De generación en generación

REBECA E. CASADO
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Las fiestas de Burgos suponen un encuentro intergeneracional para muchos niños, para los cuales son los primeros Sampedros de los que tengan constancia tras la pandemia, y los viven de la mano de sus abuelos, veteranos ya de esta festividad

Rosa Carmen y Paula Alday; Esperanza Mena y Feliciano González, Kepa y Manu Sedano; Ángel Alonso y Carlota Ayala. - Foto: Alberto Rodrigo

Quien escribe estas líneas, hace años que dejó de ser una niña, también dejó de disfrutar de la compañía de su abuelo, el único que tuvo. Pero hay algo que esta muchacha siempre recordará, -además de las largas jornadas donde su abuelo corría detrás para enseñarle a andar en bicicleta- y son todos y cada uno de los eventos a los que le llevó de la mano para conocer las fiestas de Burgos y sus tradiciones.

Este 2022, Rosa Carmen Alday, Esperanza Mena y Feliciano González, y Ángel Alonso pueden hacer lo mismo, disfrutando junto a sus nietos Paula, Kepa y Manu, y Carlota, respectivamente, de unos esperados y deseados Sampedros tras la suspensión en 2020 y las limitaciones de aforo de los actos del año pasado. 

Desde su implantación en 1873, la festividad de San Pedro y San Pablo nunca se había suspendido, ni siquiera en 1918, año de la Gripe Española. O en 1936, otra fecha clave para pensar que no se celebraron por la Guerra Civil. Un hecho histórico en la ciudad, el de la pandemia de la covid, que da paso este año sí a unas fiestas donde se vivirán momentos únicos que abuelos y nietos evocarán siempre.

Rosa Carmen Alday recuerda a la perfección, a sus 61 años de edad, cómo se desarrollaban las fiestas antes, desde el nombramiento de la reina hasta la verbena en el Espolón y las barracas en el paseo de la Quina. «Allí estaba también el Teatro Argentino. Nos lo pasábamos de maravilla», rememora.

De eso ya ha pasado un tiempo y las cosas han cambiado mucho, pero lo que no ha variado son las ganas de revivir las fiestas de nuevo. Esta vez, con especial ilusión al hacerlo de la mano de su única nieta, Paula, de 7 años, que a su corta edad desparpajo y personalidad no le falta.

Hacia varios años que Rosa Carmen no se vestía con el traje regional de danza. La ocasión lo merece, aunque la sensación ha sido «rara». Vinculada desde los siete años a Justo del Río, fue reina de la agrupación en 1979. Una predilección que ha pasado a su hijo Jesús -el primer niño del grupo en su época- y éste a su vez a Paula. «Me encantaría verla de reina. Estaría bien, primero la abuela y después la nieta».

Y es que el amor de Rosa Carmen a Paula es especial, más aún cuando comparten tantas cosas, ya que, en la actualidad, dentro de esta asociación de danzas burgalesas, han coincidido las tres generaciones de Alday, ocasionándose el singular hecho de bailar juntas abuela y nieta. «Somos las únicas», manifiesta orgullosa la matriarca de la familia.

Tuvo que dejar muy pronto el baile al quedarse embarazada de su hijo, aunque, de una u otra manera, siempre ha estado unida al folclore. Ahora, quiere recuperar el tiempo de la mano de Paula en estos Sampedros. «Ya le he prometido que haga el tiempo que haga, el día de la ofrenda de flores me voy a vestir con ella e iremos juntas», sentencia.

Desde otro punto de vista viven Esperanza Mena y Feliciano González las Fiestas Mayores de la ciudad de Burgos. Ellos llevan cuatro décadas arraigados a la peña Los Pitufos -la antigua Los Trócolos- y ahora quieren integrar a sus nietos Kepa y Manu, unos gemelos muy salados de 8 años, en ella.

Aunque son pequeños, ya saben lo que es una peña y lo que es vivir las fiestas dentro de esta asociación arraigada a la barriada de Los Ríos. «Con los nietos lo vivimos todo. Ya conocen la tirada de la bota, han ido a los toros con nosotros y han hecho la bajada», admite Esperanza.

Esta pareja no recuerda unos Sampedros sin estar dentro de la peña. «Dice que el hábito no hace al monje pero lo cierto es que te pones la blusa y ya estás de fiesta, y si vas de otra forma no es lo mismo», afirma Feliciano quien intuye que este año va a ser «una auténtica locura». Después de El Parral, las fiestas van a suponer el primer contacto directo que van a tener los peñistas tras dos años de grandes ausencias, donde para ellos, los Sampedros empezaron un mes antes del pistoletazo de salida para disponer de todos los preparativos «que también forman parte de las fiestas».

Esperanza y Feliciano tienen claro que una de las cosas que se rompen en la agrupación son las cosas que dividen a la sociedad. Aquí no hay clases ni distinción por edad. «Es ponerte la blusa y todos somos iguales, es sentir que formas parte de algo. Eso es la peña, ahí es donde se hace la unión y es algo que queremos transmitir a nuestros dos nietos», manifiestan al unísono.

Ángel Alonso es un hombre ocupado, algo menos desde que en 2020 se jubilara de Confecciones Este, donde llevaba 50 años trabajando, y dejara también de regir la Sociedad Recreativa Cultural Blusas La Inmaculada tras casi dos décadas. Aún así, sigue vinculado a la Federación de Blusas de Burgos, es presidente de la asociación Cabezas de Familia La Inmaculada y dirige el Consejo de Barrio de Gamonal.

Pero a pesar de eso, siempre tiene un hueco para su nieta Carlota, su ojito derecho, más ahora que se acerca el periodo estival. Pero antes de que la pequeña de 7 años se vaya a unas merecidas vacaciones por sus extraordinarias notas en el colegio, quiere vivir con ella los Sampedros y que conozca sus tradiciones.

De mano del abuelo vivirá la ofrenda floral, «uno de los actos más bonitos y emotivos». Tampoco se perderán otros eventos, como el lanzamiento de la bota en su séptima edición o la colocación del pañuelo al Cid. Atrás quedaron ya los miedos por la pandemia y los contagios. Saldrán, como bien admite Ángel, todos los días a bailar. 

Y aunque a Carlota los fuegos artificiales le asustan un poco, no tiene nada que temer al lado del abuelo, quien le llevará a ver bailar a los Tetines y Danzantes y, por supuesto, a los Gigantillos y Gigantones, que le encantan. Y juntos, como no, cantarán el Himno a Burgos, un canto que Carlota se sabe de memoria y lleva días afinando la garganta para la ocasión.