Retratos contra un techo de cristal

S.F.L.
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StARTer Proyectos Culturales diseña en Poza de la Sal dos murales como detonante para reflexionar sobre la desigualdad entre sexos

Una salinera en la fachada del edificio de usos múltiples da la bienvenida en Poza a vecinos y turistas. - Foto: STARTER PROYECTOS CULTURALES.

El debate sobre la división sexual del trabajo y las relaciones de producción invita a que el ser humano se pregunte quién hace qué y cómo se reconoce y valora socialmente esa labor. Así, las funciones de reproducción social, tareas domésticas o de cuidados de pequeños y ancianos han correspondido generalmente desde épocas inmemorables a las mujeres, que lo ejercen mayoritariamente de forma gratuita. En Poza de la Sal no podía ser de otra manera, y el papel fundamental de las féminas que durante siglos trabajaron en las explotaciones salineras de la villa contra viento y marea -muchas de ellas desde niñas- soportando la dura y tediosa tarea que exigía trabajar la salmuera hasta convertirla en grano de sal ha quedado reflejado en dos obras.

Sedimentados los cristales en el fondo de la granja, restaba recogerla mediante el rodillo, una tabla de madera provista de un mango, para amontonarla en el extremo de la era, dejarla escurrir y airear para eliminar buena parte de la humedad antes de llenar con ella los sacos para su transporte y entroje.  

En uno de los que se conserva en el Centro de Interpretación de las Salinas pueden leerse las palabras salarium argentum, utilizadas por los legionarios romanos al recibir raciones especiales de sal. De ahí el término salario, que a día de hoy se utiliza, vinculado desde hace siglos a la comercialización de dicho producto. Fue a partir de la visita que los artistas Estela Rojo y Regue Fernández, fundadores de StARTer Proyectos Culturales, realizaron en las instalaciones cuando pudieron poner la mirada no solo en el trabajo de tantas mujeres de la localidad en la explotación de estos lugares, sino en la realidad actual que sigue reflejando el gran techo de cristal que sufren en ciertos oficios del mundo rural.

Con el apoyo económico del Ayuntamiento, la villa recibe desde hace escasos días a vecinos y visitantes con la imagen de una salinera en plena acción llevada a cabo con el pingoste, el mecanismo necesario para la extracción de la sal. «El esfuerzo de la mujer se centra en bajar la lata con el pellejo hasta el pozo y por el contrapeso del otro extremo este recipiente lleno de salmuera se elevaba en ese juego de equilibrios. En esta representación el contrapeso es el trabajo y el pellejo el salario», explica Rojo. Al tratarse de un municipio cuyo casco histórico está declarado Bien de Interés Cultural, la pareja de artistas se vio con algunas dificultades a la hora de elegir el lienzo de su obra. Finalmente dejaron su huella en la fachada de la sala de usos múltiples donde las mujeres practican gimnasia durante el invierno.

Una segunda intervención sale al encuentro bajo la mirada curiosa que repara en uno de los lugares ligados a la mujer por tradición, los lavaderos, espacios que albergan en su atmósfera aún el resonar de confesiones, charlas y secretos, donde las voces femeninas y la infancia compartían labores y juegos. Allí una adolescente juega con el agua pensativa, construyendo con palabras pensamientos de ese eterno futuro igualitario «La palabra dad apenas se sumerge en el curso del agua, donde una realidad trata de salir a flote, una en la que la igualdad no tenga que ser algo de lo que hablar ni reivindicar, sino un hecho universal», aclara la creadora.

El proyecto, incluido dentro del pacto de estado contra la violencia de género continuará con una tercera intervención de la que por el momento nada pueden adelantar. Paqui, vecina de la villa, se muestra orgullosa de las dos mujeres, que a pesar de estar pintadas, también «luchan por mantener la historia en la que nos reflejamos las pozanas», y cada vez que acuda a los lavaderos, la joven que allí sostiene el término igualdad recordará el papel tan importante que jugaron sus antepasadas.