Destellos que unieron Miranda

JUNIOR VIEIRA
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La llegada del ferrocarril convirtió a la ciudad en una auténtica referencia en el ámbito español. Hoy solo quedan pequeños restos de lo que se trató de un aspecto clave en su desarrollo

Panorámica de la ciudad de Miranda con los talleres de Renfe en primera plana. - Foto: Jesús J. Matías

El chirrido de los raíles y las bocinas de los trenes se han convertido en un sonido habitual en Miranda de Ebro. La llegada del ferrocarril convirtió a la ciudad en un auténtico enclave en el norte de España y la dotó de numerosos edificios, locomotoras y talleres. Sin embargo, los años pasaron y muchos de ellos terminaron por desaparecer. Ahora, muy pocos luchan por ponerlo en valor y menos estiman todo lo que un día fue la ciudad en el ámbito de este medio de transporte. Poco queda de lo que se trató de un auténtico patrimonio. «No nos damos cuenta, pero poco a poco se va tirando todo», lamenta Juan Delgado Luna, historiador de este ámbito. 

El paisaje que rodea la estación a día de hoy dista mucho de lo que se apreciaba hace tan solo escasas décadas. Tanto en el nivel de vagones, como en aquellas instalaciones relacionadas con ello. El derribo de los talleres de motor de Renfe ha supuesto la gota que ha colmado el vaso. Y ya no hay vuelta atrás. «Es una lástima, venían para un museo del ferrocarril», admite Delgado. Su peculiar aspecto les convertía en algo a tener en cuenta entre los más curiosos. «Dicen que van a poner instalaciones nuevas, pero son prefabricadas, no van a tener ningún carácter arquitectónico», explica. Desde Renfe argumentan que la falta de uso y el deterioro de las instalaciones ha motivado este derrumbe. El proyecto afectará a los recintos diesel, de carpintería y almacén. 

En este sentido, se pueden enumerar varios edificios relacionados con el ámbito ferroviario en Miranda de Ebro y que hoy en día han dejado de existir. «Las placas y rotondas que había, los depósitos de agua y fuel», enumera Delgado, quien afirma que «era precioso». A finales de la primera década de siglo, en 2007, se inició una serie de desapariciones que afectaron de manera notoria a todos estos elementos históricos. «Creo que en ese año quitaron un montón de enclavamientos que había para ponerlo todo electrónico», afirma el historiador. A ello se le suma «el edificio de la lamparería o la casa blanca». Un conjunto de instalaciones que formaban un auténtico museo urbano del ferrocarril a lo largo y ancho de las calles de la localidad. 

Todos estos lugares no tendrían sentido alguno sin los propios vehículos. Y los situados en la ciudad albergaron muchos de ellos. Al final, se trata de los grandes protagonistas. «Miranda fue en su momento de apogeo, junto con la ciudad de Valencia, los dos proyectos más importantes, tanto por el número de locomotoras como por la suma de la potencia de las mismas», remarca Delgado. El suelo mirandés llegó a albergar algunas de las más icónicas. «En esta perdida de material motor también podemos meter a la gran familia de las de 1.500 voltios, estuvieron apartadas hasta la remodelación del depósito», explica. A día de hoy, todo vecino y turista conoce la situada en la calle Ronda del Ferrocarril. Aunque previamente se encontraba en el parque Antonio Cabezón, finalmente se trasladó a esta céntrica avenida mirandesa. Aunque eso sí, su historia no es algo de lo que estar precisamente orgulloso según Delgado. El historiador considera que su posicionamiento es algo «de chiripa». «Es la peor máquina que había, además tenía el bastidor doblado de un golpetazo que la dieron y eso es lo que quedó al final», lamenta. A día de hoy, continúa como uno de los símbolos icónicos de Miranda. 

En este sentido, son pocos los vestigios que quedan de aquella época gloriosa. «Queda la nave diesel», cuenta Delgado, quien añade que «es lo más representativo más allá de los edificios como la estación». Respecto a ella, el mirandés sabe que «hay planes para arreglarla y subir los andenes», pero considera que «se podía aprovechar para pintar las marquesinas de distintas vías». Al final, esta ubicación cuenta con una gran historia. «Muchas ciudades quisieran tener nuestra estación, pero no se sabe poner en valor», asume. Luchar por conservar el patrimonio ferroviario en Miranda se trata de una tarea complicada y al final, «se pueden contar con los dedos de la mano las personas que estamos luchando para que no se pierda nada». Solo iniciativas privadas como el Museo del Ferrocarril de Ircio abren una ventana expositiva. Su propulsor, Julio García, afirmaba que no entendía que el Ayuntamiento no apostase por ahí. Tanto la propia ciudad, como sus negocios se beneficiarían de un sector que atrae mucho turismo. Y que además Miranda lo lleva en el ADN.

El futuro se entrevé complicado. «Cuando te quieras dar cuenta, no vas a tener nada. Al final, vas a tener que traer piezas de fuera, gastar dinero cuando tú ni lo tenías aquí», lamenta. La ciudad de Miranda posiblemente no hubiera sido la misma sin un ferrocarril. «No hubiese llegado la Fefasa, no hubiesen llegado otras industrias que tuvieron gran importancia en Miranda y se hubiese quedado como una ciudad secundaria», explica. Al final, si al municipio se le conoce en la amplia geografía del país es por esto. «La importancia de Miranda, tanto a nivel nacional como internacional, siempre ha venido por el ferrocarril», destaca Delgado. 

A mediados del siglo XX, este se trataba del principal motor de la economía española y las autoridades mirandesas eran plenamente conscientes de ello. La gran cantidad de material ferroviario que llegaba a la ciudad se traducía en una ampliación de muchas de las instalaciones, tal y como recoge en sus estudios.

Unas investigaciones que no podrían estar completas sin el propio testimonio de aquellos trabajadores que durante décadas se esforzaron en su cuidado y mantenimiento. «Yo estaba haciendo muchas entrevistas sabiendo que eran personas muy mayores», asegura el historiador. Muchos de ellos trabajaban en los talleres, pero también había maquinistas u operarios en las instalaciones. «Las tengo grabadas en casete, te enseñaban toda su vida laboral», añade. A eso hay que sumar la extensa documentación y fotografías que aún existen sobre aquellos años gloriosos del ferrocarril en Miranda de Ebro. 

Las propias vivencias junto a las instalaciones que aún quedan en la ciudad rememoran la arteria principal del corazón de la ciudad. Sin el ferrocarril, muchas grandes fábricas no hubieran apostado por venir a territorio mirandés. Las empresas atrajeron trabajadores y bastantes de ellos formaron una familia. Hoy en día, pocos son los que no tienen o no conocen a nadie que haya trabajado en las instalaciones de Renfe. A pesar de que muchas se han visto deterioradas con el tiempo, otras siguen en funcionamiento. Y a ello se le añade la propia estación de trenes de Miranda de Ebro. No tan grande como otras, pero sí en lo que se refiere a la historia. La ciudad siempre se ha tratado de un enclave de las comunicaciones en el norte de España y la mayoría de trayectos aún trazan sus viajes por aquí. Muchos mirandeses continúan esperando a que esto se ponga finalmente en valor y piden que no llegue a desaparecer  lo poco que queda de este patrimonio.