La nevada asegura una reserva de agua vital para la uva

I.M.L.
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Los enólogos resaltan que el deshielo favorece que el suelo se empape hasta capas profundas y de forma homogénea, logrando además mejor maduración

Dependiendo de la ubicación de las parcelas, la media de precipitaciones ronda entre los 15 y los 25 centímetros, aunque hay puntos donde los ventisqueros han llegado a acumular más de un metro. - Foto: Valdivielso

Muchas son las consecuencias que provocan nevadas como la del pasado 9 de enero en la comarca ribereña, y no todas son favorables para el ámbito agrícola y ganadero. Desde el punto de vista de la viticultura, el dicho de «año de nieves, año de bienes» es casi literal, porque una nevada de esta magnitud supone un buen primer paso en el nuevo ciclo vegetativo de la viña. «Es la mejor manera de empezar el año», sentencia Jorge Peique, enólogo de la Bodega Conde de San Cristóbal, al considerar que «así el agua se aprovecha mejor que si fuese de lluvia, porque al descongelarse lentamente va penetrando en las distintas capas de la tierra y crea una importante reserva hídrica para los próximos meses».

En esto mismo coincide Jose Manuel Pérez Ovejas, asesor técnico corporativo del Grupo J & C Prime Brands, que estima que con estas precipitaciones la viña «aguantaría una primavera seca porque la distribución del agua es muy homogénea y ha bajado hasta el sistema radicular de la planta», no como en el caso de las lluvias que «se pierden por los caminos y las escorrentías».

A esta ventaja hídrica, Peique suma que las bajas temperaturas son positivas para el futuro desarrollo de la planta porque «retrasan la brotación y así evitamos las tan temidas heladas tardías de abril, que son las que más daño hacen».

También hay que añadir los beneficios para la cicatrización de las cepas, sobre todo si ya se ha sarmentado, y la posible reducción de plagas, aunque no todos los enólogos lo dan por demostrado.

No todo es positivo. Pero no todas las consecuencias de la nevada para el viñedo se colocan en el lado positivo de la balanza. Para Bodegas S. Arroyo la nevada supuso la pérdida de la vendimia de invierno que habían planteado este año. «Bajamos el 5 de enero y vimos que ya estaban listas para recoger, y cuando volvimos el día 11 ya no quedaba ninguna», relata Íker Ugarte, gerente de la bodega.

Ante la capa de nieve y la falta de pastos, los animales salvajes se lo habían comido todo. «Sobre todo corzos, aunque había también huellas de conejos y otras especies, en la nieve virgen se veía todo», comenta Ugarte. En las parcelas habían dejado unos 2.000 kilos de uva para hacer un vino dulce con uva tempranillo «que no hacemos con todas las cosechas, pero esta lo merecía». «Dejamos bastante porque luego merma como un 30%, para poder coger 1.200 kilos para elaborar 500 litros, pero esta vez la merma ha sido total», resume.