Del nomadismo a la periferia

Angélica González
-

El matrimonio formado por Antonio Dual y Leonor Hernández y la hermana del primero, Anita Dual, viuda, son las 'familias fundacionales' del poblado del Encuentro, cuyo desmantelamiento se ha iniciado este verano.

Del nomadismo a la periferia - Foto: Ángel Ayala

Fue el 18 de julio de 1993. Sin cámaras, el concejal de Acción Social, Germán Pérez Ojeda, entregaba a 25 familias gitanas las llaves de otras tantas casas prefabricadas que el Ayuntamiento había comprado a una empresa de Soria -donde las localizó otro edil, Cristino Díez-, y colocado sobre un suelo municipal cercano a la antigua carretera de Quintanadueñas. Poco más de un año se tardó desde que el equipo de Gobierno de José María Peña tomó la decisión de crear un poblado para mejorar las condiciones de vida de las personas que se hacinaban en el espacio conocido como La Tejera y al que le venía rodeando la presión de la expansión urbanística de la zona (junto a la casa de la Guardia Civil, en la Avenida de Cantabria), hasta que el proyecto se hizo realidad, y aquella gente pensó que les habían trasladado a pequeños palacios. Porque pasaron de habitar chabolas sin  habitaciones ni baño a hacerlo en unos módulos con cocina completa, aseo y tres dormitorios. Casi treinta años después, la semana pasada, ha comenzado -con la entrada de excavadoras y la destrucción de 3 de esas 25 viviendas- el principio del fin del asentamiento de infraviviendas más grande que existe en Castilla y León.
Hay que remontarse a mediados de los años 70 del siglo pasado para encontrar el germen de lo que más tarde sería este 'barrio', que tomó su nombre de una granja cercana. Y es necesario para ello hablar de lo que una de las personas de referencia del poblado, la trabajadora social María José Lastra, llama «las familias fundacionales». Fueron el matrimonio compuesto por Antonio Dual Hernández y Leonor Hernández Santiago y la hermana del primero, Anita Dual, que era viuda. Originarios de Asturias mantuvieron durante años el nomadismo que históricamente había caracterizado al pueblo gitano y desde allí se fueron acercando a Burgos. Antes de llegar a la capital vivieron, siempre de forma provisional y con hijos, yernos y nietos, en localidades como Lerma, Villahoz o Castañares. Al llegar a la ciudad se asientan  en la fábrica de Flex, que no reunían las mínimas condiciones higiénicas, y más tarde, y con el visto bueno municipal, ocupan los restos de la edificación de una antigua tejera, un espacio colindante a la entonces  conocida como Avenida General Vigón, que no se divisaba desde ninguna parte de la ciudad. Con El Encuentro tampoco se visibilizó este colectivo: seguían en la periferia, si no estrictamente física, sí emocional, lo que ha impedido durante todo este tiempo una auténtica integración social.

(Más información en la edición en papel de hoy de Diario de Burgos)