María Jesús Jabato

Señales de vida

María Jesús Jabato


El Niño Jesús

10/12/2021

Estos días prenavideños se expone en el Teatro Principal una colección de imágenes del Niño Jesús titulada La Divina Guardería y el ciclo de la Navidad conventual. El Niño Jesús ha estado muy presente siempre en los monasterios, tanto, que a Federico García Lorca le cautivaron las monjas de las Huelgas por su adorable infantilidad y por los cuidados que prodigaban al Niño Jesús como si fuera de carne y hueso, monjas que se aniñaban y casi jugaban con el Niño como si de un muñeco se tratara.

Lo escribió en su visita a Burgos, en agosto de 1917, en uno de los artículos que publicó este diario. Se quedaba el joven Lorca en lo superficial porque el culto dado en los monasterios al Niño Jesús forma parte de la tradición cristiana y la piedad intimista, pero el joven poeta tenía apenas diecinueve años y no vio más. Su profesor de Historia del Arte y de la Literatura, Martín Domínguez Berrueta, tan favorecedor del Burgos de anteayer, aunque el Burgos de hoy, tan obtuso en lo cultural, no lo conozca ni reconozca sus méritos, fue con él y otros alumnos al convento de San Antonio de Granada y, sabedor de que había una imagen del Niño Jesús que suponía de Alonso Cano, pidió a la priora que se la enseñara. Estaba el Niño cargado de vestiduras y piadosamente adornado de collares y símbolos y cortada su cabeza con las líneas de nimbos v potencias. Berrueta intuyó que aquel Niño, salvándose del atosigamiento de los ropajes, era una alhaja, y pidió a la monja que le dejase desnudarlo, consintiendo ésta tras un momento breve de resistencia, de espanto. Narra Berrueta con hiperbólica gracia que las monjas huyeron, y él y sus alumnos se fueron al lado opuesto con aquel tesoro en brazos, y empezamos, y seguimos, y casi no concluíamos quitándole mantos y mantillas, y camisas, y pantaloncillos blancos…

Las monjas en su rincón mirando al suelo; nosotros abismados en solemne mutismo delante de una escultura soberana, un prodigio, una maravilla; un niño de carne y hueso, un niño vivo, una creación gigante, genial, ¡una revelación! Años más tarde, con una mirada más profunda, dejó Lorca escritos estos versos del Nacimiento: El Niño llora y mira con un tres en la frente, / San José ve en el heno tres espinas de bronce. El Niño en esta columna. Es Navidad.
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