Joyas encuadernadas desde hace tres siglos

I.M.L.
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La Biblioteca Municipal de Aranda atesora los fondos del Salón de Recreo de Burgos, junto a su mobiliario, con obras que datan del siglo XVII, primeras ediciones y muchos libros en francés

Mesas, sillas, lámparas, estanterías y, por supuesto, libros, conformaban la biblioteca del Salón de Recreo de Burgos, que compró el Ayuntamiento de Aranda. - Foto: I.M.L.

Los usuarios de la Biblioteca Municipal de Aranda en sus inicios, en aquella primera ubicación en el edificio de Las Francesas, se sentaban a leer o estudiar en unas mesas acolchadas con lámparas metálicas encima de su cabeza, o mesas inclinadas con cuatro espacios e iluminación individual. Los que ahora superan los 50 años probablemente conozcan el origen de esos muebles, que no llegaron solos hasta la capital ribereña, sino acompañados por un gran fondo bibliográfico que, ahora, constituyen el tesoro de este templo de la cultura. 

Estas joyas son lo que en su día fue la biblioteca del Salón de Recreo de Burgos, una sociedad cultural y recreativa conformada por la burguesía de la capital burgalesa, que se fundó en 1858 y se mantuvo activa hasta su desaparición en 1974, que tenía como sede una parte del Teatro Principal de Burgos, en pleno Paseo del Espolón, donde todavía se conserva su restaurada fachada de madera y parte de sus salas, que se han utilizado incluso como set de rodaje para películas ambientadas en el siglo XIX, como una cinta que narra la vida del Padre Claret.

Cuando cerró esta sociedad, se subastaron los fondos bibliográficos y el mobiliario de la biblioteca. El Ayuntamiento de Aranda, con su alcalde José Eugenio Romera como principal artífice, hizo bien sus movimientos y logró adquirir todo el lote en marzo de 1975. El precio de esta compra se desconoce con exactitud, pero el actual equipo de la biblioteca arandina apuntan la cantidad de entre millón y medio y dos millones de pesetas, un dineral en cultura para esa época.

Gracias a esa compra,  Aranda tiene una de las más completas bibliotecas municipales de Castilla y León y es referente obligado en el estudio de la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX, no sólo en temas relacionados con España sino también de países como Francia o Reino Unido, porque hay colecciones completas de publicaciones y libros en francés e inglés.

Tal es la relevancia que se le otorga a este importante lote de libros, documentos y mobiliario que cuando se diseñó la actual Casa de Cultura, donde iba a trasladarse la biblioteca municipal, se diseñó un espacio especial para crear una sala, que los usuarios conocen como la sala de investigadores, que además de estar separada del resto de la zona de lectura por unas grandes puertas de cristal, sus tonos de maderas nobles oscuras contrastan con el mobiliario funcional de todo lo que la rodea. Eso sí, no es un museo ni un lugar sagrado, todo lo contrario, es un espacio abierto a todo el mundo interesado por la cultura. «Todos estos fondos, los que se ven en estas estanterías y los que tenemos en el archivo, están a disposición de quien los solicite», insiste Mari Cruz Barahona, una de las bibliotecarias arandinas. Una de sus compañeras, Pilar Rodríguez, pone ejemplos de utilización de estos fondos: «Cuando se restauró la zona del Castillo de Burgos, los ingenieros vinieron aquí a consultar una gran cartografía, la única en la que está levantado ese plano con criterios topográficos y que se hizo en 1820 por un cartógrafo francés que vino con las tropas invasoras en la Guerra de la Independencia e iba haciendo el levantamiento topográfico de todos los castillos que se iban encontrando en su avance», especifica Rodríguez. Pero no hace falta buscar algo técnico para acceder a estos libros. «Cuando era el boom de la heráldica, que todo el mundo quería tener su escudo en la fachada de casa, mucha gente vino a consultar la Enciclopedia Heráldica, de los hermanos García Carraffa, que es una edición con láminas a todo color y numerada», añade Pilar Rodríguez.

