Si la superpoblación de corzos ya era un problema para la siniestralidad vial antes de la covid-19, tras el confinamiento la situación se ha agravado. Con las carreteras vacías, las especies cinegéticas campaban a sus anchas y los meses posteriores era bastante normal encontrarse animales en puntos poco habituales. Primer factor para que los accidentes crecieran. El segundo corre a cargo de los conductores. La Dirección General de Tráfico ha percibido una involución de los comportamientos al volante durante los últimos dos años, especialmente en cuanto al aumento de las velocidades y de las distracciones. Todo esto genera el cóctel perfecto para que los incidentes graves se disparen. 
Según los datos facilitados por la Jefatura Provincial, el pasado año se contabilizaron en las carreteras burgalesas 2.475 siniestros con animales implicados, el techo del último lustro. Fueron más accidentes y también más graves, pues se contabilizaron más heridos que antes de la pandemia tanto en 2020 como en 2021. De hecho, casi la mitad de las personas que terminaron hospitalizadas con lesiones importantes desde 2015 lo hicieron en los dos últimos años. 
«Tenemos ciertas sospechas de que las velocidades medias han subido en el último año y medio. De hecho, las campañas de vigilancia que hemos realizado así lo demuestran. Con los mismos controles, hemos detectado más porcentaje de denunciados», lamenta el jefe provincial de Tráfico, Raúl Galán, quien vuelve al mensaje que siguen enviando a la población desde hace años: «Si corres y se produce una distracción o la invasión de la calzada de un animal, los riesgos de sufrir lesiones graves se incrementan porque no es lo mismo una colisión a 120 que a 150 kilómetros por hora".

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