Editorial

El Gobierno pisa el acelerador para limpiar su deteriorada imagen

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El Ejecutivo de Pedro Sánchez se ha negado en un primer momento a aceptar un cambio de ciclo político como desde la derecha se vaticina, y como justifican decenas de analistas políticos tras el resultado electoral del domingo en Andalucía. Tanto es así que esta negación va a venir acompañada de gestos de los que vamos a ser testigos los próximos días. Por un lado, Pedro Sánchez ha convocado el sábado un consejo de ministros extraordinario para prorrogar las medidas 'anticrisis' que, tras el paso de las semanas, se está comprobando cómo están teniendo un efecto limitado sobre el bolsillo de los ciudadanos, y por lo tanto en su sentir. Por otro lado, el jefe del Ejecutivo aprovechará esta semana para acercarse hasta la Sierra de la Culebra, en Zamora, para conocer sobre el terreno el devastador incendio. Y concluirá la próxima semana con la tan ansiada cumbre de la OTAN en la que Sánchez será anfitrión de 30 delegaciones internacionales.

Multiplicarse en los territorios y pisar la calle ha sido en el ámbito político un acto tan preciado y reconocido que hasta se ha llegado a justificar un resultado electoral en el grado de cercanía demostrado por el político hacia el ciudadano.

Sin embargo, el hecho de estar en la calle y mostrar afinidad con el electorado, empatizando con sus preocupaciones, no siempre va parejo a la humanización del político. Se cuentan por decenas los abucheos cuando la clase política ya ha sacado al votante de sus casillas, hasta el punto de que llega a propiciar un pensamiento perverso en el ciudadano de que se están riendo de él.

En este sentido, ya es muy difícil que el gobierno de coalición del Partido Socialista y Unidas Podemos remonte el vuelo en esta recta final de legislatura. De otro modo, la aprobación de medidas progresistas como la reforma laboral, la subida del salario mínimo, el ingreso mínimo vital o revalorización de las pensiones estarían teniendo su efecto electoral. La chequera no sirve ya para movilizar a los votantes. Más aún, ni el cambio de discurso en materia económica va a tener efecto: ni Nadia Calviño admitiendo que la inflación va a ser más alta y persistente o María Jesús Montero defendiendo lo que negó en febrero de que las energéticas aporten más. Todo está demasiado quebrado. Así, el declive de la imagen de Pedro Sánchez y de su gobierno es palpable como quedó de manifiesto en los escabrosos resultados electorales de los socialistas y de la formación afín a Podemos.

Tiene poco margen el presidente del Gobierno en su afán por humanizar su figura, porque no se están atacando las causas que ha generado el destrozo: los afines que ha buscado en el arco parlamentario para sacar adelante la legislatura, ni el juego que con ellos mantiene. Prueba de ello es que sigue y seguirá propiciando abucheos allá donde el presidente del Gobierno se presente. Y así será hasta las próximas elecciones.