Lo que primero llama la atención de estos fondos bibliográficos es su belleza. Más allá del contenido, que tiene un valor incalculable, las estanterías que guardan estos libros lucen lomos y atesoran páginas plagadas de arte. Entre todos hay dos ejemplares encuadernados en piel natural, como el más antiguo de todos, fechado en el año 1632, el Auto de fe celebrado en Madrid de Juan Gómez de Mora. «Hay que destacar de esta biblioteca las encuadernaciones y las ediciones ilustradas, con grabados impresionantes, porque había un gusto especial a la hora de adquirir obras», comenta Barahona, debido a que «la sociedad la componían las personas más cultas de Burgos y tenían un gusto especial», remata Rodríguez.

Entre todos los libros y publicaciones, también llegaron hasta Aranda los catálogos de estos fondos, el primero de ellos editado por su bibliotecario, Eloy García de Quevedo, en 1901, junto con las fichas individuales de cada ejemplar con la cuidada caligrafía de aquellos años, que se guardaban en un mueble muy especial que se puede admirar a la entrada de esta sala de la biblioteca arandina. Tal era el minucioso control que se llevaba de todo en aquella sociedad que, incluso, hay unos grandes libros de cuentan en los que se detalla la compra de productos para su bar, con licores y tabacos selectos, o los menús de las comidas o cenas que sus socios organizaban allí con motivo de fechas especiales.

Ese sistema de control mediante catálogos y ficheros se asemeja mucho al que se utiliza en la actualidad y sirve para conocer la evolución de esta exclusiva biblioteca, que en 1889 empezó a hacer préstamos a domicilio de libros, periódicos y revistas atrasadas a sus socios. «Por estos catálogos sabemos que faltan algunos ejemplares, seguramente alguien se los había llevado a casa y, cuando cerró el Salón de Recreo, se extraviaron», plantea Pilar Rodríguez como explicación más probable.

No faltan entre las encuadernaciones alguna edición numerada, también de gran valor, y primeras ediciones de obras como La Regenta de Leopoldo Alas 'Clarín' o Psicopatología de la vida cotidiana de Sigmund Freud. Y es que la temática de estos fondos es muy variada, con una gran parte de carácter literario que comparte estanterías con libros de historia general y local, geografía, arte, derecho, política, filosofía, ciencias, religión,... entre los que destaca también una gran cantidad de libros en francés, debido a una donación del Gobierno galo en 1944 que fue realizada a través del cónsul de Francia en San Sebastián.

Junto a los libros, otros ejemplares destacados son los que componen la hemeroteca, que abarca desde el siglo XIX hasta principios del XX , que se guardan encuadernados. La primera publicación periódica que empezó a adquirir el Salón de Recreo fue El Civilizador: Revista Universal de ciencias, artes, bellas letras y novedades, que empezó a editarse en el año 1856. Pero también están otros títulos interesantes como la publicación inglesa The Illustrated London News desde 1863, o las revistas españolas Blanco y Negro, desde su número 1, La Esfera, Ilustración Española o Vértice, que era de corte falangista e, incluso, tiene la bandera nacional como punto de lectura. 

Que los socios del Salón de Recreo tenían gran querencia hacia todo lo francés se intuye también en la gran cantidad de publicaciones en la lengua del país vecino. Desde su apertura empezaron a suscribirse a publicaciones en francés y ahora se pueden consultar en Aranda colecciones completas de Figaro, Cosmos, Le magasin pittoresque o Paris Illustré, que son un espejo de la sociedad gala en el siglo XIX, además del icónico semanal satírico Journal Amusant o las prestigiosas publicaciones especializadas como Bulletin Hispanique, Revue l'art o Nature.

Un imán para curiosos o investigadores, que pueden pasar horas y horas sumergidos en estas páginas, rodeados de unos muebles que recuerdan a sus primeros lectores en aquella exclusiva sala de su sociedad burguesa. Si tienen curiosidad por los títulos, el fondo se puede consultar en el Catálogo de Patrimonio Bibliográfico de la Biblioteca Nacional, en el portal de Bibliotecas de Castilla y León y, por supuesto, en la propia Biblioteca Municipal de Aranda de Duero.