Las mujeres adictas tardan más que los hombres en pedir ayuda

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Marta González, directora de Proyecto Hombre y experta en género y toxicomanías, asegura que ellas sufren más trastornos asociados al consumo y tienen más sanción social y menos apoyo familiar

Las mujeres adictas tardan más que los hombres en pedir ayuda - Foto: Alberto Rodrigo

Las cifras son muy significativas. Solo el 20% del total de los usuarios adultos de Proyecto Hombre con un problema de adicciones identificado son mujeres. Y la cifra comienza a descender si se detalla por programas: así, en el de reducción de daños (metadona) son el 18%; en la comunidad terapéutica, un 15%; en atención ambulatoria (la que se presta a las personas que, a pesar de su adicción aún pueden llevar una vida normalizada), un 10%, y en la última etapa, la de la reinserción, apenas un 4%. También tienen una mayor tasa de abandono del programa.

La directora de la entidad en Burgos, Marta González, dice que el hecho de que sean una mínima parte de las personas a las que ayudan no es en absoluto casual sino que las toxicomanías son muy diferentes en función de los roles de género hasta el punto de que aunque las mujeres empiezan a consumir algo más tarde que los varones desarrollan la adicción antes, les produce más trastornos físicos y tienen más riesgo de sufrir enfermedades asociadas. Además, tardan dos años más que los hombres, de media, en pedir ayuda y en las familias se produce un fenómeno singular: «Si es un varón el que sufre la adicción todo el conjunto familiar se vuelca en él para ayudarle mientras que si es una mujer no ocurre esto porque se entiende que no ha respondido a los mandatos sociales de ser una buena esposa o buena madre o buena hija. Es muy habitual que los hombres vengan acompañados por una mujer, su madre o su esposa; ellas casi siempre vienen solas».

Por eso, la entidad hace ya mucho tiempo que trabaja con perspectiva de género y se muestra muy preocupada por la invisibilidad de las adicciones en mujeres. «Sabemos que hay muchísimas más de las que llegan a nuestros programas pero es imposible contabilizarlas. Desde luego, sí que somos conscientes de que se enfrentan a complicaciones específicas por ser mujeres y a trabajar contra esto dirigimos nuestras acciones», insiste la directora, con formación específica en género y toxicomanías. En este sentido, apunta a que si en los hombres es más frecuente que los trastornos asociados al consumo sean de conducta o sociales, las mujeres padecen más ansiedad y depresión «y conocer estas diferencias es muy importante».

La sanción social y el estigma a los que están sometidas las mujeres adictas también son singularmente mayores que el que tienen que pasar los hombres, afirma González, con más de dos décadas de experiencia en la atención directa. «También encontramos en ellas más historias de abusos físicos y sexuales, son más dependientes emocionalmente, sufren con mayor intensidad la culpa y tienen una mayor prevalencia en intentos de suicidio, además de que las consecuencias económicas y laborales son peores para ellas». Quizás la única diferencia que es positiva para las mujeres frente a los hombres con toxicomanías es que tienen menos problemas judiciales. 

En un estudio realizado por Proyecto Hombre a nivel nacional se reveló que el abuso emocional sufrido era un 20% mayor en las mujeres que en los hombres; el físico, un 20% más y el sexual, un 24% por encima.

Consumo "clandestino". Marta González distingue tres perfiles de mujeres toxicómanas y lamenta que los servicios de Proyecto Hombre no alcancen a uno de ellos, que precisamente por eso es el que más le preocupa. Se trata de aquellas mujeres «invisibles», según las llama, que tienen entre 25 y 60 o más años y consumen de forma «clandestina»: «Suelen beber en casa, cuando están solas o consumen más medicamentos de los que les pautan y nunca le han dicho a su médico que tienen este problema ni han pedido ayuda. También juegan en máquinas tragaperras o van al bingo. Ese consumo individual es el grueso de las que no nos llegan».

Después, destaca a las que tienen signos manifiestos de adicción, sobre todo a la cocaína y a la heroína, sustancias a las que llevan años enganchadas, por lo que participan del programa de reducción de daños o están en la comunidad terapéutica que Proyecto Hombre tiene en la localidad de San Medel, donde se trabaja de forma específica con grupos solo de mujeres y otros mixtos y donde «se les acompaña sin juzgar», en palabras de Marta González. «Allí se trabaja con ellas la gran dependencia emocional que suelen tener, la tendencia a sexualizarse o las secuelas que les han dejado los abusos físicos y sexuales y, en ocasiones, la prostitución que hayan ejercido. Intentamos que vuelvan a establecer redes de apoyo, que se cuiden y hasta que se miren al espejo, porque muchas de ellas están tan rotas que no pueden hacerlo». Cuando las sesiones son en grupos mixtos, explica, se dan pautas para ayudar a los hombres - «que también vienen de un entorno hostil», recuerda la experta- a relacionarse con las mujeres como iguales.

En cuanto al tercer grupo, las más jóvenes, entre 16 y 25 años, esas chicas que tienen un consumo o abuso de carácter experimental y carecen de conciencia de problema, tienen un consumo más igualitario que el de los chicos.