Dos rondas menos en el Arlanza

F. TRESPADERNE
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Dos pueblos vecinos, Solarana y Castrillo Solarana, se quedan sin bar otra vez porque los arrendatarios que llegaron hace dos años no ven viable ofrecer este servicio sin vecinos, a pesar de las muchas facilidades que ofrecen estas juntas vecinales

El bar de Castrillo Solarana lo ha regentado hasta ahora María de la Cruz, que dejó el de Solarana. - Foto: Miguel Ángel de la Cruz

«Tener un bar en un pueblo va a ser lujo», asegura Lorenzo, que en febrero dejará el bar de Solarana porque «los números no dan», a pesar de las facilidades que ha recibido desde la junta vecinal para que este establecimiento fuera sostenible económicamente. 

El problema, manifiesta este arrendatario, que ha gestionado en los dos últimos años este establecimiento junto a su socio Fran, es que en los pueblos no queda gente. «Aquí en invierno viven diez personas, casi todas mayores, de las setenta que hay censadas, que no son suficientes para mantener un bar abierto durante la semana, pero el problema es que cuando una de esas personas fallece toda la familia, pueden ser veinte personas, deja de venir al pueblo, y al bar, los fines de semana», declara Lorenzo, quien reconoce que un bar de un pueblo como Solarana «no es un negocio, es un servicio».

El problema para mantener este servicio, matiza Lorenzo, es que ningún ayuntamiento con setenta habitantes empadronados puede asumir en solitario el coste de este servicio de bar, a pesar de que reconoce que en Solarana «las condiciones son buenas, pero no son suficientes, como en otros pueblos similares, para mantener este tipo de servicios. El bar es un problema generalizado en todos los pueblos de menos de 300 vecinos».

En Solarana, como en otros pueblos similares, el bar funciona en verano, Semana Santa y Navidad. En Solarana, como en otros pueblos similares, el bar funciona en verano, Semana Santa y Navidad. - Foto: Miguel Ángel de la Cruz

Lorenzo recuerda que «primero se fue el médico, luego el cura, que ahora viene el fin de semana, y ahora el del bar que facilita el ocio; y si quitas el ocio, ¿quién va a ir al pueblo?», se pregunta este arrendatario que ya ha bajado la persiana y que tras esta experiencia regresará a Burgos capital para iniciar una nueva aventura, «aunque tenemos alquilada una casa en Solarana para ir los fines de semana», matiza.

Lorenzo y su socio pagaban 180 euros al mes de alquiler por el bar y la vivienda, «una renta muy baja» afirma, a la vez que matiza que parte del gasto de luz y agua lo asume el pueblo. «Pretenden combinar lo que es un servicio con un negocio para dar vida al pueblo, pero si cada vez queda menos gente y a diario, cuando solo tienes a dos clientes, te preguntas por qué vas a abrir de lunes a viernes... no tiene sentido abrir para dos al precio que está la luz», afirma, a la vez que reconoce que «la experiencia ha sido positiva». 

Algo similar a Lorenzo, piensa María de la Cruz, quien por discrepancias con la junta vecinal de Solarana decidió hace dos años cambiar de bar y de pueblo trasladándose a Castrillo Solarana, «donde he estado estos dos años muy contenta, todos nos han tratado muy bien y en especial la alcaldesa, pero el contrato se acaba, mi marido se jubila y no vamos a continuar». 

En plena mudanza -se traslada a vivir a Buniel-, María de la Cruz, en principio, se alejará del mundo de la hostelería porque reconoce que es complicado vivir de un bar de pueblo, aunque no descarta volver a este oficio más adelante, «ahora quiero descansar», afirma con cierta tristeza por tener que despedirse de unos clientes que han sido fieles hasta el último día.

Cero renta y 65% de la luz. Bruno Camarero, concejal de la junta vecinal de Castrillo Solarana, localidad que pertenece al municipio de Lerma, reconoce las dificultades que van a tener a la hora de adjudicar la explotación del bar y por eso, al conocer que los actuales arrendatarios dejarán el local en febrero, se han apresurado -lo hicieron la víspera de Reyes- a aprobar un nuevo pliego y a difundir por las redes sociales que buscan un nuevo arrendatario. Para hacer más atractiva la oferta, en el nuevo pliego el pueblo también asumirá el coste del seguro del local y la colocación de una caldera de pellet. «No cobramos nada de renta, cero, y también vamos a asumir el 65% de la factura de la luz, tanto de la casa como del bar», asegura este edil.

Casa gratis y un bar, con parte de los gastos pagados, puede parecer una oferta atractiva, pero lo cierto, reconoce Camarero, es que es muy complicado que alguien quiera irse a vivir a un pueblo. «Solo nos falta poner dinero en metálico», afirma a la vez que insiste en que el bar es «un servicio social para el pueblo y hace falta porque si el bar no está abierto la gente ni se ve», asevera. En Castrillo Solarana en estos momentos hay 38 empadronados y 14 viviendo, «pero en verano llegamos a los 200», manifiesta Camarero, quien lamenta la marcha de María de la Cruz, que llegó a Castrillo hace dos años, procedente del bar de Solarana, «con la que hemos estado estos años muy bien, muy a gusto».

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