La pasión burgalesa de Orson Welles

R. PÉREZ BARREDO
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El creador de Ciudadano Kane y otras joyas del Séptimo Arte visitó Burgos hace 70 años buscando exteriores para rodar una película. Valoró dar protagonismo a los Gigantillos, pero todo quedó en nada

El cineasta norteamericano, puro en ristre, tras firmar un autógrafo a una fan en el Espolón. - Foto: Villafranca

Cuando llegó a España en 1953, Orson Welles ya era mundialmente conocido: había dirigido y protagonizado varias obras maestras del cine, de Ciudadano Kane a La dama de Shanghái pasando por Macbeth y Otelo. Y hacía mucho que había llevado el terror a su país con aquel experimento radiofónico de La guerra de los mundos una noche de Halloween; la histeria colectiva que generó la presunta invasión alienígena demostró algo, en adelante, incuestionable: el enorme poder de los medios de comunicación. El también exmarido de Rita Hayworth era, además, un tipo que difícilmente podía pasar desapercibido: era fornido, rubicundo, extrovertido; su presencia en general resultaba apabullante, reía con sonoras carcajadas y fumaba puros habanos. Así que fue rápidamente reconocido cuando puso sus pies en el suelo bendito un día de hace ahora 70 años.

No pretendía precisamente el anonimato el genio deWisconsin; de lo contrario, nunca se le hubiera ocurrido viajar a Burgos en un Ford Vedette. Además, decidió almorzar una ingente colección de banderillas sobre la barra de mármol de uno de los establecimientos con más solera de la ciudad, el Café Viena, en pleno paseo delEspolón. Para rematarlo, prendió un habano largo como un día sin pan. Aunque tenía un carácter volcánico e impredecible, se mostró amable con los burgaleses que lo reconocieron, como atestigua la fotografía que ilustra este reportaje y que fue tomada por Eliseo Villafranca: el norteamericano parece mostrarse afable con la entregada y sonriente fan que le solicitó un autógrafo en pleno Espolón.

Entre quienes compartieron un rato con él estaba el avezado periodista Felipe Fuentes Macho, 'Fuyma', plumilla de La Voz de Castilla, quien, como sucediera con Villafranca, fue avisado de la presencia del cineasta. Quizás porque estaba recién llegado a España (lo había hecho el día anterior) y se tratara, de casi con total seguridad, la primera vez que se enfrentaba a preguntas de periodistas de la vieja piel de toro, Welles respondió cortés a las cuestiones que le planteó Fuyma, quien posiblemente desconociera que el tipo al que se enfrentaba solía jactarse de que su mejor cualidad era la paciencia para con los periodistas.

Así, el creador explicó a las claras el motivo de su visita a España, país sobre el que, en ese arranque de siglo, donde cualquier gran producción salía rentable, amén de más barata. Pero, además, era un país exótico, y lleno de atractivos mundanos, para los yanquis. Más aún para tipos como Welles: dipsómano y vividor, se entregaría con inmenso placer a las juergas, las mujeres, los toros y el flamenco. Con curdas homéricas de las que tardaba días en recuperarse. 

Pero también encontró motivos más que suficientes para colmar sus inquietudes intelectuales. Gran conocedor de los clásicos, estaba especialmente hechizado por El Quijote, hasta el punto de que llegó a rodar una versión muy personal y singular de la inmortal obra de Cervantes. También le fascinaba el riquísimo patrimonio histórico y artístico español, a la manera de su afamado personaje Kane, el coleccionista de Xanadú (que contaba, entre sus obras, con una estatua ecuestre del Cid, obra de la escultora Anna Hyatt Huntington). 

Contó Welles al periodista burgalés que se había visto deslumbrado por la impresionante Catedral, obra maestra del gótico español. «He estado una hora frente a esa joya grandiosa. Como un deseo íntimo y personal me extasié ante la contemplación de esas piedras, sobre todo desde la fuente, ante la portada principal. Es grandiosa. Qué obra tan imponente». Después, desmenuzó ante el plumilla uno de sus primeros proyectos en suelo español, motivo que justificaba su visita a la Cabeza de Castilla: estaba buscando escenarios para una película que tenía ya en mente y que terminaría titulándose Mr. Arkadin.

¿Los gigantillos actores? Y aún dijo más: mostró su deseo de que figuraran en la película exteriores rodados en Burgos. Y nada más y nada menos que dos de los personajes más singulares de su folclore: los Gigantillos. «Quiero que sus famosos Gigantillos figuren en alguna secuencia. Vi sus fotos hace algún tiempo y supuse que como fondo sería magnífico. Ambientar una escena, por ejemplo, cuando ellos recorren las calles de la ciudad en alguna fiesta conmemorativa». Demostró estar documentado Welles, sin duda. Pero pese a aquellas palabras, pese a aquella intención, finalmente Burgos no fue escenario de esa película, que se rodó esencialmente en Valladolid y enSegovia, ni sus tradicionales personajes hicieron cameo alguno. Ese mismo día, Welles regresó a Madrid, instalándose en el Hotel Hilton. Mr Arkadin se estrenó en España, en el cine Palacio de la Música en 1955. No tuvo el esperado éxito de taquilla. Tampoco las críticas fueron tan benévolas entonces como lo son ahora con esa película. Lo mismo todo hubiera cambiado con los Gigantillos.