"Mi obsesión ha sido hacer visibles el ruido y la palabra"

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. José Luis Arlanzón es uno de esos hombres y esta es (parte de) su historia

"Mi obsesión ha sido hacer visibles el ruido y la palabra" - Foto: Valdivielso

La precocidad en la tarea de intérprete no fue una elección ni una cualidad singular. Hijo de una pareja sorda, Arlanzón siempre cuenta que la de signos fue su lengua materna y que hasta los 5 años casi no habló. Eso le hizo pasar una infancia "distinta" como él la llama, muchas veces rodeado de adultos, para que sus padres se hicieran entender en una sociedad, la de los años sesenta en Burgos, mucho menos inclusiva que la actual. El pequeño José Luis debía acompañar a su madre y a su padre al médico y a otros recados para que la gente pudiera comprender qué necesitaban y él siempre lo hacía con la misma diligencia y amor con los que le cantaba a su madre y ponía la mano de ella sobre su garganta para que apreciara la vibración de las cuerdas vocales.

Quizás porque pasó sus primeros años en un hogar lleno de silencio, José Luis Arlanzón (Burgos, 1956) se aficionó pronto a la música, aprendió a tocar algunos instrumentos y formó parte de varios grupos folclóricos con los que viajó por todo el mundo (fue alumno de don Justo del Río y el primer miembro masculino del grupo Tierras del Cid). "Eso en esos tiempos, los años 70 del siglo pasado, era muy importante, salir de España y ver otros países, algo que no podía hacer la mayoría de la gente. Recuerdo que en el año 1975 fuimos a bailar a un país europeo y la gente nos miraba con sorpresa al decir que éramos de Burgos porque se estaba celebrando aquí el juicio que llevaba el nombre de la ciudad".

Nació en el seno de una familia muy humilde que, cuando él apenas tenía un año, se trasladó a una buhardilla en la calle San Cosme "con tres compartimentos y una letrina que había que compartir con los vecinos y a la que teníamos que ir con una vela y un caldero; más tarde obtendríamos un piso del Círculo -fue una liberación-, a base de ir a escuchar todos los martes a las ocho de la tarde las charlas espirituales que daba el padre Ortiz (porque te daban una serie de puntos en función de la afinidad que tenías con la institución) ya que mi padre no podía". Tuvo un hermano que murió con solo dos años de leucemia "justo cuando yo iba a hacer la Primera Comunión" y una hermana 11 años más joven que él, ninguno de los dos sordos. "A mis padres les llamaban los mudos y yo era 'el mudito' porque tardé mucho en hablar". Él, Emilio, era de profesión zapatero, y fue una de las personas que iniciaron muy tímidamente el primer movimiento asociativo de los sordos burgaleses. Ella, Amparo, cosía guantes en casa. Ninguno de los dos era sordo de nacimiento sino que ambos se sumieron en el silencio como consecuencia de sendos traumatismos. "Crecer con dos padres sordos era raro para los demás, para los vecinos, que me llamaban mudito. Para mí siempre fue tan natural como que tienes unos padres fantásticos que te quieren, te ayudan y te enseñan, la única diferencia es que prácticamente no tuve infancia, o tuve una infancia distinta, porque siempre estuve a su servicio ya que para ellos era un alivio poder hacerse entender".

Arlanzón, con 9 años, trasladando a lengua de signos las palabras del arzobispo.Arlanzón, con 9 años, trasladando a lengua de signos las palabras del arzobispo.

A pesar de esta peculiar situación, José Luis siempre se las apañó para participar en la vida de la ciudad. Estudió en el Círculo, en el Liceo Castilla y en la Filial número 2, en San Pedro y San Felices, -su tía Elisa, a la que llama su mentora junto con su tío José Daroca, se encargaba de acompañarle cuando había que hablar con los profesores- y no solo jugaba mucho en la calle, como todos los niños de la época, sino que enseguida se apuntó a las actividades de la Organización Juvenil de España (OJE) "aunque la escalada y las caminatas no eran para mí" y a las danzas de la Sección Femenina, que a esas alturas admitían chicos.

Toda esta actividad la acompañaba con la responsabilidad de hacer el mundo más claro para sus padres. "Recuerdo que mi padre se empezó a reunir con otros sordos en bares, el Segura, el Rosita, en el centro de los Requetés, en la Flora... hasta que el arzobispo don Segundo de Sierra y Méndez les prestó un centro en San Pedro y San Felices y, finalmente, en la Quinta, un sitio muy particular para mí". Ese grupo sería el germen de la asociación de sordos que lleva el nombre de Fray Pedro Ponce de León, considerado el primer educador de los niños con hipoacusia.

Durante años la sordera se vinculó con cosas feas: endogamia, alcoholismo... y la gente se sentía culpable"

No eran tiempos fáciles para las personas que no oían. Tenían muy mala fama. "La sordera -reflexiona Arlanzón- siempre se vinculaba a algo feo porque su etiología estaba asociada entonces, antes de que se conocieran los factores biológicos y predisponentes, a la endogamia o al alcoholismo, y los afectados siempre tenían como un sentimiento de culpa, como la gente que tenía otras discapacidades, porque en el ambiente flotaba eso de que algo habrían hecho, ese estigma siempre estaba ahí".

