El cielo brilla en la tierra

G.G.U.
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Molécula Escénica estrena 'La senda de las Estrellas', un espectáculo de luz y sonido que invita a viajar de la tempestad a la primavera con el firmamento como guía. Hasta el día 4 de enero

Árboles y flores refulgen en los Jardines de Ignacio del Río, al final de ‘La senda de las estrellas’ que Molécula Escénica ha recreado en pleno centro. - Foto: Patricia

A una aldea «en medio de la vieja Europa» invita Molécula Escénica a trasladarse a quienes decidan acercarse a los Jardines de Ignacio del Río, una vez que caiga la noche, para pasear bajo 'La senda de las estrellas'. Pero que nadie se llame a engaño: no es un pueblo idílico en el que llevar una vida bucólica y tranquila. Más bien al contrario, sus habitantes parecen ser gente ruda, obligados a vivir a merced de las inclemencias del tiempo y con los ojos puestos siempre en el cielo. Algo que también tiene su parte buena, porque permite que «los más sabios» del lugar lleguen a comprender los porqués de cada estrella que brilla en el firmamento y tejer así una historia que transmitir de generación en generación.

Todo comienza en la calle San Lorenzo, donde está la entrada al espectáculo de luz y sonido que la compañía burgalesa estrenó ayer en colaboración con el Ayuntamiento. El acceso se hace en grupos pequeños, cada cuarto de hora, y la primera parada es, a priori, un paisaje nevado. Pero la belleza de una capa de nieve impoluta -que muchos añoran en realidad- enseguida se transforma en una tempestad, una ventisca que azota puertas y ventanas mientras los lobos aúllan y los copos siguen cayendo sin cesar. «La aldea se prepara para el crudo invierno» en esa aldea que cada uno imagina a su modo, pero que Molécula Escénica sitúa en «un paisaje agradable a la vista pero insoportable para el desarrollo». Se acerca el final del año, el sol cada vez luce menos y en la gelidez de ese invierno que a Burgos parece no querer llegar más, las gentes de este pueblo temen que el acopio hecho en las buenas épocas no sea bastante. «Hay años con escasez grande y hambre», aclara el narrador, matizando que, sin embargo, eso no desincentiva a los vecinos, que mantienen su costumbre de pasear de noche.

De esa manera, día a día y año a año, empiezan a descubrir que en el firmamento hay algo más que estrellas: una osa, un león, un cangrejo, un cisne blanco, una lira, un caballo, un cazador... Lo que en un primer momento era una ventisca se transforma en luz y calor, con recreaciones de astros que se iluminan y una proyección sobre la fachada lateral de la iglesia de San Lorenzo. «Todos los años nuestro Sol empieza a bajar hacia el Sur», dice el narrador, mientras el público se desplaza a una suerte de colorido firmamento, con árboles que refulgen e invitan a los espectadores a seguir caminando hacia el final de la historia. Ese momento en el que «los sabios» se dan cuenta de que «la naturaleza tiene sus propios ciclos y que el cielo ofrece un mapa del tiempo» que permite comprender mejor lo que sucede en la Tierra. Y que, a pesar de la oscuridad y la crudeza del final del año, basta con mirar al cielo para saber cuándo la tierra estará preparada para que las semillas vuelvan a germinar y broten las flores y plantas que, de repente, resplandecen en los jardines de Ignacio del Río. Toda una historia para disfrutar en familia hasta el 4 de enero.