Un buen amigo me dijo hace muchos años que el proyecto de modernización de la carretera de Merindades a Vizcaya estaba obsoleto antes de estrenarse. Entonces no daba crédito a sus palabras, pero con el paso del tiempo observo que tenía razón. La sucesión de accidentes mortales llevó a la Junta de Castilla y León a sumar y sumar cada vez más tramos de línea continua para evitar adelantamientos. Pese a ello, la sangría de muertes y heridos continúa. Pero aquí aguantamos casi sin rechistar que la Consejería de Movilidad haya decidido quitarse de un plumazo cualquier compromiso con la modernización de la carretera CL-629, dedicándole 50.000 miserables euros en 2023 y guardando en el cajón del olvido un proyecto recién redactado. 

Lo primero y más importante es evitar las muertes que no paran de sucederse en esa vía de comunicación. Pero después está la necesidad imperiosa de la comarca de contar con una carretera rápida y de calidad para conectarse con la provincia que más visitantes le procura y con la que desarrolla la inmensa mayoría de sus transacciones económicas. Es tan sencillo como ir de Villarcayo o Medina a Burgos por la Mazorra para observar el casi nulo tránsito de vehículos que hay.

El mapa de tráfico de la Junta de Castilla y León no miente. Dice que a Burgos se registran una media diaria de 1.367 vehículos, mientras a Bilbao van de los 4.207 del primer tramo a los casi 6.400 del más cercano al País Vasco.

Me pregunto hasta dónde aguantaremos o quién y por qué han decidido en Valladolid olvidarse de la comarca de Merindades y del proyecto de una vía rápida a Vizcaya. Lamento que todos seguimos sufriendo una vía de comunicación peligrosa, lenta y vieja sin rechistar, en silencio. El mismo silencio en el que quedan las calles de nuestros pueblos en invierno.