El Casco Alto insiste en frenar el vandalismo con cámaras

C.M.
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La asociación de esta zona de Burgos capital pone de manifiesto el trastorno que supone para los vecinos que estén estropeadas

Cuando están estropeadas los residentes se ven obligados a subir andando. - Foto: Patricia

La Asociación de Vecinos del Casco Histórico Alto insiste en la necesidad de instalar cámaras que vigilen las escaleras mecánicas que salvan el desnivel entre las calles Hospital de los Ciegos y Arco de San Esteban, así como también el ascensor que permite el ascenso desde Fernán González con el objetivo de frenar el vandalismo. 

La concentración de jóvenes durante los fines de semana que realizan botellón y los numerosos destrozos que causan en el mobiliario urbano fueron los motivos que en un principio movieron al Ayuntamiento a barajar la posibilidad de instalar cámaras de videovigilancia en la zona alta, San Águeda, el Castillo o la Catedral aunque finalmente el Área de Seguridad Pública y Emergencias del Ayuntamiento ha decidido solicitar a la Subdelegación del Gobierno ampliar los horarios de funcionamiento de las cámaras ubicadas en las zonas de ocio antes de comprar nuevas para el casco histórico alto. 

La asociación vecinal recuerda el perjuicio que causa a los vecinos el hecho de que las escalaras mecánicas o el ascensor estén estropeados, dado que muchos residentes tienen una edad avanzada y les cuesta superar los numerosos tramos de escalera, además del coste que suponen las reiteradas reparaciones de ambos elementos. «Se ha gastado mucho dinero en las reparaciones, de modo que el coste de una cámara se amortiza enseguida. Se ha hecho en otras ciudades como Bilbao o Santander. La accesibilidad es un derecho», indicó el portavoz de la Asociación Vecinal, Francisco Bárcena, al tiempo que recordó que serviría de elemento para disuadir a los vándalos. 

Las escaleras mecánicas comenzaron a funcionar en mayo de 2011 cuando se remodeló el casco histórico alto para salvar las barreras arquitectónicas tras una inversión de 323.000 euros. Los vándalos introducen palos, piedras o cristales entre los huecos de los peldaños, de forma que se paran y no pueden volver a arrancar. También bloquean las células fotoeléctricas provocando que la escalera funcione sin parar hasta que el motor o la correa acaban quemándose. La última reparación supuso un coste de 5.000 euros.