Que Sierra y Méndez cediera un espacio para que los sordos se reunieran hizo que conociera a este jovencísimo intérprete y que le impresionara tanto que le pagó todos los estudios -"le debí parecer un chico listo y que apuntaba maneras"- y, a cambio, él debía ir todas las semanas a la casa arzobispal a recitar las lecciones que había aprendido. No fue el único principal al que hizo de intérprete. Franco, con motivo de una visita a una tómbola de Cáritas, también le tuvo a su lado, y el superior del Valle de los Caídos, Fray Justo Pérez de Urbel, se hizo entender gracias a él en una conferencia que dio en la Diputación para presentar un libro sobre Fray Pedro Ponce de León. "En un momento de la charla le tuve que interrumpir porque no entendía qué significaba la palabra endogamia. Se paró, me lo explicó, se lo conté a los sordos y ellos respondieron moviendo las manos al comprenderlo y él me dijo muy sorprendido, 'o sea, que lo están entendiendo', como que no se fiaba mucho de lo que yo estaba haciendo", recuerda entre risas.

Aunque desde los 14 años su padre le puso a trabajar en tareas manuales y pesadas (en una panadería, descargando camiones...) José Luis siguió formándose. De una forma natural, dado el contexto en el que crecía, había empezado a enseñar a niños y jóvenes sordos, dándoles clase de alfabetización y con cursos por correspondencia adquirió unas nociones de Química que le sirvieron para darles formación como operadores de laboratorio. Luego empezaría Magisterio y Psicología en la UNED, que no terminó, e hizo una diplomatura en Logopedia. "Para mí, la formación de sordos fue algo muy natural. Desde siempre me pedían que les leyera el Diario y que les comentara las noticias, así que enseguida vimos que mucha gente necesitaba alfabetización. En la sede de la Asociación Fray Pedro Ponce de León, en la calle Federico Olmeda, hicimos mucha formación, hasta montamos un laboratorio fotográfico, nos apuntábamos a un curso CCC y con una matrícula se formaban veintitantos. Y enseguida surgió la posibilidad de trabajar con el SEREN, el antecesor del Imserso".

A lo largo de su vida, José Luis Arlanzón ha ayudado a 'desmutizar' a muchos niños sordos, a enseñarles a hablar, porque los sordos no son mudos, a pesar de que mucha gente aún utiliza el concepto 'sordomudo', que es bastante ofensivo para ellos: "Mi obsesión y mi inquietud siempre han sido hacer visibles el ruido y la palabra y la música, hacer que los sordos lo percibieran. Mi madre me preguntaba cómo era la música y recuerdo una vez que vimos una bandada de estorninos y aproveché para explicarle. Yo giraba las manos haciendo el movimiento de los pájaros y me puse a cantar poniendo su mano en mi garganta".

No hubo avance tecnológico que no tuviéramos. A veces, antes que en ningún sitio"

Cuando llega una nueva generación de padres de hijos sordos, la asociación les contacta como futuros socios que iban a ser. María Luisa de Miguel, hasta hace poco presidenta de Arans-Bur, cargo honorífico que ahora ostenta José Luis, fue una de ellas y las cosas comenzaron a acelerarse, a innovar en la educación, a integrar a los niños creando unidades de hipoacúsicos en los colegios ordinarios, a hacerles presentes en la vida social y educativa. Y la Residencia María Cristina -que había albergado durante los veranos a las hijas de militares de alta graduación- se convierte, primero en un internado para sordos, y más tarde en el semillero de todas las innovaciones sociales y tecnológicas que han hecho la vida mejor, no solo a las personas sordas sino a quienes tienen otras discapacidades y, en general, a toda la sociedad, pues singular ha sido y es el comedor que desde hace muchos años comparten niños sordos con niños oyentes. Aransbur (la Asociación de Rehabilitación de Niños Sordos de Burgos, que ahora cumple 45 años) toma el modelo del colectivo de Guipúzcoa, AransGi: "Les visitamos y cogimos su marco de trabajo. Luego nos abrió muchas puertas también formar parte de la Federación Española de Padres de Sordos y tuve la suerte de ser su representante en Europa, lo que nos permitió viajar, conocer qué se hacía en otros países y organizar congresos internacionales con los que estábamos completamente al día. No hubo avance tecnológico para sordos que no lo tuviéramos aquí y a veces antes que en otros sitios. Les decíamos a los padres que si había alguna novedad y no la teníamos aquí es que no existía". Y de ello da fe la hemeroteca de este periódico, que dio cuenta en 1987 de que la asociación era el primer centro español en tener una tarjeta prototipo de voz, que ayudaba a mejorar la expresión oral de los niños con hipoacusia y que fue donada por la Fundación IBM

Todas estas oportunidades fueron -continúa Arlanzón- las que hicieron que Aransbur sea lo que hoy es: un laboratorio de comunicación que emplea la tecnología más avanzada para facilitar a los sordos su comprensión del mundo. Desde sus instalaciones, que albergan la empresa de servicios Mira Lo Que Te Digo (MQTD), se ofrecen todo tipo de servicios de accesibilidad comunicativa: subtitulado en directo, estenotipia, sistemas de inducción para personas que utilizan prótesis, creación de audioguías... lo que les ha hecho ser un auténtico referente en el sector.