Espectadores de una vieja historia

A.S.R.
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Reclaman un plan de altas miras que parta de la importancia de crear ciudadanos sensibles para alcanzar una sociedad mejor, atención más allá de las campañas, honestidad en los programas...

Ana García (i.), Carlos Lozano y Beatriz Rodríguez, en el interior del Teatro Principal, uno de los escenarios en los que se mueve la cultura capitalina. - Foto: Luis López Araico

Cuenta la leyenda que alguien vio una vez a un político sentarse en el patio de butacas tantas veces, o incluso más, que en las gradas de un estadio de fútbol. Aseguran que lo vieron en muchas ocasiones sin que ninguna cámara estuviera delante y que hasta departía con los artistas al final de la función realmente interesado en sus cuitas. Esta historia no está basada en hechos reales y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Aunque les encantaría que no fuera así a Carlos Lozano, director de Actividades Culturales de la Universidad de Burgos (UBU); Beatriz Rodríguez, segunda de a bordo del área de Cultura e Innovación Educativa de la Fundación Caja de Burgos; y Ana García, fundadora de la compañía Ronco Teatro y miembro de la junta directiva del Centro de Creación Escénica La Parrala.

Los tres se sientan a la misma mesa como representantes de los agentes culturales de la ciudad. Ni sacan las uñas ni se escuchan sones de guerra. Analizan con serenidad la realidad del sector y convienen en que sus necesidades van más allá de un programa electoral que ponga un festival aquí y quite un museo allá.

«Hay que tomarse en serio lo que es la cultura a nivel de calidad, conocimiento y apreciación de vida. Es la esencia del ser humano. Una vez que se tiene claro este rumbo, hay que entrar en su estructuración con un papel fundamental de la educación. Los niños no serán creativos ni lo valorarán si no lo conocen desde pequeños», introduce Carlos Lozano al tiempo que considera esto el pilar sobre el que asentar el acceso a la cultura de toda la población, con independencia de su origen y circunstancias.

Dicho lo cual, baja de las alturas para pisar el barro y poner los deberes a las distintas administraciones. La Junta, dice, debe apoyar a las industrias culturales en su desarrollo y democratizar la cultura, «que los agentes culturales tengan posibilidad de diálogo, intercambio o enfrentamiento para llegar a un consenso en las metas a conseguir y en su realización». Mientras que a nivel municipal, apuesta por que cada partido tenga una comisión que trabaje durante cuatro años en determinar qué cultura quiere para la ciudad, acercándose a los colectivos de forma habitual, «no cada cuatro años, en el momento de elaborar el programa electoral».

He ahí la madre del cordero. Ana García se exaspera pensando que, por ejemplo, en el antiguo colegio de Parralillos a los políticos solo los ven la cara en vísperas de campaña. «Los candidatos no solo se tienen que acercar a los agentes culturales cuando hay elecciones, sino que les debería importar saber cómo han funcionado los programas que han hecho o no han conseguido hacer», advierte y aboga por recuperar el Consejo de la Cultura «que hubo en otro tiempo y del que no se ha vuelto a saber nada más, cuando otros sí funcionan».

Antes de explayarse en las promesas que le gustaría escuchar, la actriz y directora es clara: «Yo lo que quiero es honestidad. Que sea un programa que ellos realmente consideren acertado, consensuado con la gente de la cultura, y sean capaces de mantener, no que cuenten una serie de medidas que luego se diluyan».

Y, aunque no las tiene todas consigo, se lanza a pedir a quienes se arrogan ser representantes de los ciudadanos que en la valoración de las propuestas artísticas en los concursos se recupere el criterio de calidad, «que se ha perdido a favor de la parte económica del presupuesto ganando la oferta más baja sin que importe su valor artístico».

Se cuela en ese punto Beatriz Rodríguez, que abunda en el planteamiento de Lozano y ve claro la necesidad de cambiar la perspectiva. «Si estamos convencidos de que la cultura es esencial para el desarrollo de la sociedad, dejaremos de pensar en ella como un gasto para considerarla una inversión. Hace falta ese cambio de chip», expone y aprecia inaplazable la creación de nuevos públicos, de hacer de los niños espectadores de futuro y personas más creativas.

