El cuento para prevenir y no curar

G.G.U.
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La técnico de radiología Elena Herrero Martín publica 'Rosalía y sus manías', donde se sirve de una rana para explicar a los niños la importancia de protegerse del sol desde la infancia

La burgalesa Elena Herrero, técnico de imagen para el diagnóstico, sintió la necesidad de inculcar los riesgos del sol tras vivir en Arabia Saudí. - Foto: Luis López Araico

Un pastor de camellos con un cáncer de piel bajo los ojos, en la única zona expuesta, hizo «clic» en la burgalesa Elena Herrero Martín. Ella, técnico de imagen para el diagnóstico y radioterapia trabajaba en un hospital de Arabia Saudí, donde era habitual tratar a pacientes mayores a causa de un tumor de células escamosas como consecuencia de la sobreexposición a la radiación ultravioleta. El mismo que diagnosticaron al beduino que tocó su fibra sensible y que no solo despertó su afición por la escritura, sino que la convenció de la necesidad de inculcar a los niños la importancia de proteger la piel desde la infancia. El resultado está ya a la venta (15 euros) en forma de cuento, Rosalía y sus manías, disponible en Amazon y en algunas librerías online. Pero la idea es llegar también a tiendas físicas.

Herrero explica que en los ocho años que vivió en Arabia Saudí trabajó como supervisora de Radiología Intervencionista en Pediatría y se dio cuenta de que los niños sufrían cierto «pavor» al ver llegar al personal sanitario, en este caso ella, con «el mandil plomado, el mono de trabajo o la bata». De ahí que Herrero tratara de hacerles perder el miedo transmitiéndoles «algo más allá de lo clínico». Y así, cuando regresó a España y la pandemia explotó, dio rienda suelta a su inspiración y creó a Rosalía, «una ranita muy alegre y jovial, pero muy expuesta y, aunque busca zonas frescas, el sol está ahí». 

La protagonista de este relato «empieza a notar cambios en su piel» y a adoptar costumbres sorprendentes para el resto de su entorno: usa sombrilla, se esconde, desaparece días completos, pierde su aspecto habitual... «El texto introduce ese problema que tenemos muy a menudo en esta sociedad, que es la sobreexposición al sol y la poca prevención», comenta Herrero, matizando que «el mensaje no es directo, pero los niños van a ver que la ranita se da cuenta de que necesita protección a medida que el problema aumenta y ese es el mensaje: que la piel es un órgano que tiene memoria y que la protección se necesita antes de que haya lesión».

Por eso, a lo largo del relato no se esconde nada de lo que le sucede a la rana, ni la evolución de su enfermedad, ni el diagnóstico oncológico o la necesidad de un tratamiento con radiación. «Se lo he leído a mi hija y otros niños y veo que todos reciben ese mensaje de la importancia de la prevención y del cuidado, en primera persona, pero también a través de los amigos y de la familia porque el apoyo emocional es fundamental en la enfermedad», dice la autora, quien también alude en el texto «a la piel sanitaria, que es la que te cura y devuelve la vitalidad y la luz». 

La autora destaca que el tumor escogido no es pediátrico, sino que se ve en adultos. «Pero por eso lo escogí, porque la piel recuerda y, sin protección, lo sufres cuando eres anciano», concluye la autora, que ha tenido que aparcar su profesión al volver a España al no conseguir un contrato estable. «Te ofrecen semanas e incluso días», dice la ahora propietaria de una academia de inglés y escritora por placer.