Fábricas de nuevos proyectos y talento en pleno casco urbano

G. Arce
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Decenas de jóvenes profesionales han optado por compartir espacios, gastos e ideas apostando por el trabajo colaborativo

El Granero - Foto: Alberto Rodrigo

Irrumpió con fuerza hace una década, en plena crisis y con el nacimiento del fenómeno de los emprendedores por necesidad expulsados del mercado laboral. Adoptó el término anglosajón, coworking, que hoy sigue manteniendo y que se ha hecho extensivo a una creciente oferta inmobiliaria de oficinas para autónomos con servicios comunes compartidos. Sin embargo, el fundamento último del coworking va más allá de espacios de trabajo a precio asequible (desde el gratis total a los 150 euros/mes) y busca reunir a personas, aglutinar ideas y generar sinergias e ilusiones sin necesidad de jefes ni de controles horarios.

 
En diferentes puntos de Burgos capital se reparten una decena de espacios coworking de variados tamaños e inquietudes impulsados desde el movimiento asociativo, instituciones público-privadas o por emprendedores que han entendido que sumar voluntades e intereses es rentable e incluso laboralmente saludable.


En conjunto, superan el centenar de profesionales liberales (arquitectos, abogados, ingenieros, informáticos, diseñadores, músicos, artistas, agricultores, periodistas...) que encuentran en estos espacios comunes una primera plataforma de lanzamiento profesional, un lugar de reunión para sus negocios, un escape para huir del teletrabajo en casa o entre las cuatro paredes de una oficina, un lugar para entablar amistad, proyectos comunes y aprender enseñando lo que uno sabe.

Colegio de ArquitectosColegio de Arquitectos - Foto: Alberto Rodrigo

 

EL GRANERO

El coworking de la Asociación Ábrego se integra en el universo de emprendimiento creado por este colectivo en el número 60 de la calle Rey don Pedro. Para acceder al mismo hay que entrar en la tienda de productos burgaleses a granel y en la cafetería, y subir la escalera que da acceso a una entreplanta en la que impera la madera y que distribuye sus espacios entre una zona de mesas de trabajo individual, otra con una mesa grande presidida por una gran pizarra y una tercera diáfana en la que se pueden desplegar sillas para convocar todo tipo de reuniones y actividades colectivas.

El Hueco VerdeEl Hueco Verde - Foto: Alberto Rodrigo


Este espacio de trabajo está disponible, desde las 10 de la mañana a las 10,30 de la noche, a los 150 socios de este colectivo (abierto a más participación), cuyo fin último es dar visibilidad a los pueblos de la provincia, a sus emprendedores y productores, luchar contra la despoblación y preservar el medio ambiente. Asociarse cuesta 30 euros al año; trabajar en el coworking, 60 al mes, los necesarios para cubrir gastos básicos de wifi, luz, calefacción...


El Granero tiene actualmente 5 de sus 9 plazas fijas ocupadas. Gente joven, en torno a los 30 años, entre los que hay diseñadores, ilustradores, artistas e incluso profesionales de una empresa de reforestación. ‘La embajada de los pueblos’, como la llaman, sirve de punto de reunión e intercambio de ideas de los productores y emprendedores rurales. Hace las veces de aula, taller, punto de reparto y de escenario.


Adrián, Sergio, Astric y María son algunos de los gestores de este centro. «Tenemos un espacio acogedor que podemos aprovechar más. Nuestra filosofía no es ganar dinero con esto, sino dar cabida a otras personas y colectivos. Reunirnos nos enriquece y creemos que contribuye a dar visibilidad al mundo rural y a apoyar a los que apuestan por su desarrollo». 

El noveno del Edificio MonasterioEl noveno del Edificio Monasterio - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

 

