Calle incitadora

ALMUDENA SANZ
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Julián Vega Lavado cuelga 36 fotografías en blanco y negro de escenas que han salido a su encuentro en los dos últimos años en la Sala Cajaviva Caja Rural

Julián Vega Lavado se prodiga poco en las salas, por lo que esta muestra es una oportunidad para conocer su obra. - Foto: Patricia

Ni es un buscador de recuerdos ni un cazador de escenas, simplemente salen a su encuentro y él, siempre con su cámara de fotos al hombro, las atrapa. La calle incita a Julián Vega Lavado. Dibuja para él momentos imposibles de obviar. Y retiene ese instante en el que la chica que espera con un paraguas en la entrada de una tienda de chucherías hace un movimiento con el pie propio de una bailarina, o detecta la perfecta alineación que trazan los carros que tres basureros dejan fuera del bar mientras desayunan, o capta el reflejo de dos parroquianos en el espejo de la barra de un bar, o se suma a la danza de unos amigos mientras se hacen un selfi. El fotógrafo nacido en Benavente (Zamora) con más de media vida afincado en Burgos, escenario en toda la colección, comparte estos Encuentros en la Sala Cajaviva Caja Rural de plaza de España hasta el 12 de junio (de martes a viernes de 19 a 21 horas, sábados de 12 a 14 y de 19 a 21 h. y domingos de 12 a 14 h.). 

Vega Lavado se confiesa un hombre callejero, aunque en esta colección de 36 imágenes se cuela algún interior, que también le seducen, aunque rehúya con elegancia las propuestas que recibe para exponer (sí estuvo en una colectiva en el CAB y en Soria). No lo ha podido hacer en esta ocasión. La oferta le llegó de sopetón, sin tiempo para pensárselo mucho, y dijo sí. 

Pasea por sus imágenes y recuerda el momento exacto en el que disparó. A veces ni con tiempo para enfocar. Un punto de vista sale a su encuentro. Y clic: las piernas de una chica de espera en un paso de cebra. Una escena curiosa pasa por delante de sus narices. Y clic: un abuelo con su papamóvil casero recorre la calzada. La niebla se pone a su servicio. Y clic: un paisaje fantasmal se cierne sobre una calle San Lesmes completamente vacía. 

«Me gusta pillar momentos, como los amigos que se hacen un selfi, la pareja que se besa o los señores que intercambian cromos en la Plaza Mayor. Yo nunca, a diferencia de otros fotógrafos de calle, espero horas en un sitio determinado en busca de una foto. A mí eso me cansa. Lo mío es el instante», sostiene este inquieto creador. 

Su flechazo por la fotografía se remonta en el tiempo. A los cuatro años de llegar a Burgos, en 1972 para estudiar Aparejadores, se agenció una cámara, pero la afición arrancó tras ganar un segundo premio en un certamen nacional de Asturias con una foto de unos viñedos que realizó durante su luna de miel en Lanzarote. Se ha codeado siempre con fotógrafos profesionales, como Sacris o Javier Álvarez Cobb, y entre los primeros referentes que acuden a su memoria se encuentran Cartier-Bresson y Tony Catani. Que no significa que no haya más. Los hay. 

Ahora, ya jubilado, sabedor de que la fotografía es infinita, se ha apuntado a un grado superior en la Escuela de Arte de Burgos. Ha vuelto a madrugar y bromea con la carga de trabajo que les mandan, incluso ha vuelto al analógico. Sarna con gusto... 

Algunos de esos ejercicios y experimentos que hace con lo que está aprendiendo completan estos Encuentros del fotógrafo esquivo.