El tren

MARTÍN G. BARBADILLO
-

"El tren ha sido una presencia constante, una herida que atravesaba la ciudad, una zanja sin fin. Hasta hace cuatro días, las vías partían Burgos por medio del casco urbano, de oeste a este, a lo largo"

El tren - Foto: Patricia

¿Qué es? Un vehículo compuesto por una serie de vagones acoplados entre sí y remolcados por una locomotora que circula sobre raíles. Por si tenías dudas.

Edad. Este invento llegó a Burgos el 25 de octubre de 1860, procedente de Valladolid.

El tren dices... Sí, y como estamos en un suplemento que se llama Maneras de vivir, igual que la canción de Leño, no se me quita de la cabeza otro temazo del mismo grupo titulado precisamente El tren. ¿Lo conoces?

No. Póntelo si puedes porque le va perfecto al asunto del que vamos a hablar. Comienza con un riff hipnótico de guitarra, entran batería y bajo y suena todo como el traqueteo de un convoy. Después se arranca Rosendo, con su voz macarra y desafiante, y dibuja el paisaje sonoro de lo que ha sido el tren en esta ciudad por décadas.

¿Y qué ha sido? Una presencia constante, una herida que atravesaba la ciudad, una zanja sin fin. Hasta hace cuatro días, las vías partían Burgos por medio del casco urbano, de oeste a este, a lo largo.

No sería para tanto. Imagínate el ancho de una avenida ocupado por dos vías y las piedras que las rodean, y todo enmarcado por un muro a cada lado. Y así durante kilómetros. El conjunto tenía ese aspecto de los enclaves urbanos británicos deprimidos, como un barrio chungo de Glasgow en un día gris. Podías verte a ti mismo esperando en el paso a nivel, bajo la lluvia, a que llegara y terminase de pasar un mercancías con decenas de vagones llenos de bobinas, coches o troncos. Y eso simplemente para volver a casa. Sé de lo que hablo.

¿Por qué? Viví varios años en una casa en primerísima línea de vía. Además, era precisamente un primero. Pasaban decenas y decenas de trenes al día. En verano, con la ventana abierta, no se oían las conversaciones, y cuando eran mercancías grandes vibraban las paredes. Era como en esas películas que salen los trenes elevados en Brooklyn pasando al lado de las ventanas de pisos de ladrillo. Se bajaban las barreras y los coches tenían que esperar formando colas interminables. Pero a todo se acostumbra uno.

Me lo imagino en blanco y negro. Pues no creas. El tren dejó de pasar en diciembre de 2008, a full color. Lo peor es que, además de los citados inconvenientes, produjo muchas muertes. La gente se hartó y cortó las vías varias veces, algunas por días enteros.

Afortunadamente, es pasado. Sí, el desvío supuso el inicio de la mayor transformación de la ciudad en décadas, aunque no llegó a la estación de destino prevista, por hacer una gracieta ferroviaria.

¿Qué pasó? Se tardó un tiempo pero se levantaron las vías y esa área se convirtió en 'El Bulevar', una especie de avenida gigantesca y supuestamente vanguardista de ¡12 kilómetros! El nombre es un poco pomposo, pero ten en cuenta que cuando se proyectó estábamos en la España del subidón y el crecimiento económico que parecía iba a ser eterno.

¿Y? Te lo he dicho: fue en 2008, el comienzo de la crisis financiera. Digamos que al proyecto le pilló el cambio de agujas con el pie cambiado (otra gracieta de trenes). Se contaba con el dinero de la venta de solares liberados para pagar la jugada, una idea redonda, pero estalló la burbuja inmobiliaria. Se encargó el diseño a unos relucientes arquitectos suizos que planteaban incluso un tranvía. Por las circunstancias, se quedó todo un poco a medias.

¿Qué hay al final? Obviamente está mucho mejor que antes, lo que no era difícil. Pero no ha conseguido consolidarse como un lugar de referencia. A mí me siguen pareciendo las traseras de una calle, con la misma vida que las que daban al muro en Berlín; se ha desarrollado poquísimo el comercio y no es un lugar para pasear, sino más bien una circunvalación interior. Es poco transitada por el peatón y tampoco invita, le falta escala humana. Pero tiene elementos interesantes.

¿Por ejemplo? El mobiliario urbano (paradas de autobús, farolas...) que diseñaron los suizos tienen un punto brutalista, casi soviético fantástico. Las luminarias, que imitan a algo así como gotas gigantes, cuelgan de cables cruzados sobre la carretera y cuando el viento las mece, o azota, parece que estás en Transilvania, o en sus afueras. Las paradas de bus, de varios modelos, le llevan a uno a la Bielorrusia de los años setenta. A mí me encantan.

No todo está mal. Pero otras cosas sí. La antigua estación, céntrica, de aire francés, construida en piedra, ladrillo y tejas negras, dejó de tener uso. Es una hermosa construcción con detalles como la inscripción "Caminos de Hierro del Norte de España" en la fachada, una frase con pegada. Una pena que perdiese su función original, porque salías y en una patada estabas en el Espolón, por ejemplo. Era un bonito escenario para despedidas de película, a lo Ingrid Bergman y Humphrey Bogart.

¿Y la nueva? Está tan lejos del centro que podría servir de estación conjunta para Burgos y Logroño; en sus andenes hace tanto frío y sopla tanto el viento que uno parece estar esperando el tren que lo traslade al destierro siberiano. Pero no seamos negativos.

Yo nunca lo soy. Me alegro por ti. Por contra, la zona de la antigua estación es la parte que más vida ha cobrado en los últimos años. Tanto la terminal como edificios cercanos con pasados usos ferroviarios se han transformado en dotaciones culturales, con zonas verdes y espacios más agradables. La cosa ha ido despacio. Todo lo relacionado con el tren, paradójicamente, siempre es lento en esta ciudad.

¿Qué quieres decir? Hace años que el AVE debería haber llegado a Burgos, según sucesivas promesas incumplidas. Y seguimos esperando.

¿En qué andén? Déjalo.

Si quieres parecer integrado. Ponte un abrigo de piel de oso y espera al autobús en una parada del Bulevar leyendo Guerra y paz.

Nunca, nunca, nunca... Gires a la izquierda en el Bulevar si conduces. No hagas preguntas, está prohibido.