Fernán Labajo

Plaza Mayor

Fernán Labajo


Casas de madera

27/07/2022

En el libro Mediterráneo descapotable, el periodista Íñigo Domínguez recopila los artículos que escribió durante el verano de 2008, previo al gran estallido de la crisis económica, en un recorrido por la costa. Narra, con gran tino, todos los desvaríos constructivos en el Levante, las explotaciones hoteleras sin sentido y el gusto español por el veraneo extravagante. Una especie de sátira estival que, pese al paso del tiempo, es aplicable a la actualidad.   

Porque a pesar de los puñetazos sufridos durante la recesión hay zonas que se resisten a olvidar su esencia. Y no estoy hablando de restaurantes en los que el número 37 es un plato combinado de escalope, arroz blanco y patatas fritas. Que también. Hablo de rotondas construidas en la entrada de playas masificadas, de parques temáticos en terrenos desérticos, de rascacielos con las ventanas cubiertas por carteles de 'Se Alquila', de macro discotecas en polígonos industriales (a un polígono no se va a bailar, defiende un colega) y de campos de golf en urbanizaciones vacías y con escasez de agua.

Confieso cierta fascinación por ese aspecto decadente que presentan algunas localidades costeras del Mediterráneo. Por los carteles anunciadores de apartamentos en trigésima segunda línea de playa carcomidos por el sol. Por los esqueletos de torres de pisos que nunca se construirán. Por los hoteles que aún mantienen el minibar y canales internacionales como reclamo turístico. Restos de una fiesta que parecía no acabarse nunca. 

Percibo aún ese afán por que la orquesta siga tocando hasta el hundimiento. Sobre todo este verano, que hemos decidido apurar la copa hasta rayar el cristal con los dientes. Nos avisan de que en septiembre vendrá el hombre del saco, de que se avecina la tormenta perfecta una vez más. Pero preferimos construir casitas de madera frente al mar para ver la última puesta de sol.