El coleccionista de la suerte

R. MEDIAVILLA
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Agustín Bartolomé lleva más de 60 de sus 78 años guardando décimos de lotería nacional, algunos de ellos, auténticas obras de arte

Bartolomé con algunas de las joyas que atesora. A la izquierda, una de las cajas donde guarda casi 100.000 números correlativos. - Foto: Luis López Araico

«Eran preciosos, grandes, llamaban la atención, y le pedí a mi padre que no les tirase y los empecé a guardar pero sin orden, simplemente en una maleta». Así recuerda Agustín Bartolomé sus inicios en el mundo del coleccionismo de décimos de lotería cuando apenas contaba con 12 o 14 años.  Y es que, aunque como cualquier niño de su época coleccionaba cromos de fútbol, las «bellísimas imágenes» de estos billetes no tardaron en sustituir en sus preferencias a las estampas de Di Stéfano, Ramallets, Gento, Gaínza o Zarra.  

Con los años, al coleccionismo se le unió la afición por jugar, y aquí entra una persona clave para afianzar la pasión de Agustín por guardarlos ya de una manera más organizada. «Siempre los adquiría en la administración número 3, en la calle San Pablo en frente de Correos, que regentaba doña Rosalía Muñoz Gallego y que cada semana  me daba un taco de décimos no premiados para la colección» y fue ella quien le puso en contacto con lo que hoy es Loterías del Estado. Y este organismo, a su vez, con coleccionistas de toda España -se editaba incluso una guía de aficionados de todo el país-.  «Así empecé a relacionarme», rememora.

Fue gracias a ellos como descubrió que existían varias formas de coleccionar: por los sellos de las administraciones que aparecen en el reverso; por las imágenes que ilustran los billetes,; por numeración correlativa... y él se decantó por esta última, en concreto con un objetivo: lograr reunir los 100.000 números, del 00000 al 99.999, de décimos emitidos preferentemente entre 1983 y 1992 «que eran más bonitos y tenían mejor papel», explica.  Algo para lo que «no me faltan ni mil», apunta con orgullo.

Fueron años de comprar y sobre todo intercambiar ejemplares, pero a medida que le faltan menos, y como sucede en cualquier colección, cada vez es más complicado encontrar los que le restan, por lo que ha abierto un poco las fechas sobre las que buscar, aunque los de los 80 y principios de los 90 siguen siendo sus favoritos. Números que tiene registrados en una lista que guarda con mimo y que no dista en absoluto de la que cualquier chaval de hoy en día tiene para controlar los cromos que le faltan de la Liga de fútbol.  

Metódico como pocos, custodia los décimos con mimo en 50 cajas de calcetines Cóndor -a unos 2.000 en cada una-. Una elección que no es casual, pues su tamaño parece hecho a medida para cobijar décimos y además, como empleado de Textiles Marín, tenía fácil acceso a ellas, además de haber  ido pidiendo más en diferentes mercerías de la ciudad, una vez que este comercio cerró sus puertas.

Lógicamente la forma de relacionarse con otros colegas de afición ha cambiado con los años, y si antes dominaba el correo postal, «con paquetes que pesaban, lo suyo», recuerda su hijo, José Manuel, ahora internet es una herramienta importante que este veterano coleccionista ha aprendido a dominar. Una ayuda gracias a la cual mantiene contacto, entre otros, con los miembros de la Asociación Española de Coleccionistas de Lotería (http://aeclot.es), con quienes se mantiene al día de las novedades de esta pasión.

Ejemplares únicos. Aunque lo suyo es la numeración correlativa, Agustín atesora, además, décimos que son una auténtica joya por su formato y diseño.  Ejemplares que parten desde 1960, una fecha que no es casual, pues fue en ese año cuando ya de una manera habitual se incluyeron bellas ilustraciones en los billetes (hasta entonces esto se reservaba a momentos especiales como el Sorteo de Navidad). 

En ese año se iniciaría la constumbre de dedicar las series a un tema cada año, desde la mujer en la pintura  a los monumentos -aquí no faltan el Hospital del Rey o la Catedral imponiéndose sobre la Plaza Mayor-, pasando por los oficios artesanos, por el refranero, los juegos infantiles o los lugares colombinos, por citar unos ejemplos. Impresiones casi con una función didáctica en una España en la que viajar para conocer otros lugares o tener acceso a libros no es tan sencillo como hoy y en la que, por supuesto no había internet.

Décimos que «son una maravilla», reconoce Agustín y que guarda con esmero en álbumes que él mismo ha tenido que ir confeccionando porque, como recuerda su hijo, para este tipo de objetos antes no había tantas facilidades como sí hay para los sellos, por ejemplo.  «Se ha pasado horas y horas guardándolos», recuerda, Conchi Alcalde, mujer de Agustín.

Su colección arranca en 1960, pero llegó a tener ejemplares de la década de 1930 -que solo tenían como motivo decorativo el escudo de España en diversos formatos- y también de países europeos e incluso Brasil, pero los vendió para centrarse en el coleccionismo correlativo.

Y aunque este reportaje habla de lotería, los décimos no son el único objeto curioso que guardan los cajones de la casa de Agustín Bartolomé. Los programas de mano de las películas  que distribuían los cines, perfectamente clasificados por géneros -cine negro, español, histórico, bélico, western, drama...-, y preciosas vitolas de puros son otros dos objetos que atesora.