«El rey no es un lujo prescindible»

R. PÉREZ BARREDO
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ENTREVISTA | Juan José Laborda, director de la Cátedra Monarquía Parlamentaria de la UBU

Juan José Laborda, director de la Cátedra Monarquía Parlamentaria de la UBU. - Foto: Alberto Rodrigo

Posa como un dandy -el sombrero a lo Bogart- este socialista expresidente del Senado, miembro del Consejo de Estado y director de la Cátedra Monarquía Parlamentaria que ha empezado a celebrarse esta semana en la Universidad de Burgos. Asegura Juan José Laborda (1947) que la monarquía no está en crisis, pero que el debate sobre su naturaleza es preciso e imprescindible para afrontar el futuro en un momento especialmente delicado, subraya, para España y para Europa.

¿Es más necesario que nunca poner de relieve la monarquía parlamentaria precisamente porque tan alta institución goza hoy de escasa popularidad?
Sí. La monarquía está sujeta al mismo escrutinio que las demás instituciones del Estado.Lo que yo modestamente pretendo con esta Cátedra es hablar del asunto. Entender que es un órgano del Estado que necesita reflexión, y creo que gracias a esa reflexión en España -y fuera de España también- la monarquía parlamentaria tiene ventajas sobre una República. 

¿Cuáles son esas ventajas? Nada se antoja menos democrático que un rey...
El rey parlamentario es un rey neutral, que está fuera del sistema de partidos políticos. Y, por lo tanto, es un jefe delEstado que es correspondiente con una Constitución como la nuestra, no militante. Nuestra Constitución acepta la presencia de todos aquellos, cualquiera que sea su ideología, mientras no practiquen la violencia. Hay otras democracias que son militantes.En Alemania, por ejemplo, no puedes tener un partido hitleriano. En España se puede tener partidos contrarios a la Constitución, a la monarquía e incluso a la democracia. Podría haber un partido franquista.

De hecho hay partidos nostálgicos del régimen.Y, en el Gobierno, uno abiertamente republicano.
Así es. Por eso el rey representa a todos, incluso a los republicanos.

Usted defiende que la monarquía es la clave de bóveda de la Constitución. Si es así, ¿no es peligroso que la Corona se encuentre en solfa, más si cabe de un tiempo a esta parte, por mor de papelón postrero del hoy monarca emérito?
Evidentemente, los problemas que afectan a Juan Carlos I han añadido interrogantes sobre la naturaleza de la monarquía parlamentaria española. Pero insisto en que está en discusión, pero creo que está en crisis. Porque, en el fondo, la Constitución y la monarquía forman un todo. Y a pesar de los fuertes embates que ha sufrido la democracia española desde 2017 sin ir más lejos, con el gravísimo problema de Cataluña, nos encontramos con que los republicanos catalanes separatistas ponen en cuestión la monarquía en todas partes, incluidos el Senado y el Congreso, en sus actuaciones, en sus ausencias. Sin embargo, ni la monarquía ni la Constitución están en crisis, siguen funcionando. Esta semana ponía un ejemplo a los alumnos de la Cátedra: en Barcelona el agua sigue saliendo por el grifo. Quiero decir con esto que no se ha puesto nunca en riesgo la unidad de España.

Pero en Cataluña se ha producido un independentismo rampante y hay una fractura social de aúpa...
Es verdad que Cataluña está dividida socialmente en dos.Eso es lo grave, lo gravísimo. Pero no ha habido ni un mínimo avance en el independentismo. Hay una división social y política muy grave pero no un riesgo para la unidad política del Estado.

La actual la polarización, el hecho de que haya un partido republicano en el Gobierno, el auge del populismo... ¿No suponen amenazas?
Desde luego, hay más riesgos que hace diez o quince años. Podía hacer muchas reflexiones en torno a esta cuestión. Lo que ahora digo de manera firme es que los demócratas identificados con la Constitución tienen que tener en cuenta, siempre, que tienen que defender a nuestro jefe de Estado. Nuestro jefe de Estado no es un lujo prescindible de un viejo país europeo. Insisto en la idea de que el rey parlamentario es parte del sistema político. Que sustituirlo sin más no sería cambiar un nombre por otro, sino que pondría en crisis todo el sistema parlamentario.

O sea, que ser demócrata en España es también ser monárquico...
Bueno, desde luego es verdad que ahora no hay una diferencia, un antagonismo entre demócratas y monárquicos como pasaba en España en los años 30. Creo que se es más profundamente partidario de la democracia participativa entre los partidos constitucionales que entre los que se declaran republicanos y no aceptan la democracia participativa. Ahí están los partidos independentistas catalanes y vascos.

