Gorka Kijera es una especie casi en extinción en el fútbol actual, en el que cada vez cuesta más encontrar jugadores de club. El capitán no solo ha desarrollado gran parte de su carrera en el Mirandés sino que está totalmente identificado con la filosofía de la entidad y se ha ganado un lugar privilegiado en el corazón de la grada a base de compromiso y pundonor. Su contrato finaliza esta temporada y todavía no se ha sentado a hablar de una posible renovación pero "si el club quiere que siga por mi parte no habrá ningún problema", asegura. En mayo cumplirá 34 años y es consciente de que el momento de su retirada se acerca. Por eso no oculta que su sueño es llegar a un acuerdo para seguir una campaña más como rojillo y así poder colgar las botas en Anduva. "Es el campo en el que más he disfrutado en toda mi carrera. Me siento muy querido y me encantaría jugar mi último partido de corto ante esta afición a la que tanto debo", asegura. Kijera recaló en el Mirandés en el verano de 2014 procedente del Eibar, con el que acababa de conseguir el ascenso a Primera. Desde entonces ha sido fijo en el lateral izquierdo para todos los entrenadores que han pasado por el banquillo, siendo la regularidad una de sus grandes virtudes. Esta temporada la competencia con Franquesa le ha llevado a alternar titularidad con suplencia pero ha asumido con naturalidad su rol en el equipo. Aún así ha disputado 1.645 minutos en Liga, más que Enric, siendo utilizado por Iraola incluso como central en situaciones de emergencia debido a las bajas. En el club se valora, además de su buen rendimiento deportivo, el papel que juega dentro del vestuario ya que es pieza clave para el buen ambiente que se respira en la plantilla. Formado en la cantera de la Real Sociedad, tras vestir la camiseta de Real Unión, Cartagena o Eibar, Kijera ha encontrado en Miranda su casa a nivel deportivo y también personal ya que está muy integrado en la ciudad