Ahora que las vacunas nos van a dar una tregua, nada mejor que ir a un parque biosaludable como el que el Ayuntamiento proyecta en San Esteban, a los pies del Castillo, con sus espacios verdes y sus elementos de gerontogimnasia para echar bíceps y hasta tríceps. Los programas de envejecimiento activo ponen las pilas a los mayores, y hoy están de caminata, mañana practican Chi Kung y pasado hacen unos estiramientos al aire de los parques biosaludables, entre álamos, abejas y trinos. Toda la vida trajinando de aquí para allá y cuando llega la vejez, ¡hala!, a hacer deporte, a mover el baldado esqueleto para que no se oxiden del todo las bisagras. 
Con la tontuna cruel de la pandemia hemos perdido año y medio de esperanza de vida y se ha diezmado notablemente la población de la tercera edad y la de la cuarta, que es la que descansa en la apacible mecedora de los ochenta años, pero todavía estamos en una de las provincias más envejecidas de España, colmada de viejos y viejas sentados en sillas de enea, que entonan la friura de su ocaso al sol de galgos del mediodía. Pues a estos viejos, a estas viejas, así, desprovistos del necio eufemismo de las edades, les quitamos el bastón y les ponemos a hacer remo en un parque biosaludable y santas pascuas. Se acabaron las píldoras, las sillas de ruedas y las cataplasmas, se acabó contar batallitas en plazoletas de cemento y pasar la tarde jugando a la brisca o viendo Sálvame, que no solo no salva de nada, sino que hunde en la miseria moral e intelectual a los que se asoman a su infame teatrillo. 
La gerontogimnasia al aire libre no socializa a los viejos, porque no hay quien pronuncie sílaba pedaleando como Indurain, pero los devuelve a la dulce niñez del columpio, cierra el círculo vital del entretenimiento al aire libre. Van a quitar los coches de San Esteban y pondrán un parque biosaludable. Ya solo queda aguantar para llegar a la vejez y así disfrutar de estas rejuvenecedoras amenidades municipales. O sea, casi nada. 

mariajesusjabato@mariajesusjabato.com