Cuando queremos exaltar la grandeza de algo el lenguaje nos ofrece la expresión “como una catedral”. Pues aquí estamos nosotros, privilegiados paisanos de una joya que, más espléndida que nunca, cumple 800 años. Mañana es el gran día, el de este VIII Centenario que los burgaleses celebramos como si fuera un cumpleaños de la familia, algo nuestro. Majestuosa, imponente, erguida frente a todo, dibuja en el cielo burgalés esa silueta, el mejor símbolo de nuestra tierra, el más reconocible. Un skyline único en el mundo.

Dentro de unos días esas agujas fantásticas, esas torres de encaje imposible plasmado en piedra acogerán el arranque de la llamada Vuelta de las Catedrales, del gótico burgalés al románico de Santiago. Y celebro con emoción que el deporte sea uno de los grandes protagonistas de este aniversario que ha convertido al templo en una fuente inspiradora de actividades que están regando de vida esos ámbitos que son vitamina para el alma: cultura, arte, música, fervor, historia, turismo… y sí, también deporte. Esa simbiosis entre un deporte tan arraigado en Burgos como el ciclismo y la catedral convertirá ese día en uno de los más especiales de este celebrado cumpleaños, y hará que la imagen de ELLA acogiendo al ilustre pelotón dé la vuelta al mundo. Yo aún recuerdo el día en el que siendo una periodista pipiola vi junto a la catedral a Miguel Induráin. De esas imágenes que se te quedan grabadas, como seguro lo hará la del 14 de agosto.

Pero antes, el día 3 podemos calentar motores con la Vuelta a Burgos, que también echa a andar bajo el manto protector de nuestro gran monumento. Y ya es tradición. También lo es que nuestros equipos lleven la catedral en sus camisetas, que la elijan como escenario inigualable para presentarse a su afición. Hablando de afición, hoy la del Burgos puede empezar a renovar su abono. ¿Objetivo? Pandemia mediante, llenar El Plantío, y tener en las gradas una afición como una catedral.