¿También atiza esa hoguera la extrema derecha, que utiliza, manosea y manipula la monarquía constantemente? Flaco favor, ¿no?
Contestaré de manera muy personal.Creo que el PSOE, que siempre ha estado identificado con la Constitución, debe hacer un esfuerzo teórico y práctico, moral y político, de defensa de la Constitución, de la democracia representativa, de la pluralidad institucional.Sería un error dejar la defensa de la monarquía exclusivamente en esos partidos que, en otros aspectos, no comparten la pluralidad de la democracia española.

¿Ha adolecido el PSOE en los últimos tiempos de eso, de no defender con suficiente contundencia esa institución, ese símbolo?
Al final, he visto con satisfacción y con alivio que el presidente Sánchez ha salido en defensa del rey, claramente. Ahora, evidentemente, creo que el rey necesita el apoyo y el calor del Gobierno.

El afecto...
Sí, el afecto, pero también la vigilancia. Creo que algunos presidentes que vinieron después de Felipe González se desentendieron del rey Juan Carlos, y luego pasó lo que pasó. De manera que es una tarea de cualquier presidente del Gobierno que atienda al jefe del Estado, que es el máximo representante, simbólico y sin poderes.Eso requiere delicadeza, que es la esencia de la política democrática. 

¿Conseguirá el actual monarca borrar la penosa imagen que ha dado su padre en los últimos tiempos?
Él lo está intentando.

Tarea difícil...
Sí. Es indudable que es difícil. Respecto al rey Juan Carlos todavía está por saberse qué va a terminar diciendo la justicia. Y, desde el punto de vista de la instituciones, el juicio que a mí me merece respecto de sus obligaciones como jefe del Estado es de respeto. En su tarea cotidiana ha actuado de forma escrupulosa.

Cuesta aceptar eso sabiéndose las cosas que se saben hoy...
Otra cosa son sus amistades y sus historias fiscales.Eso es parte de lo privado.

¡Pero es el jefe del Estado!
Lo que ocurre, en efecto, es que el rey no tiene vida privada, porque todas sus decisiones deberían haber sido refrendadas por el Gobierno. Y por eso insisto en que las tareas de un presidente del Gobierno está tener en cuenta lo que hace el rey cada momento. El rey es una persona, pero es un órgano. Es una situación complicada, porque son dos naturalezas: la humana, con sus tentaciones y deslices, y el órgano, que está a salvo. 

¿Hay diferencias entre el padre y el hijo?
Felipe VI es consciente de que, así como su padre fue un rey carismático que estuvo por encima de las instituciones (por ejemplo, debe saberse que Juan Carlos no juró nunca la Constitución, juró los principios del Movimiento), el actual monarca sí lo hizo y es un cumplidor estricto de la Constitución. Y creo que, en ese plano, no podemos más que mostrar comprensión y agradecimiento.

Decía antes que hay que esperar a que la justicia se pronuncie sobre el emérito. ¿Si se cumple eso de que todos somos iguales ante la ley la institución saldrá reforzada?
Yo creo que sí. La sociedad de nuestro tiempo está bien informada, tiene cierto desapego de la vida política; prevalece el individualismo. Y, por lo tanto, entenderá que puede haber habido errores, pero haciendo un balance general del cumplimiento de las obligaciones, el sentimiento democrático de la monarquía es comprendido y aceptado por la mayoría de la población.

Usted es amigo personal del emérito. ¿Ha hablado con él desde que salió de España?
No. Cuando se tomó la decisión estuve de acuerdo. Pero ahora, visto con cierta perspectiva, igual hubiera resultado mejor otra solución.

¿Cuál?
Una tipo Yuste [monasterio al que se retiró el emperador Carlos V tras su abdicación].

Que se hubiera quedado en España, pero fuera de foco.
Sí, como en un convento.

¿Qué debe suceder para que regrese?
Hay una cuestión inquietante, y es que la justicia no acaba de concluir. Hay cosas que resultan difíciles de entender. La justicia es muy lenta, hasta cierto punto está politizada. Y eso produce cuestiones como la que afecta a Juan Carlos, a Jordi Pujol o a Puigdemont. Lo que yo, como cualquier ciudadano normal quiere, es que se aclare rápidamente. Porque cuando la justicia actúa llega la paz, sea cual sea el resultado. Se asumirá sin ningún problema.

