La fantasía de Andersen en su mano

ALMUDENA SANZ
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Sandra Rilova es una de las doce artistas internacionales que participan en el recién inaugurado museo dedicado al célebre escritor danés en su ciudad natal, Odense

La reina Margarita de Dinamarca inauguró el museo el pasado 30 de junio. - Foto: MUSEO DE H. C. ANDERSEN. Y ARD JONGSMA

Quién le iba a decir a Hans Christian Andersen que desde aquella ciudad que le recibió asperona, con una tormenta de nieve y un frío que le dejaron aterido para los restos, se iba a dibujar el mundo de fantasía y desbordante imaginación que legó a la eternidad con sus cuentos. La ciudad natal del escritor danés, Odense, de la que salió con 14 años a buscarse la vida, se ha rendido a sus pies con un museo de cuento diseñado por el arquitecto Kengo Kuma y armado con la intervención de doce artistas internacionales de distintas disciplinas, entre ellos la ilustradora burgalesa Sandra Rilova, la única española en los títulos de crédito de este recién inaugurado centro cargado de la magia que Andersen imprimió a su creación literaria. 

Este particular cuento empieza hace tres años con una llamada de teléfono. El estudio de Londres que ha diseñado el concepto de la exposición interior, Event Communications, contactó con Rilova. Buscaban a un ilustrador. Barajaban a tres. Los hicieron una prueba y la varita mágica tocó a la burgalesa. «Querían un estilo en concreto que encontraron en mi trabajo, que recordara al de Andersen, que, además de escribir, tiene una obra en papel, con siluetas, recortes, simetrías. Buscaban ese look contemporáneo, sin que tuviera un toque infantil, porque el museo es para todos los públicos, y que reflejara una dualidad entre la fantasía y la narración», ahonda la creadora ante el que es uno de sus proyectos de más envergadura. 

Durante un año alumbró los clásicos del danés. El patito feo, La princesa y el guisante, El yesquero, La sirenita, El traje nuevo del emperador, Pulgarcita, El ruiseñor, Historia de una madre... Se paró todo en 2019. Y en 2020 se reanudó la maquinaria. Tocaba que esas ilustraciones recobraran vida, de la mano del estudio de animación Mute. 

Las ilustraciones para ‘La  sirenita’ se proyectan en esta  bola de espejos. Las ilustraciones para ‘La sirenita’ se proyectan en esta bola de espejos. - Foto: MUSEO DE H. C. ANDERSEN. LAERKE BECK JOHANSEN«Ha sido muchísimo trabajo y difícil porque es un museo con unas características especiales y súper interactivo y dinámico. No se trata de hacer una ilustración y ya está, sino que tenía que amoldarme a diferentes soportes, capas y materiales», resume sobre este centro, levantado en la casa donde el escritor pasó su infancia e inaugurado el pasado 30 de junio por la reina Margarita de Dinamarca. Se extiende en unos 5.600 metros cuadrados, dos tercios bajo tierra, con un jardín de cuento que imprime más fantasía a unas instalaciones que apelan a los sentidos. 

«La ilustración tiene un papel importante porque está a lo largo de todo el museo. Ha sido todo un reto», concluye Rilova, que ha viajado en el tiempo para brujulear en la vida de Hans Christian Andersen (Odense, 1805-Copenhague, 1875) y empaparse de la particular mirada que le ha llevado al olimpo de la historia de la literatura universal. 

Para salir victoriosa del desafío, ha reseteado y huido de estereotipos. La misión era generar nuevas imágenes, derribar la tradicional que se dibuja en el imaginario colectivo y la dulcificada que han propiciado las versiones de Disney. 

«Sus cuentos no tienen ese final feliz típico, esconden una parte que habla mucho de su personalidad, que era un personaje súper excéntrico, con la muerte de su padre, su mala suerte en el amor... Toda esta vida se refleja en sus historias y yo lo he intentado sacar en las ilustraciones», desvela la artista, a la que, además de reinventar un trazo para esos relatos que han pasado a la eternidad, le encargaron una serie de 2x2 metros para completar en orden cronológico los capítulos de la interesante, atormentada y desconocida vida del escritor danés. 

Su infancia en Odense, la huida de casa a los 14 años para buscarse la vida en Copenhague, sus éxitos y fracasos, sus derrotas en el amor, el reconocimiento, quizás más fuera que dentro de su país, o sus viajes, como el que movido por la alegría que vio en los soldados españoles durante las guerras napoleónicas y las historias que les escuchaba contar, le trajo a España. Una aventura, recogida en un libro, que le lleva a cruzar la península y recalar en un sorprendente Burgos. La nieve caía formando pequeños montículos. Aquí veíase un viñedo, allá un pino solitario; pensaba sin duda como yo: ‘¿Estoy realmente en España, en un país cálido?’, escribía Andersen sin sospechar que desde ese paisaje blanco una ilustradora valiente acercaría su desbordante mundo ya eterno en un museo de cuento.