Preocupantes son las cifras, aportadas por este periódico, que señalan que Burgos ha sido una de las ciudades que menos ha crecido en población en el último cuarto de siglo, lo que unido a los graves problemas demográficos de muchas zonas de la provincia nos pone en una situación sobre la que debemos reflexionar seriamente. Sí, cada vez que se habla de Burgos se señala su potencia como polo industrial y sus relativamente buenas cifras en materia de desempleo y de renta per cápita. Pero también es cierto que hay una suerte de sentimiento de fosilización, como si todo marchara por inercia, por un empujón que se dio a esta ciudad hace unas décadas y del que aún nos beneficiamos. En estos últimos años han pasado muchos trenes que no se han detenido en Burgos. Entre ellos el de la capitalidad regional ha sido uno de los que más nos ha perjudicado. No es el momento de atribuir culpas, por aquella pérdida, ya que sin duda estas fueron colectivas, pero quizá sí que sería bueno sacar conclusiones de nuestros antiguos errores.

Muchos analistas indican que Burgos se encuentra en un momento clave y que de las decisiones tomadas a medio plazo dependerá en gran medida nuestro futuro. Un futuro que pasa por la continua adaptación de su sector industrial para impedir que caiga en la obsolescencia. Que lleve aparejado una lucha constante, por parte de todos, para evitar que se siga perdiendo el carácter nodal de nuestra ciudad que, en los últimos años, ha sido objeto de una clara disminución de su posición referencial en este sentido. Un futuro basado en sectores vinculados al conocimiento en el que nuestra universidad adquiera su plena consolidación y en el que por fin lleguemos a saber poner en valor nuestros muchos recursos culturales. Sé que no resulta fácil y que muchas ciudades se encuentran también en esta dinámica de orientación hacia el porvenir. Un avance muy notable sería que nuestros representantes políticos no tuvieran siempre puestos sus ojos en las directrices marcadas desde Madrid o Valladolid y que miraran más a quienes de forma directa depositan su confianza en ellos para que les representen en sus intereses más inmediatos.