«Es bonito cumplir un sueño y que tu padre sea tu maestro»

R.N.S.
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El fundador de este restaurante tenía muy claro que era hora de comenzar a hacer lo que realmente le gustaba

Cucho junto a su padre, y fundador deEl fogón de Jesusón, en el interior del restaurante. - Foto: Patricia

Desde siempre la vocación de Jesús Iñiguez ha sido la cocina pero, por diferentes razones de la vida, nunca la pudo llegar a ejercer de forma profesional, hasta que un día decidió hacer aquello que más le gustaba. Sin embargo, no fue hasta pasados los tres meses cuando reformó su primer local, situado en los bajos del estadio El Plantío, y construyó una cocina y un pequeño comedor en la planta de arriba. A partir de ahí con la nueva ayuda de su hijo Cucho, ambos pudieron llevar a cabo la «otra forma de comer» que les caracteriza. 

El fundador desde sus inicios estuvo acompañado de su descendiente, quien dejó los estudios de desarrollo de aplicaciones informáticas por algo que le llenara más, como le ocurría con la cocina. Después de 13 años entre fogones, los médicos aconsejaron a Jesús que dejara de trabajar, por lo que su hijo tuvo que coger las riendas del negocio y comenzar su andadura en solitario. Sin embargo, el fundador se pasea todos los días por el nuevo local situado en la calle Santo Domingo de Silos, número 32 y su vástago acude a él siempre que necesita una ayuda o consejo.

Como padre e hijo comenzaron juntos en el restaurante, el sucesor ha recibido la filosofía de su progenitor y hoy en día así continua. Pero sus comienzos no fueron nada sencillos. En el anterior local producían mucho más, si bien ahora pueden trabajar ocho horas al día y descansar lunes y domingo. No obstante, tienen muy claro qué el que algo quiere, algo le cuesta. «No es tanto el esfuerzo de desarrollar recetas, sino es el sacrificio de pasar muchas horas por un sueño que tienes. Y está claro que tienes que estar las horas que haga falta para poder hacerlo realidad», asegura el heredero.

La situación con la que se encontró Cucho cuando su padre dejó de estar al frente del proyecto fue muy distinta a lo que ya estaba acostumbrado. «Antes no teníamos la misma carga de trabajo, si no estaba yo, se encontraba mi padre y viceversa. Además, contábamos con mucho más tiempo libre para poder dedicarlo a trabajar en otros lugares para aprender y especializarnos», explica el propietario actual. Sin embargo, ambos aseguran que el espíritu, la filosofía y la forma de trabajar continua siendo la misma.
Cucho ha tenido la oportunidad de poder hacer diferentes cursos y másteres. Además de haber viajado a Japón, donde pudo conocer y dar vida a su actual pasión por combinar la cocina asiática con la cocina burgalesa y mediterránea. Aunque su padre tampoco se quedó atrás en las innovaciones, algo que ha llegado a confundir a en abundantes ocasiones a más de un comensal. Muchas veces quien cocinaba los platos más modernos y que requerían más investigación era su progenitor, mientras que él en otros momentos se centraba más en los guisos tradicionales. «Siempre nos hemos compaginado muy bien a la hora de estar en la cocina», explica Cucho Iñiguez.

Para su descendiente es muy bonito haber conseguido hacer realidad el sueño por el que tanto han luchado los dos juntos y por el que continúan luchando hoy en día. Cuando su padre comenzó el negocio forjaron muy buenas amistades con los clientes que, a pesar del cambio de local, les siguen siendo fieles. «Hacer lo que quieres habiendo pasado por tu propio padre como maestro, que todo continúe en la misma línea y que la gente responda con una sonrisa es más que perfecto para nosotros», confiesa el heredero.

 

 

HISTORIA

 

A Jesús Iñiguez siempre le ha gustado la cocina y como tuvo que cerrar su anterior negocio, decidió abrir en los bajos del estadio El Plantío un restaurante. Pensó que iba a ser un local únicamente para sus amigos de la sociedad gastronómica, pero el trabajo fue creciendo y pidió a su hijo Cucho, quien en aquel momento estaba estudiando un módulo de cocina, que le ayudara con el nuevo proyecto.

En el año 2013 los médicos advirtieron al fundador que tenía que dejar de trabajar, por lo que su hijo se tuvo que hacer cargo del negocio. 

Cuatro años más tarde como el sucesor dejó el local en el que el proyecto cobró vida, se trasladó al establecimiento, situado en la calle Santo Domingo de Silos, 23, donde se encuentran actualmente.