Tres años para dos minutos

I.M.L.
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La primera jornada taurina de las fiestas patronales raudenses se estrenó con un encierro de las reses de Antonio Bañuelos. Rápido, limpio, la manada agrupada y miles de ojos prestos a no perderse ni un detalle de la carrera

Los seis astados de la ganadería de Antonio Bañuelos completaron el recorrido del encierro como si fueran uno solo, muy juntos y a buen ritmo. - Foto: Christian Castrillo

Había ganas de volver a ver a los toros corriendo por las calles de Roa. Tantas que las carreteras de acceso a la localidad registraban una procesión de coches que fueron buscando acomodo como pudieron en solares y descampados. Tantas que algunos no se acordaron de las reponedoras y sabrosas sopas de ajo que repartían unas sonrientes socias de la agrupación de Amas de Casa, fieles a este contrapunto gastronómico como prolegómeno a los encierros raudenses. «¡Uy hija, no me preguntes porque ya he perdido la cuenta de las que he repartido!», reconocía risueña una integrante del equipo que, vestida de impoluto blanco y con el pañuelo rojo al cuello, se tomaba unos minutos de descanso antes de volver a coger el cazo para seguir dando de comer al hambriento.

Tantas ganas había que media hora antes de sonar el primer cohete ya era complicado encontrar espacio en los puntos claves del recorrido. Y diez minutos antes, en ningún punto. El disparo de primer cohete, a falta de tres minutos para las nueve en punto, provocó un escalofrío en el público que se tradujo en un segundo de silencio, casi de aliento contenido. «¡Llevamos tres años sin encierros, eso se nota!», refrendaba Santiago Cob, en el reducido espacio que se abre como un balcón al final del recorrido del encierro y sobre los chiqueros de la plaza raudense. 

180 segundos de calma chicha y al tercer cohete se levantó el polvo al paso de la manada agrupada de los toros de Antonio Bañuelos. Los mozos que estaban en el recorrido por aparentar se retiraron rápido para dejar espacio a los verdaderos corredores, que guiaron sin mayor problema a las reses hasta la entrada en la plaza. Dos minutos de carrera, a velocidad de esprint, y uno más hasta que sonó el cohete anunciando que estaban todos los animales en su espacio del toril hasta que sonasen los clarines y timbales por la tarde anunciando su lidia. 

Las sopas de ajo asentaron estómagos trasnochadores y calentaron los madrugadores.Las sopas de ajo asentaron estómagos trasnochadores y calentaron los madrugadores. - Foto: Christian Castrillo

Todos, responsables de la empresa Bullstar Espectáculos, autoridades municipales con el alcalde, David Colinas, a la cabeza, los representantes de la Guardia Civil y la concurrencia respiraron aliviado. «Uno menos», decía casi para sus adentros con alivio Colinas, más pendiente de que todo saliese bien que del espectáculo taurino en sí mismo. 

Tres cohetes avisan del inicio del encierro, y un cuarto de su conclusión.
Tres cohetes avisan del inicio del encierro, y un cuarto de su conclusión. - Foto: Christian Castrillo

Con la misma rapidez que los toros habían llegado a la plaza, se llenaron las gradas del coso taurino, primero las de sol porque a esas horas de la mañana se agradecía. Y si los toros no defraudaron en el encierro, las vaquillas no se quedaron atrás. Olés coreados por unos tendidos casi llenos para los pases de los más veteranos y taurinos, algún que otro grito ahogado en los amagos de cogida a algún despistado o lento, y aplausos para las mejores carreras y cortes a los animales que cargaron el ambiente matutino en Roa de Duero de lo que viene siendo una parte primordial de sus fiestas patronales, la afición por todo lo taurino, devolviendo a los raudenses una esencia que llevaba tres años esperando para desbordarse y contribuir a que estos días festivos sean completos.