Usted se llevó una enorme decepción con el emérito.
Lógicamente. Le tengo aprecio, he tenido durante años una estrecha relación de confianza con él. Lo que me preocupa es como órgano. Yo respeto al rey porque creo en el Estado. Insisto en la idea de que como ser humano puede no haberse comportado bien, pero como órgano nadie puede decir que lo hiciera mal. Hay que irse a América y saber la importancia que ha tenido el rey representando a la España democrática.

¿No han oscurecido o solapado los últimos acontecimientos el papel positivo que tuvo en otros momentos de su reinado? 
Pongo un ejemplo lejano en el tiempo. Fernando el Católico no tuvo una vida personal precisamente ejemplar ¿pero qué nos quedó de él?

No era un rey parlamentario...
Ya, ya, pero aquel monarca fue extraordinariamente positivo para elEstado emergente de aquel momento.

La constante falta de consenso en el marco político, con su incendio constante, ese clima de insultos y acusaciones... ¿No fatigan al sistema y a las instituciones?
Dos reflexiones. Una: tengo el convencimiento de que nuestro sistema político sólo funciona bien, a la hora de resolver problemas de fondo, con consenso. Dos: el sistema de partidos políticos en España está anticuado. Y, por tanto, no son capaces de entender la importancia que la democracia moderna actual, la democracia de futuro, es un sistema de gobierno basado en la adopción de acuerdos.

Pues la realidad es que el panorama está más polarizado que nunca...
Evidentemente. La ventaja, en comparación con otra época en la que hubo la misma polarización -y me refiero a la España de 1935 y 1936, es que ahora España está inserta en una comunidad de naciones, cosa que no sucedía con la República. 

Es una ventaja que así sea.
Lo es, pero atención: la dimensión del problema es más grande, porque no nos basta con encontrar soluciones para España; o encontramos soluciones para Europa o España caerá en el foso. No quiero dramatizar, pero este es un momento muy difícil para Europa. Dificilísimo. No ha sido tan difícil desde la II Guerra Mundial. Europa ha pasado de ser el demonio del mundo, con dos espantosas guerras mundiales, a ser un espacio donde los derechos fundamentales son respetados.

¿Tiene la sensación de que esa división permanente, la crispación entre partidos tan enconado, está empezando a ser palpable también entre la sociedad civil?
Es más que palpable. Tiene su reflejo en la calle y en las familias. El caso más extremo es el de Cataluña. 

Eso es terrible...
Claro que lo es. Pero eso en el año 36 condujo a lo que condujo.

Menos mal que estamos en 2021...
Ahora eso no es posible. La idea de la revolución, fascista o comunista, no es posible, Afortunadamente, Europa, aunque esté desquiciada y polarizada, no puede volver a cometer errores, a la tragedia del pasado.

Apenas ha habido un par de reformas en la Constitución. ¿Por qué cuesta tanto? ¿A qué se tiene miedo? 
Las dos reformas de la Constitución han sido hechas a impulsos de necesidades europeas. Es realmente patético. Porque hay instituciones que necesitan reformas. Es absolutamente necesario reformar el Senado. La única manera que tienen las comunidades autónomas de conectarse con el Estado es con los partidos políticos. Si se piensa bien, pone los pelos de punta. Lo lógico es que las comunidades autónomas se ponga en contacto y se relacionen con el Estado a través del Senado, como sucede en un país descentralizado como Alemania. Aquí es a través de los partidos políticos. Y esa realidad es la que explica que el problema de Cataluña no es tanto un problema territorial como de partidos políticos; eso es lo que explica que el independentismo partidario catalán no ha conseguido la separación de Cataluña de España pero sí dividir a la sociedad catalana en dos. El problema territorial exige reformar el Senado para que las comunidades se relacionen con el Estado a través de instituciones plurales.

¿Pero por qué hay tanto miedo, tanto recelo a hacer cambios en la Constitución? Otros países de Europa han hecho decenas de modificaciones. Alemania, sin ir más lejos.
Por puro electoralismo. 

Qué triste...
El estar todo el día sometidos a las convocatorias electorales hace el vuelo político sea gallináceo. Necesitamos un vuelo de águila para ver que España necesita cambiar el Senado, el sistema del Consejo General del Poder Judicial, unas cuantas estructuras, la Educación, la Ley de Pensiones, los sistemas de participación económica...

Pero para todo eso hace falta el consenso que no hay.
El consenso, ¡ay!