«La vacuna nos da vida»

G.G.U.
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Roberto Núñez, usuario de la residencia de la Junta de Fuentes Blancas, fue el primero que recibió una dosis hace hoy un año. Desde entonces, en Burgos se han puesto otras 683.747

Roberto Núñez, de 88 años, fue el primer burgalés en vacunarse frente a la covid. No le importó, porque «yo no le tengo miedo a nada», afirmaba ayer. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

El mensaje de Roberto Núñez para los 27.000 burgaleses que todavía no se han vacunado contra la enfermedad del coronavirus es claro: «A todos les digo que lo hagan, porque es bueno. La vacuna nos da vida». Hace hoy un año que este usuario de la residencia de Mayores que la Junta tiene en Fuentes Blancas acaparó la atención de todos los medios por ser la primera persona que se remangó en la provincia para que le administraran la primera dosis del fármaco desarrollado por Pfizer/BioNTech. «La directora me llamó y me pidió que bajara. Y yo no había ni desayunado», recordaba ayer este vallisoletano de nacimiento y burgalés de adopción de 88 años, que doce meses y varios pinchazos después, aún destaca la destreza de la enfermera que lo vacunó entonces. «Ni me enteré», aseguró ayer.

La campaña de vacunación frente a la covid empezó en las residencias de ancianos públicas del complejo de Fuentes Blancas y generó gran expectación. Núñez, quien apunta rápido que conserva intacta la memoria, reiteró ayer que no sabía que iba a ser el primero, pero que cuando se lo dijeron tampoco le importó porque «yo no le tengo miedo a nada». 

Para ese momento, 30 de diciembre de 2020, en España apenas se habían administrado un millar de dosis; la vacuna era un fármaco nuevo. Ahora, solo en Burgos se han inoculado 683.748 unidades, de cuatro compañías diferentes. Un 82,57% de la población ha completado la pauta, lo que quiere decir que 292.797 personas han recibido dos dosis. Y, de entre estos burgaleses, hay 112.658 que ya han puesto el brazo tres veces (32,07% de la población) para reforzar su inmunidad. Núñez es uno de ellos: «Tengo las tres dosis de la covid, la de la gripe y la del neumococo», dice, siempre risueño y haciendo gala de ese buen carácter que ensalzaban ayer la subdirectora del centro, María del Mar González, y la técnica en cuidados asistenciales Elena Sadornil, que abrió a la vez que Núñez la ronda de inoculaciones entre el personal sociosanitario. «Yo tampoco tuve miedo; tenía muy claro que quería hacerlo y que la vacunación era la única forma de salir adelante», recordaba Sadornil ayer.

Para la población general, la vacuna era el camino para recuperar actividad y normalidad, pero en las residencias era un giro de 180 grados en la forma de vida que había impuesto la pandemia: aislamiento en habitaciones y ausencia casi total de contacto físico entre usuarios y trabajadores o familiares. La administración de la segunda dosis permitió que a primeros de marzo se recuperaran relaciones y actividades de forma progresiva. Después, reabrió el comedor principal y volvieron las tardes de tapete y cartas. «Comemos muy bien y ya podemos jugar otra vez a la brisca», apunta Núñez, matizando que, sin embargo, el año lo termina mal por la muerte de su mujer. «Estoy un poco triste, pero tengo salud», concluye.