Cuando las canciones no son inocentes

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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La musicóloga Laura Viñuela ofrece el día 30 una charla en la UBU, dentro de los actos del 25-N, en la que explicará la presencia de la «cultura de la violación» en la música popular

Laura Viñuela subraya que muchas canciones populares, de las que se bailan en las verbenas, están llenas de historias que normalizan la violencia contra las mujeres. - Foto: Christian Castrillo

En un campo que aún no está demasiado estudiado como es el de la música y el feminismo, Laura Viñuela es una auténtica pionera que se hizo 'famosa', a su pesar, cuando hizo algo tan obvio como decir en un periódico que muchas letras de Joaquín Sabina están llenas de lugares comunes machistas y muy cómodos para el patriarcado. La que se le vino encima fue tremenda. Hasta el escritor Arturo Pérez Reverte le insultó en Twitter: «Idiota peligrosa o lista sin escrúpulos», le espetó el académico. Viñuela dice que supo, entonces, que había acertado de pleno pues, de otra manera, la reacción no hubiera sido tan furibunda. «Para mí aquello fue un shock porque no me lo esperaba, me pilló completamente a contrapié porque, además, fue un ejemplo que puse hablando de otra cosa, y no solo por la repercusión que tuvo sino por lo que vino detrás: una oleada de insultos -por supuesto- y de impacto mediático increíble. Yo decía... ¿Pero esto qué es, si lo que he dicho es una obviedad y nada especialmente raro porque del mismo sitio del que bebe Maluma bebe Sabina en términos de género? Pero la gente se lo tomó a la tremenda y para mí supuso un antes y un después al darme cuenta de hasta qué punto la música importa y el feminismo también. Importan tanto que la gente se toma tiempo para insultarte o para ir a decirte que estás equivocada».

Viñuela, musicóloga, consultora y experta en igualdad y prevención de violencia de género en la adolescencia, estará el día 30 en la Universidad de Burgos (UBU) con la charla Nuevos sonidos y viejas historias: la cultura de la violación en la música popular, que la Unidad de Igualdad de esa institución ha incluido en su programación con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia hacia las Mujeres. «Sé que el término 'cultura de la violación' asusta y lo utilizo porque cuando se usan otros más sutiles a veces el mensaje no llega. Esto no significa, como puede pensar la gente, que escuchas la música y te conviertes en un violador sino que violar a una mujer puede suceder en cualquier momento porque vivimos en un mundo que lo hace posible. Las violaciones no existen en el vacío sino dentro de un medio ambiente y la música popular también contribuye a ello y la cultura de la violación es todo lo que lleva para que ocurran violaciones a mujeres, es un caldo de cultivo».

Es inevitable que en una conversación con Viñuela salgan clásicos de la música popular en español atravesados por una idea muy frívola de la violencia de género como La mataré, de Loquillo y los Trogloditas (1987), ya bastante explícita desde su título (Solo quiero matarla a punta de navaja); Sí, sí, de Los Ronaldos (Tendría que besarte, desnudarte, pegarte y luego violarte hasta que digas sí) o La milonga del marinero y el capitán, de Los Rodríguez, donde los dos protagonistas se matan entre sí pero no porque sean unos cafres sino por culpa de una mujer: Fue por una rubia loca que bailaba sola hasta el amanecer (...) que no era joven pero era audaz (...) y no le importaba que se la echaran a suertes. Porque la apología de la violencia sexual no es propia del trap o el reguetón (Maluma, Bad Bunny) del que se alimenta ahora el ideario de los jóvenes, que tienen también letras muy explícitas, sino que existe desde el principio de los tiempos. «Todas las canciones en las que se refleja una masculinidad tóxica, muy machoman, construidas sobre la idea de que las mujeres son un objeto y algo que a uno le hace ser más macho que los demás, contribuyen a esta cultura de la violación y estoy pensando, por ejemplo, en los grandes éxitos de Kidd Keo, que a la adolescencia le gusta muchísimo porque escandaliza y dice 'puta' muchas veces y habla de sexo de forma muy explícita. Y con el cuento de que son cosas de chiquillos - y de chiquillas también, claro- lo tenemos normalizado».

Este trapero, autor de Préndelo, bótalo, puta, mira como el Keo lo disfruta, ponte a cuatro, bájalo y chupa, no en la boca, dámelo en la nuca (guarra), tiene tres millones de seguidores en Instagram y ahora, dice esta experta, «se ha puesto un poco más fino porque ha llegado a cierto nivel de fama y eso exige pulirse un poquito; la música más dura y más explícita se mueve en otro tipo de circuitos menos comerciales». La letra de este artista, pues, no tiene nada que envidiar al hit de Los Ronaldos, que en los 80 se bailaba sin mayor preocupación, o al 'temazo' de Un pingüino en mi ascensor en el que se decía explícitamente Contigo no hay manera, yo que puse toda mi ilusión en esta violación.

Disfrutar críticamente. No niega Viñuela que el hecho de escuchar y seguir con pasión canciones y cantantes así, como hacen estudiantes de 3º o 4º de la ESO, pueda estar vinculado con la mayor tolerancia a la violencia machista que en esas edades se aprecia en las encuestas: «Ahora tienen más información sobre la violencia de género pero no sé si son capaces de incorporarla a sus emociones, es decir, técnicamente saben lo que es pero les falta mucho contenido de fondo, porque nadie les da clase de cómo enamorarse». 

La musicóloga reconoce que ella ha bailado todas estas canciones. ¿Se puede conciliar ser feminista y fan de Sabina o Maluma o bailar al ritmo de Los Rodríguez, por ejemplo? Laura Viñuela dice sí. «Si no, tendríamos que emigrar a otro planeta. Yo también he bailado La mataré y soy fan de Ismael Serrano, todo el mundo tenemos nuestro placer culpable. Podemos ser capaces de disfrutar de lo que nos da la cultura, las canciones, el cine... y a la vez ponerle un filtro crítico. Una cosa no quita la otra».