero fueron las palabras de María Luisa Berzosa, llenas de enjundia, las que sonaron con fuerza ante un auditorio mayoritariamente femenino. «Es cierto que la sociedad ha vivido grandes conquistas en favor de la mujer pero en la iglesia hay un desnivel. Esta institución ha ido muy lenta, demasiado lenta. Necesitamos ponernos de igual a igual», dijo.

Durante la charla, esta religiosa recordó que las mujeres son mayoría en la iglesia católica aunque se trate de una mayoría silenciada, algo que va contra los signos de los tiempos. Una marginación que no ocultó que le duele y que le ha llevado en varias ocasiones a reclamar, en el seno de las celebraciones de los sínodos de los que ha formado parte, que se den pasos para  lograr esa paridad, tanto en el sacerdocio como en los ministerios eclesiásticos. «Quiero estar dentro de la iglesia, a pesar de sus sombras. Quiero ser crítica y protestar desde dentro. No me vale ser solo una espectadora. Es desde dentro desde donde quiero vivirlo. Las mujeres tenemos que pasar de las palabras a los hechos», reivindicó, ante la presencia del arzobispo, Mario Iceta; el presidente del Cabildo, Vicente Rebollo; el vicario general, Fernando García Cadiñanos, o el vicepresidente de la Fundación VIIICentenario, Antonio Méndez.

Berzosa, que lleva ocho meses en Roma desde que el Papa la nombrara consultora de la Secretaría General de la Diócesis, manifestó que las mujeres pueden ocupar el mismo lugar que los varones, porque los dos son ‘hijos de Dios’ y los dos deben ejercer las mismas tareas desde el sacerdocio, sin discriminación. Y debe hacerse -enfatizó- porque en muchos lugares las iglesias se están quedando sin sacerdotes. «Pedimos una incorporación plena, de ser corresponsables en esta tarea. Lo que nos enriquece es la diversidad», resaltó. 

Las palabras de Berzosa fueron refrendadas por Tamara Falcó, flamante marquesa de Griñón, quien subrayó que las mujeres tienen mucho que aportar a la iglesia, institución que se puede enriquecer -agregó- con esa presencia femenina.
Relajada y echando mano de numerosas anécdotas personales, la joven celebritie, profunda creyente, habló sin tapujos de su experiencia religiosa y de cómo se fue acrecentando su fe con el paso de los años. Relató que fue en la finca de su padre, Carlos Falcó durante unas vacaciones de verano, cuando descubrió la Biblia, cuya lectura supuso para ella un cambio radical en su  vida, hasta el punto de llegar a plantearse en un momento determinado dar el paso de entrar en un convento. La idea no cuajó pero -según apuntó- en Dios encontró el equilibrio y el bienestar personal. Tamara, que se declaró practicante del Rosario y que llegó a mantener un encuentro con el Papa, al que definió de «cercano y cariñoso», aseguró que una de las cosas que más la emocionan es pensar en las personas a las que ha ayudado a través de su testimonio de fe.