Un asesino en serie en la Aranda de 1942

I.M.L.
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Intriga y retrato de una sociedad rural de posguerra se mezclan en la última novela de Guillermo Galván, ambientada en la capital ribereña

Guillermo Galván comprueba el resultado de la edición de su última novela, que muestra una Aranda de hace ocho décadas. - Foto: DB

Aranda, agosto de 1942. Esta es la datación de la segunda aventura de Carlos Lombardi, el policía republicano creado por Guillermo Galván que ha retomado sus investigaciones, primero en Madrid, después de que un antiguo compañero lo saque de los trabajos forzados en Cuelgamuros, para pasar después al bochorno estival en la capital ribereña. Así empieza La Virgen de los Huesos, segunda entrega de Lombardi tras Tiempo de siega, en la que Galván ha recreado con todo lujo de detalles lo que podía ser un paseo por la calle Isilla y la Plaza Mayor de posguerra, o las barcas del Barriles, la Fonda Arandina, la salida de misa de Santa María, la tienda de Fotos Cayuela, el Teatro Cine Aranda, el barrio Tenerías... Unos escenarios, también de localidades cercanas como el Monasterio de La Vid y Linares del Arroyo, jalonada por personajes autóctonos que crean una instantánea de la sociedad de hace ocho décadas.

Dos son los motivos que llevaron a Guillermo Galván a ambientar esta trama en Aranda. Para su creador, Lombardi empieza investigando en una gran ciudad como Madrid, reflejando cómo se vivió allí la posguerra, y para la segunda aventura quería un entorno rural. "Podía haber elegido un montón de sitios, pero elegí Aranda por dos razones: Una, porque Burgos fue la capital administrativa de Franco y la represión en la provincia tras el Golpe de Estado fue un paradigma del plan de exterminio que se desarrolló donde triunfó el Levantamiento; y dos, porque guardo cierta relación afectiva con la Ribera arandina", confiesa Galván, porque "conozco Aranda desde los 6 años, yo he comido en aquellos figones de la calle Isilla en mesas corridas, mi familia materna es de un pueblo cercano de Segovia", aclara y rememora.
TOTALITARISMO NOIR. Este término se ha acuñado para englobar las novelas negras que están ambientas en los regímenes totalitarios del siglo XIX, ya se en Alemania, en Italia o, como es el caso, en territorio patrio. Una denominación que a Galván le suena a bautizo de marketing pero no es ajeno a su obra ya que, además de entretener a los amantes de la novela negra, aprovecha las peripecias del protagonista para la divulgación. "Aunque sea una novela negra, es también histórica porque me parece que hay generaciones de lectores que no han tenido referencia directa a unos años que han sido muy duros, como mucho han oído las batallitas del abuelo; tampoco ha habido literatura negra sobre esa época en este país, ha habido mucha literatura testimonial, novelas sobre la posguerra pero no ha habido directamente lo que podíamos llamar el género negro, y a mí me parecía un desperdicio no aprovechar ese filón", explica.

Para dar verosimilitud a esta novela, ha contado con una larga lista de fuentes en las de que documentarse, como Máximo López Vilaboa "que me ha ayudado con el callejero", las obras de José María Rojas "que me parecen esenciales sobre la represión en los primeros meses de la Guerra Civil", el archivo fotográfico de Cartelera Arandina, Pilar Rodríguez y Mari Cruz Barahona que en la biblioteca municipal le descubrieron la Revista Biblioteca, o las charlas con Marcelo Iglesias, que lleva toda la vida en La Vid pero que aún recuerda su localidad de infancia, la desaparecida Linares del Arroyo. "Sé que es un ejercicio sobre alambre, un cierto riesgo el que los arandinos lean esta novela porque siempre habrá alguien que corrija algo, pero no es un ensayo, es una novela, y espero que no contenga errores de bulto, porque lo que he pretendido es mostrar cómo era Aranda en esos momentos", confiesa a modo de venda antes de la herida el autor, que estará en la capital ribereña el próximo 25 de marzo para presentar su nueva novela y comentarla con los descendientes de aquellos arandinos que pueblan sus páginas.