Trae a colación unas palabras pronunciadas por Antonio Najarro, director del Ballet Nacional de España, con motivo del Día de la Danza, que defendía que un público más sensible hará una sociedad mejor. «Es extensible a todas las artes escénicas», sostiene esta burgalesa que lleva 14 años en la Fundación Caja de Burgos y es miembro de la Asociación de Profesionales de la Gestión Cultural de Castilla y León (Gesculcyl).

Mira al patio de butacas. Y al escenario. Ahí, y partiendo de que cada gobierno, local o autonómico, tenga un plan que concrete su compromiso con la cultura, propone mirar a la creación local sin perder de vista la foránea. «Debes cuidar y dar a conocer a tus creadores, pero también hacer llegar a la ciudad propuestas de fuera que enriquecen a todos, al público y a los propios artistas. Es necesario un plan y tener unas miras amplias porque la cultura abarca todo», desarrolla para romper una lanza por la experiencia en directo ante la galopante voracidad de las pantallas y las nuevas tecnologías. «Hay que incorporarlas a las manifestaciones artísticas, pero sin perder la experiencia directa. El encuentro es importante», subraya.

Coge el guante el responsable de Cultura de la UBU, que lleva en el cargo desde su inicio, en 1996, para lamentar que las instituciones están muy lejos de las inquietudes de ese público del futuro. «Deben estar receptivos a lo que hacen los jóvenes, que no tiene nada que ver con la tradición, con lo que demandábamos nosotros. No se les escucha y es un error», destaca el también profesor de Derecho.

Coinciden los tres en el poco caso que se hace a los adolescentes como consumidores de cultura cuando, anota Ana García, que ha hecho teatro para ellos en muchas ocasiones, lo reciben muy bien. La intérprete, que fundó Ronco Teatro con Andrés García en 2001, aplaude la labor que en ese sentido hacen los programas municipales escolares.

Una de cal y otra de arena. Arremete la actriz contra las políticas que en los últimos años, con la excusa de la crisis económica, han puesto de moda la contratación de las compañías a taquilla en vez de a caché y advierte del cuidado que se ha de tener con la construcción de nuevos espacios.

«Se dedican a crear infraestructuras sin reparar en que luego hay que dotarlas, presupuestarlas y darlas contenido. A todos nos apetece contar con un lugar como Tabacalera en nuestra ciudad, pero es que si luego no tienes dinero no te sirve de nada», remacha y tira Lozano de este mismo hilo. «O luego lo sacas a concurso y se lo das a una empresa privada y entonces cambia todo. Es necesario contar con dotaciones adecuadas, pero no puede ser que luego no haya programación porque no hay dinero», dice, suspira y observa que habla él, que en el campus no cuentan con un equipamiento destinado expresamente a estos menesteres.

La oportunidad de la Ley de Mecenazgo vuelve a poner de acuerdo a los tres, aunque el titular de la UBU no las tenga todas consigo. «Primero tiene que calar. Hay que estar convencidos. Si no nos lo creemos, no hay nada que hacer. Porque si pides dinero a una empresa para deporte, te ponen hasta una alfombra roja, pero si es para un acontecimiento cultural casi ni te abren la puerta», se queja.

A esa ausencia de patrocinadores privados en las citas culturales, García suma, y lamenta, la de los políticos. «Yo creo que son poco consumidores de cultura. Ya sé que tienen agendas apretadas, pero si carecen de la inquietud por conocer la cultura que se mueve en su ciudad tienen muy difícil hacer un programa cercano a los ciudadanos y que cubra las necesidades de los agentes culturales», concluye la actriz, que habla con la experiencia de sus más de 20 años pisando los escenarios.

Pero ni Carlos Lozano, ni Ana García ni Beatriz Rodríguez desesperan y confían en que aquella leyenda que hablaba de políticos interesados realmente en la Cultura deje de ser una vieja historia.