Escenario Principal

P.C.P.
-

El director del Sonorama, Javier Ajenjo, recorre física y sentimentalmente los espacios de Aranda de Duero en los que nació y ha crecido el Festival ribereño.

De izquierda a derecha y de arriba abajo. Ajenjo en la Plaza de Toros, en la Virgen de las Viñas, en el recinto ferial y en la plaza del Trigo. - Foto: Valdivielso

1- Plaza de Toros. Unas chuletillas motivadoras

Se abren las puertas de La Chata, la vieja plaza de toros de Aranda, «y ni siquiera pidiéndole por favor a a la gente que entrara, entraba». Ese recuerdo no es bueno pero sí «motivador» para Javier Ajenjo. «Nos ha ayudado mucho a llegar hasta aquí», reflexiona. Al día siguiente, tras el fracaso, lloraron mucho, de emoción e incluso de alegría, en torno a unas chuletillas. «En ningún momento nos sentíamos desgraciados por haberlo intentado. Supongo que al final nos sentíamos muy agradecidos de haber visto toda la gente que teníamos a nuestro alrededor». Y para corresponder les invitaron a una comida «donde todo se acaba pero en realidad todo empieza». Porque de allí salieron las ganas de mirar hacia adelante, de quedarse con lo positivo de las cosas, de aprender de las equivocaciones. De allí salió un crédito a pagar durante 10 años pero también la intención de abrir puertas al año siguiente, por amor, por compromiso y por trabajo.De allí salió Art de Troya. De allí salió Sonorama Ribera.

2- Campo deportivo Virgen de las Viñas. El gran capital

No pensar que algo es imposible porque no lo es. Es difícil, pero no imposible». Ajenjo puede estar muy convencido de lo que dice, pero hay que convencer al de al lado. Y luego al otro, y al otro. Así hasta 40.Los que aquel viernes víspera del festival, cuando era imposible encontrar una grúa, cogieron la cubierta que estaba montada en el suelo, 10 por cada lado, y la izaron a su sitio. «El gran capital de este festival es el capital humano», reconoce para añadir, no sin sorna, que desde entonces, «hemos aprendido mucho de infraestructuras», añade.
En el campo de fútbol, hoy de rugby, Virgen de las Viñas consiguieron su primer escenario cubierto. «En aquel recinto ya sentíamos, de alguna manera, que estábamos cerca de esos festivales que veíamos», aunque la zona de acampada estaba al lado. «¡Quién iba a dormir allí, si la mitad era la zona de acampada», recuerda. 
A la eterna pregunta de si se debe crecer,Ajenjo responde «sí, se debe crecer, pero adecuadamente, con corazón». 

3- El recinto ferial y el Picón. Fuegos artificiales

En 2006 se inicia la etapa de «profesionalización» de Sonorama Ribera. «El espacio permitía unos recursos y una situación y una organización que jamás hubiéramos pensado», enumera ahora Ajenjo sobre el recinto ferial, que hoy se sigue usando como campamento base para 250 personas y que el año pasado acogió el Sonorama Ribera de la pandemia.Como el niño que aún es, Ajenjo recuerda la primera sesión de fuegos artificiales allí.«Solo pudimos tener 30 segundos, porque eran muy caros» y estaban todos muy nerviosos, tratando de que todo el mundo mirase hacia el escenario antes de lanzarlos. «Hacía mucho viento y en vez de 'espera' me entendieron 'ahora'», así que los dispararon antes de tiempo. Da igual.«Fue un momento muy especial», evoca desde una caseta de ElPicón, al que la gente se refiere como el espacio delSonorama. «Mal llamado, porque es el espacio de todos los arandinos», polivalente y a 10 minutos andando del centro de Aranda. «Muchas ciudades matarían por él», recalca.

4- Plaza del Trigo. Magia

«Es el sitio donde pasan cosas mágicas y donde nadie pensó que pudieran pasar». Mucho menos las bandas, esas que ahora se pelean por estar. «Todo esto está muy bien contarlo ahora pero, al principio, imagínate para convencer a los grupos. ¡Cómo, que voy a tocar en la plaza del pueblo!», se ríe. Porque, aunque algunos se molesten por no hablar de ciudad, Javier Ajenjo usa «esa palabra maravillosa que es pueblo» para referirse a Aranda.«Eso dice mucho, de tener identidad, de conocerse, de ser cercanos. No se puede soñar con ser ciudad si antes no tienes unas raíces y una identidad absolutamente clara», apostilla. 
A Javier Ajenjo no le duelen prendas en reconocer que copian mucho de otros eventos, pero desde la modestia presume de ser «pioneros en acercar los festivales en los sitios donde se realizan» y de haber conseguido, «casi sin querer» y «gracias las bandas»,  «la idea más importante de todos estos 25 años, que es acercar la música al pueblo.