Tras una primavera de pesadilla vivimos ya el verano sin abrazos, el de la incertidumbre, el del miedo a los rebrotes, pero no se preocupen que no es mi intención amargarles el café del lunes. Al revés, porque nuestro deporte nos brinda la oportunidad de virar las sensaciones negativas de este verano raro a un verano para soñar. Lo hemos empezado a lo grande, con nuestro San Pablo enamorando a media España, nosotros ya lo estábamos, con su brillante fase final de la ACB. Y con lo de media, igual me quedo corta. No se pueden imaginar la cantidad de mensajes que he recibido de amigos no burgaleses elogiando a nuestro equipo. Lo que he presumido de vosotros, amigos del San Pablo que hoy arrancáis esa campaña Destino Coliseum, en la que volveréis a encontrar la pasión de la marea azul, que ojalá pronto pueda volver a la grada. 

Al deporte ahora, como a todo, le toca apretarse el cinturón y más que nunca cobra relevancia la creatividad, la profesionalidad, el talento y ese espíritu de trabajo que define tanto a nuestra tierra. De todo esto tenéis mucho, también ese Burgos que estrena camiseta, una nueva piel que lleva tatuada la aspiración por cosas grandes. El baloncesto nos ha enseñado el camino de llevar a nuestra tierra a la élite. Otros ya lo han seguido y ésa es la aspiración de los vecinos del Coliseum, los del Plantío, donde antes del maldito COVID ya había prendido la mecha de la ilusión por mirar arriba, donde florecía una hinchada cuya esencia, antes incluso de vivirla en directo, ha palpado y destacado ya el nuevo míster Calero.

Y lo más inminente, la Vuelta a Burgos. El regreso del ciclismo se merecía el mejor escenario posible, y ¡vaya si lo va a tener, la Catedral! A sus pies renacerá ese deporte que tanto nos gusta aquí. El cartel fusionando sus agujas con el esfuerzo de un ciclista es un símbolo de lo que somos, historia, trabajo y deporte, el que se está convirtiendo en un gran embajador de la marca Burgos.