Saber menear los dedos

A.S.R.
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El Grupo Tradicional Gavilla culmina el curso de su escuela de pandereteras, reanudada tras el parón de la pandemia con más alumnas

La pandereta es un instrumento tradicionalmente tocado por mujeres. En Gavilla se reúnen una vez a la semana para aprender y perfeccionar su técnica. - Foto: Patricia

Dice un dicho folclórico que para cantar, tener gracia y para bailar, salero; pa tocar la pandereta, saber menear los dedos. Y para enseñar a menear esos dedos, el Grupo Tradicional Gavilla puso en marcha su escuela de pandereteras en el curso 2018-2019. La historia duró poco. La pandemia truncó el proyecto. Y se mantuvo en silencio hasta el pasado mes de octubre, cuando se retomó. Y con fuerza. Había ganas de tocar y 13 mujeres y un hombre acuden cada semana a aprender a hacer bailar los dedos. Una temporada que culminó con una actuación informal en la sede del grupo (calle Jerez, 13). 

Esta propuesta afloró en la agenda a modo de bautismo de esa nueva normalidad que tanto tardó en instalarse en el folclore. «Se trata de hacer partícipe a la gente de la satisfacción de ver que hemos podido salir adelante, a pesar de todo y con un resultado muy positivo», resume María Victoria Rodríguez Tobar, profesora de este curso, en el que la pandereta comparte tiempo y atención con otros elementos de percusión como cucharas, pandero, carajillo, panaderas o sartenes. 

Aunque la pandereta pasa desapercibida entre los instrumentos de la música tradicional castellana, eclipsada por la dulzaina y la caja, juega un papel importante. O así se lo atribuye la veterana folclórica. 

«Su valor radica en que era el motor que ayudaba a que la fiesta continuara. Gracias a la pandereta y a una buena panderetera se conseguía en cualquier fiesta de cualquier localidad de nuestra provincia, aunque también en el resto de Castilla y León, animar e invitar al baile a todos los asistentes, sin ningún tipo de megafonía, a capela. La coordinación entre las intérpretes las hacía parte activa», explica y advierte orgullosa que «afortunadamente» cada vez coge más vuelo, con más gente interesada en todas sus bondades, que son muchas. E insiste en que esta es una realidad que va más allá de Burgos. «Es un elemento imprescindible en cualquiera de los espectáculos que forman parte de nuestra cultura», ahonda y destaca su versatilidad. «Con una pandereta y una voz puedes interpretar 40.000 ritmos y no exagero porque lo mismo tocas una jota que un fandango, una seguidilla, un baile a lo ligero, uno a lo llano, una habanera, una rumba... El instrumento bien adaptado a la mano es capaz de tañer cualquier sonido, sin ninguna duda», se queda bien a gusto.

Esa recobrada importancia de un instrumento sencillo, fácil de improvisar en sobremesas, que en ocasiones pasa desapercibido, queda reflejada en que la escuela de pandereteras de Gavilla ha sumado más inscripciones que en su curso de estreno. Rodríguez Tobar llama la atención sobre la curiosidad que empieza a despertar en los hombres, ajenos tradicionalmente a este mundo, y lamenta que, de momento, la juventud lo mire con recelo (la alumna más joven ronda los 45). «Pero todas ponemos el corazón, la ilusión y las ganas», saca pecho y comparte su ilusión por comenzar con un grupo infantil en otoño.