Los sapiens se adaptan al nuevo hábitat

I.L.H.
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Los primeros visitantes del Museo de Burgos y el MEH agradecen poder recorrerlos con poca gente y de manera gratuita, pero echan en falta las explicaciones guiadas. La señalítica les obliga a mantener una dirección, pero no estorba

Miguelón, el pre-neandertal basado en el Cráneo n05 de la Sima de los Huesos, también lleva mascarilla. - Foto: Patricia

Miguelón espera a los visitantes con la mascarilla puesta para dar ejemplo desde la galería de los homínidos. La prenda es imprescindible para realizar el recorrido por el Museo de la Evolución Humana una vez que ha reabierto sus puertas con un tercio de su aforo. Durante su primer día no fueron muchos los que se decidieron a aprovechar la entrada gratuita que ha implantado la Junta hasta que acabe la desescalada, pero quienes lo hicieron salieron satisfechos.

«Hemos venido pronto pensando que nos encontraríamos más gente, pero no ha sido así. Y bueno, aprovechar que está vacío es muy agradable y cómodo para ver todos los hallazgos y las salas, pero lo malo es que no puedes hacer una visita guiada», se lamentaba Luisa Sierra, que acudió al museo junto a su pareja Luis Vargas y el compañero de piso Daniel Agudelo. Los tres fueron los primeros en estrenar las nuevas formas de recorrer este tipo de inmuebles.

Las medidas de seguridad e higiene solo permiten por ahora realizar la visita de manera individual o con aquellas personas con quienes convivas. Además de no poder contar con las explicaciones de un monitor, tampoco tienes acceso a los folletos de papel y audioguías. El MEH suple esta carencia con códigos QR dispuestos en el acceso al recorrido para descargarse toda la información en el teléfono móvil, además de poder acudir a la página web del museo.

Emilio consultó con un conservador las piezas de la muestra ‘Guisar y comer’. Emilio consultó con un conservador las piezas de la muestra ‘Guisar y comer’. - Foto: Patricia

«Es muy interesante lo que han encontrado y todo lo que tiene que ver con la evolución humana. Es un museo famoso y su visita es obligada. Además, en mi caso, que soy estudiante colombiano y he de regresar, o lo veo ahora o no lo veo nunca», sostuvo Daniel, a quien el estado de alarma le pilló desplazado en Burgos. Luis y Luisa, de nacionalidad venezolana, acudieron a ver la exposición Aída cuando se inauguró, «pero en ese momento no nos dio tiempo a visitar el resto porque ya era tarde. Luego vino el confinamiento y nos había quedado la visita pendiente».

Lo han hecho en unas condiciones extrañas porque todavía nos desconcierta dirigir nuestros pasos sin equivocarnos en la dirección que marca la señalítica del suelo, no poder tocar los elementos museográficos interactivos o tratar de no acercarnos a nadie -ni a los monitores para resolver dudas- a menos de dos metros de distancia. Aún así, como Homo sapiens evolucionados, la adaptación al medio es uno de nuestros fuertes como especie.

La alegría del trabajo. Medidas sanitarias similares encontramos en el Museo de Burgos de la calle Miranda. Al igual que en el MEH, las instalaciones son tan amplias que un tercio de aforo puede significar acoger a cientos de personas, por eso lo más importante es delimitar las estancias reducidas y separar los espacios destinados a subir o bajar, de entrada y de salida.

En el Museo de Burgos lo que el día de regreso fue notorio es la alegría de los trabajadores, desde los conservadores a quienes atienden en la taquilla, el personal de limpieza o los que controlan cada sala: «El dicho de la salud es trabajo es por algo. Teníamos ganas de volver también por ver a los compañeros», comentaban desde la entrada.

Con acceso diferenciado, nada más entrar es obligado el uso del gel hidroalcohólico y el hecho de pisar en dos alfombras diferentes: la húmeda desinfectante y la seca. Sin folletos de mano ni guías explicando las obras, la visita requiere leer los paneles, algo que a Emilio, de 83 años, le resultaba un poco pesado: «Tenía ganas de verlo porque estos temas de nuestro pasado me gustan. Lo que echo en falta es que me lo expliquen porque me canso de leer sobre todo con un museo tan grande», confesaba mientras se tomaba al pie de la letra la recomendación de uno de los conservadores del museo de dedicar varios días para verlo todo. 

Para Diego Espiga la de este viernes no fue su primera vez. Suele acudir con cierta asiduidad y al enterarse por los medios de comunicación que se volvía a abrir decidió dedicar buena parte de la mañana a recorrerlo: «Me parece una oportunidad para todos, y más aún sin te gusta la Historia», sostuvo.

Además de piezas burgalesas de todas las épocas (de la Prehistoria al siglo XXI), el Museo de Burgos permite acceder a la exposición temporal Guisar y comer. De pucheros y platos, que se inauguró el 7 de marzo y tuvo que cerrar apenas cinco días después.