Inés Praga

Esta boca es mía

Inés Praga


Boris Johnson

18/02/2022

Si no fuera por ese acento pijo que le delata de inmediato, bien pudiera pasar por uno de esos hooligans que son el terror de los sitios de playa o de los estadios de fútbol. Siempre da la impresión de andar con resaca y de no haber tenido tiempo ni para peinarse después de la farra que se ha corrido. Y las farras le gustan, nadie lo duda. Pero cuando abre la boca adivinamos que pasó por Eton y Oxford, donde se educan los mandatarios británicos, porque Cambridge se reserva para los grandes espías. Decía C.S. Lewis, autor de Las Crónicas de Narnia y profesor en el Magdalen College, que Oxford era un club de campo para los indolentes que venían de Eton llenos de arrogancia, extravagancia y perversión sexual; y es evidente que Johnson cumple perfectamente al menos las dos primeras. 

También ostenta una desinhibición pública muy frecuente en los ingleses por la importancia del teatro en su educación. No hay más que comparar esa especie de 'representación' de las sesiones del parlamento británico con la visceralidad que preside las de nuestro congreso. Allí las broncas son también mayúsculas, pero mientras nosotros seguimos con los ecos cainitas de las dos Españas, ellos tuvieron la última guerra civil en el siglo XVII y hoy comparten un supremacismo imperial que les enfrenta al Continente más que a unos contra otros. Y no debemos olvidar que en Inglaterra la irreverencia es una de las bellas artes, siempre que se ejerza con talento. Allí inventaron el culebrón, beatificaron a Jack el Destripador, cantaron Dios Salve a la Reina con los Sex Pistols, vieron crecer a los Monthy Pyton y en las Olimpiadas de 2012 difundieron un vídeo que mostraba a su Graciosa Majestad saltando en paracaídas con el agente 007. Así que no debe extrañarnos ver a Boris Johnson como actor en el gran teatro del mundo, que diría Calderón de la Barca. Estoy segura de que si Calderón hubiera hecho el casting nunca le habría ofrecido el papel, por aquello de la honra y honor; pero si llega a pillarle Shakespeare no quiero imaginar el juego que le habría dado como personaje. Ya sé que como político no ha pasado de ser el bufón del Reino (Unido). Pero aún le espera la gloria cuando, fiel a su destino, protagonice una serie, un reality o un capítulo de Los Simpson. Al tiempo.