Iñaki Elices

Iñaki Elices


Los consejos de los padres

27/06/2022

Cuando era adolescente fantaseaba con la idea de que cuando fuera padre me portaría con mis hijos de forma muy distinta a cómo lo hacía el mío conmigo, en la creencia de que yo, con mis retoños, sería mucho más razonable, no me enfadaría y no les aburriría con interminables charlas que no conducían -creía yo- a ningún sitio. Ahora, con un chico y una chica que ya están en la ESO, les confieso que aquel propósito no se ha cumplido ni en una mínima parte, iluso de mí: reproduzco de forma casi mimética los mismos consejos que me daban mis progenitores, echo las broncas a mis hijos con las mismas palabras y les agoto con unos discursitos que ni un mitin de Felipe González.

Tan extensa introducción viene a colación de la última 'conversación' -si puede llamarse así, porque casi solo hablaba yo y su madre- de la que ha disfrutado mi vástago varón. En Burgos -como muchas otras ciudades- el fin de la pandemia ha dado paso a una época de frenesí y desenfreno que se manifiesta de muchas maneras, algunas de ellas trágicas. Los accidentes mortales son muestra de ello, con conductores implicados que se han pasado con el alcohol y las drogas. Y también los homicidios, dos en lo que va de año, una cifra de récord en una capital que el último lustro apenas ha sufrido fallecimientos de carácter violento.    

El último se produjo el sábado 18 de junio, cuando dos jóvenes golpearon a dos adultos, tras lo cual uno cayó al suelo, se golpeó la cabeza y murió. Así de simple y así de dramático. Y con esta misma crudeza le comenté a mi hijo que mucho ojito con la bebida y que mucho cuidado con meterse en peleas que lo único que traen son disgustos. Porque, tal como le dije, el dolor que sentiré si se convierte en la víctima de uno de estos trágicos episodios será inmenso, indescriptible y casi insuperable. Pero nada comparable con el sentimiento de culpa, la tortura y la angustia de saber que alguien de mi sangre ha quitado la vida a otro ser humano. Y que el incondicional amor que me une a él se resquebrajará indefectiblemente al tener que ir a visitarle a una cárcel que solo me recordará mi fracaso como padre. Así que me alegro de emular a los míos en el trato a mis hijos. Tan mal no me ha ido. Por ahora.