EL COLEGIO DE ARQUITECTOS

En plena crisis del ladrillo, en 2013, el Colegio Oficial de Arquitectos inauguró un coworking en una de las plantas (la primera) de su sede, con la idea de ofrecer un espacio de trabajo a bajo coste (cuenta con una amplia oferta de tarifas fijas y flexibles, según días y horas) a los nuevos titulados de la profesión. Hoy es un punto de cita de profesionales de todo tipo, desde informáticos, consultores energéticos, especialistas en prevención de riesgos laborales, periodistas y también arquitectos. Tiene ocupadas 8 de las 10 plazas disponibles. Victoria, arquitecta, es una usuaria del mismo. Lleva trabajando en este espacio desde enero de 2017. En su mesa y rodeada de otros profesionales desarrolla sus proyectos de ejecución de obra. «Pago 60 euros al mes, mi lugar de trabajo está muy bien ubicado en el centro de la ciudad, tengo el Colegio en el piso de arriba para cualquier consulta o trámite y convivo  con gente de otras disciplinas sin problema alguno». Hubo un tiempo con más compañeros de profesión, pero la recuperación del sector y el aumento de la actividad en el último año han llevado a algunos a crear su propia oficina o a desplazarse a otras ciudades. A Victoria le acompañan en el coworking Josué, Rubén y Sheila, unos informáticos que han decidido reunirse en el Colegio para desarrollar un proyecto para una empresa. Comparten la sala de reunión y, con el buen tiempo, la gran terraza que preside el edificio de la avenida de la Paz, donde también se trabaja tomando el aire.

 

EL HUECO VERDE

Un universo de 60 emprendedores rurales, vinculados al objetivo de generar ideas de negocio que trabajen por la sostenibilidad ambiental y social, órbita en torno al coworking El Hueco Verde, hermano gemelo de El Hueco, ubicado en Soria. Este espacio de trabajo y relación impulsado por la Fundación Oxígeno en 2014 se sitúa en una antigua granja ubicada junto a la puerta de acceso a la prisión provincial. Antes de encender el ordenador, el emprendedor puede visitar una huerta, dar un paseo por los jardines y contemplar un edificio que en su día acogió ganado y aperos. «Aquí cedemos conocimiento, espacio, vehículos y materiales sin cobrar nada a todo aquel que tenga que ver con el emprendimiento verde, todo funciona con trueques profesionales, trabajos compartidos que crean comunidad y ayudan a las personas», explica Roberto Lozano, presidente de la Fundación Oxígeno. El centro dispone de 20 despachos individuales que se ocupan dependiendo de las necesidades de cada cual. Hay de todo, desde agricultores, músicos, ingenieros agrónomos, abogados ambientales, diseñadores gráficos, informáticos, expertos en redes sociales, guías turísticos o fabricantes de muebles con madera reciclable, hasta integrandes de asociaciones como la Cabaña Real de Carreteros o la Asociación Transhumancia y Naturaleza o la sede de la nueva revista Salvaje.


En la misma sala están esta semana Alba, diseñadora e integrante de la Cabaña Real de Carreteros, que lleva dos años en El Hueco Verde; Brezo, abogada especializada en medio ambiente y urbanismo, que lleva un año; y Blanca, violinista, que llegó a este espacio en mayo. Pese a la disparidad de ocupaciones las tres coinciden en que trabajar bajo el mismo techo y sin un manual muy estricto de reglas les aporta energía y les enriquece. «Podemos quedarnos en casa, rodeados de las cuatro paredes de una habitación o una oficina o venir a aquí donde, partiendo del respeto a tu trabajo, puedes apoyar a un compañero, conocer gente y proyectos nuevos sin la obligación de fichar o tener horarios», explica Brezo. «Estar aquí me ordena la vida, todos son su propia empresa y todos ganan aportando», añade Blanca, la violinista. 

 

EL NOVENO DEL EDIFICIO MONASTERIO

No nació como coworking pero la novena planta del edificio Monasterio, en la plaza Alonso Martínez, se ha reunido un grupo de 7 profesionales del periodismo y el diseño gráfico que han ido entretejiendo relaciones personales y laborales muy fructíferas en diferentes ámbitos. Diseñan y editan periódicos, revistas, libros, folletos... aunque la primera actividad que se realizó en esta amplia oficina con impresionantes vistas a la ciudad fue la venta de viajes de trekking por todo el mundo. Lo que hoy es un coworking improvisado  surgió en 2008 de la reunión de vecinos del mismo inmueble, donde hay más oficinas en las que la colaboración entre profesionales de diferentes disciplinas es habitual. «Cada cual tenía y tiene su trabajo y sus clientes, aunque a veces trabajamos todos de forma conjunta e incluso lo hacemos con otros profesionales que están algún piso más abajo». Además de compartir ideas, proyectos, preocupaciones y alegrías, la colaboración también es una ventaja al pagar los alquileres, el wifi y otros gastos comunes. «Menos de 100 euros al mes...».