La factura de los psicofármacos alcanza los 11 millones

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Los ansiolíticos siguen al alza pero se frenan algo respecto al año de la pandemia y los antidepresivos se sostienen. El HUBU y Primaria ya se plantean alternativas que primen la atención psicológica pero se enfrentan a la falta de profesionales

El consumo de ansiolíticos y antidepresivos no para de crecer en los últimos años. - Foto: Luis L. Araico

Las cifras impresionan. En el año 2021 la factura que se pagó entre Sacyl y la población burgalesa por psicofármacos (ansiolíticos, antidepresivos, hipnóticos y antipsicóticos) superó los once millones de euros. En concreto, se cifró en 11.233.187,64 euros. La parte más grande se la llevaron los antipsicóticos, que costaron algo más de seis millones; después, los antidepresivos (más de cuatro); los ansiolíticos, con algo más de medio millón de euros, y los hipnóticos, con 281.000. Pero en número de envases dispensados a través de recetas se llevaron la palma los antidepresivos, con 308.921, y los ansiolíticos, con 300.613. Estos números, que vienen creciendo de forma sostenida desde hace una década, son superiores a los que se registraron en el año de la pandemia, pero el crecimiento porcentual se ha frenado. Así, mientras las recetas de benzodiacepinas (ansiolíticos) crecieron un 6% en 2020 con respecto a 2019, el aumento entre el 20 y el 21 se frenó y se quedó en un 3,5%. Con los antidepresivos, el incremento fue idéntico entre 2019 y 2020 y entre 2020 y 2021: de un 3%.

El jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Burgos (HUBU), Juan Antonio García Mellado, afirma que el hecho de que el crecimiento del consumo de ansiolíticos haya duplicado al de los antidepresivos tiene que ver con que en 2020, tras el inicio del confinamiento y la pandemia, aparecieron más síntomas de ansiedad "debido a la capacidad de resiliencia del cerebro a corto plazo" y a que la prescripción, en la mayoría de las ocasiones, se hizo desde Atención Primaria y a través del teléfono, y en ese nivel asistencial se suelen indicar, de inicio, más benzodiacepinas que antidepresivos. "Cuando en el mes de marzo se decretó el estado de alarma se pensó que aquella situación crearía un estrés agudo puntual pero dos años después se ha convertido en crónico y en el estrés crónico aparecen las emociones porque la capacidad de resistencia del cerebro se va agotando".

García Mellado, que añadió que las cifras de consumo de benzodiacepinas de Burgos son similares a las que hay a nivel nacional, recordó que uno de los proyectos que piensa incorporar en la remodelación que ha preparado -y ya ha empezado- en el servicio de Psiquiatría se proponer llevar a cabo una racionalización de uso de los psicofármacos que incluirá, entre otras medidas, un programa denominado Psicología First, que va a priorizar la utilización de psicoterapias, "especialmente las de tercera generación" para analizar diferencias que se producen respecto a la atención estándar que se ha utilizado hasta ahora.

TERAPIAS DE TERCERA GENERACIÓN. ¿Qué son las psicoterapias de tercera generación? "Las que mejor abordan la angustia psicológica en la población general, sin que, en principio, se precise de tratamiento psiquiátrico", en palabras de García Mellado. Son tres, fundamentalmente: el denominado mindfullness (conciencia plena), la terapia de aceptación y compromiso y la terapia dialéctica conductual. El objetivo que se proponen es modificar la conducta del paciente desde un enfoque global y próximo a la persona más que al problema, teniendo en cuenta cómo lo vive el propio paciente y de qué manera su contexto social y cultural han provocado esa circunstancia que le causa malestar.

La terapia de aceptación y compromiso ayuda al paciente a descubrir sus valores y a comprometerse con ellos para vivir del modo que ha elegido y sin hacer del sufrimiento una patología; la dialéctica conductual le acompaña a encontrar factores que le empujen a querer seguir adelante y a mejorar sus habilidades emocionales y el mindfulness busca la mejora del estado psicológico a través de la concentración, de la conciencia plena y de la autoaceptación.

Aunque los planes del nuevo jefe del servicio de Psiquiatría pasan por priorizar la atención psicológica cuando se considere útil y necesario, se va a tener que enfrentar a la escasez de estos profesionales que sufre el HUBU. De los 14 psicólogos con los que cuenta solo ocho atienden la demanda que llega a Salud Mental ya que el resto se dedica a otras funciones (la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria, interconsultas, hospitalización, hospital de día y atención en el Fuente Bermeja), un número que está muy por debajo de la ratio europea, de 18 profesionales por cada 100.000 habitantes que, para alcanzarse en Burgos debería multiplicar por tres la actual plantilla.

"DESPRESCRIBIR". La gran mayoría de los envases de ansiolíticos y antidepresivos consumidos en Burgos el año pasado han sido prescritos por profesionales de la Medicina de Familia. Pilar San Teodoro, del centro de salud Cristóbal Acosta, es muy partidaria de este enfoque del que habla García Mellado. De hecho, cree que lo que tienen que hacer los profesionales es 'desprescribir' psicofármacos y en este sentido hace referencia a la plataforma 'No, gracias', a la que está vinculada, formada hace más de diez años y en la que se aconseja más 'no hacer' que hacer frente a los pacientes en según qué circunstancias.

"Hemos medicalizado y psicologizado mucho la vida y estamos haciendo que las cosas cotidianas se consideren enfermedades y ya no se tienen o no se utilizan herramientas personales para enfrentarlas. Es lógico y evidente que alguien que ha perdido a un ser querido esté triste y lo que le pasa no es una depresión sino algo absolutamente normal para ese momento. Otra cosa es que esa situación se vaya cronificando y haga que la persona ya no pueda funcionar: ahí ya estaremos hablando de un duelo complicado o patológico que pueda necesitar de ayuda".

Casos así -personas con problemas comunes como un suspenso o un desamor que piden medicación- se ven en las consultas todos los días y cree San Teodoro que se debe a que la sociedad en su conjunto le ha dado la espalda a todo malestar, al dolor, a la enfermedad y a la muerte y que ha perdido el miedo a los fármacos: "Todos estamos ahora más en la pastilla, en lo que creemos inmediato, y a esto se le suma el poco tiempo que tenemos en las consultas, que llevamos años pidiendo como mínimo diez minutos por paciente porque es necesario escucharlos. A veces te presionan para prescribir y con los diez primeros dedicas un tiempo a explicar por qué quizás no conviene un medicamento, pero cuando son ya treinta pues... lo que quieran. ¿Está mal? Probablemente, sí".

En su caso particular, afirma que intenta no medicar cuando ve que no es estrictamente necesario y para ello realiza lo que denomina "una escucha activa": "Después de oír todo lo que me dice, le devuelvo sus ideas de una forma, digamos, ordenada y normalmente con poca cosa vamos adelante. Es posible que haya que poner un fármaco pero durante un tiempo, de la misma manera que el del esguince usa una muleta. El objetivo no es que esté medicado sino que pueda dormir o no tenga crisis de angustia que se puedan cronificar".

Por otro lado, Pilar San Teodoro, que forma parte de un grupo de facultativos burgaleses que trabaja desde hace años para mejorar la entrevista clínica y la comunicación en la consulta, afirma que ha detectado en los últimos años un gran crecimiento de pacientes hipocondríacos, "porque hay una especie de obsesión con la prevención y esto hace que, a veces, estén medicados de más porque van una y otra vez a la consulta".