La burgalesa que fue reina de Inglaterra

R. PÉREZ BARREDO
-

Fue tan querida como Isabel II, y aún queda una enorme huella de la reina Leonor de Castilla -Eleanor para los ingleses- en ese país. A su muerte, hubo un cortejo fúnebre entre Nottingham y Londres, y se erigió una cruz para honrar su memoria

Sepulcro de la reina burgalesa en la abadía de Westminster.

El fasto y el boato que ha presidido el interminable funeral de la reina Isabel II de Inglaterra no es algo nuevo. Otras tuvieron exequias tan exageradas y solemnes, pero acaso ninguna tan singular como la que se tributó a una burgalesa, Leonor de Castilla, Eleanor para los ingleses. Esta reina de Inglaterra, esposa de Eduardo I, fue tan querida en su tiempo como la que acaba de despedirse de este mundo. Y las huellas de esta afirmación son perfectamente visibles en numerosos lugares de Inglaterra, de Nottingham al mismísimo centro de Londres. Nacida en Burgos en 1241, fue la segunda hija de Fernando III El Santo. Existe en la principal isla británica un culto ancestral a Eleonor, desposada en el Monasterio de Las Huelgas en 1254 con Eduardo I (entonces aún príncipe, armado caballero por la mano de Alfonso X) fruto de una alianza pacífica entre la Corona británica y el Reino de Castilla por la Gascuña francesa. En enlace se celebró aquí y allá por todo lo alto. Durante días. Y resultó que aquel impuesto matrimonio fue uno de los más sinceros y apasionados de la época.

Instalada en Inglaterra en octubre de 1255, residió en el castillo de Windsord durante casi una década, asistiendo a las atribuladas relaciones políticas del país del que ya era princesa consorte. Hasta que el príncipe Eduardo se enroló en la Novena Cruzada, y a Tierra Santa que se fue Leonor con él. Dice la historiadora Margarita Torres Sevilla que la llegada del matrimonio y sus huestes: «Proporcionó nuevas fuerzas a los cristianos y Nazareth fue reocupada por ellos, aunque pronto la enfermedad se propagó entre los cruzados y el propio Eduardo cayó enfermo. Por si fuera poco, un asesino enviado por Baybars casi terminó con la vida del príncipe con un arma envenenada». Este capítulo se ve envuelto en la leyenda, toda vez que ésta asegura que la burgalesa salvó la vida de su amado succionando el veneno de la herida de su esposo, salvándole la vida y ganándose la admiración de todos. Este episodio ha sido incluso estampado por distintos artistas a lo largo de los tiempos, como la litografía que puede verse en estas páginas.

Cuando el rey Enrique III falleció, Eduardo y Leonor regresaron a Inglaterra, siendo coronados en 1274 en Westminster. Fueron años de zozobra los primeros de su reinado, marcados por las guerras con Gales. Fue Eleanor una reina cultísima: al igual que sus hermanos Alfonso X, Fadrique y Enrique, sentía admiración por los autores clásicos. «Prueba de esta común afición fue el envío por parte del monarca castellano de una copia de su versión francesa del árabe Escalera de Mahoma, así como otros manuscritos». La burgalesa no tuvo tregua durante su reinado: dio a luz a quince hijos, nada menos, siendo el último en nacer quien acabaría heredando el trono a la muerte de sus progenitores con el nombre de Eduardo II, quien a la sazón ostentaría el primer título de Príncipe de Gales.

Las doce cruces. Tras el último alumbramiento, Leonor comenzó a mostrar los primeros síntomas de la enfermedad que la terminaría llevando a la tumba: una afección pulmonar que se ha identificado como tisis.Tras unos años residiendo en Francia, Eleonor regresó a Inglaterra. Falleció el 28 de noviembre de 1290, después de muchos días de agonía, en Nottingham. Su desolado esposo ordenó que en cada parada del itinerario del cortejo fúnebre desde este Condado hasta la abadía de Westminster, donde fue enterrada, se construyera una cruz para honrar su memoria. El mandato real fue cumplido a rajatabla y en las doce paradas -Lincoln, Grantham, Stamford, Geddington, Northampton, Stony Stratford, Woburn, Dunstable, St Albans, Waltham, Westcheap y Charing Cross- se erigió un monumento que primero fue de madera y posteriormente de piedra. De los doce hitos, se conservan enteros tres (la cruz de Geddington es la que mejor estado presenta), siendo el de Charing Cross (considerado el centro de Londres, el 'kilómetro 0') el más famoso porque, aun no siendo el original, se construyó inspirado en éste. De los demás quedan restos o han sido también reconstruidos, si bien no tan fidedignamente como el antes citado.

La cruz de Charing Cross se alza 21 metros, tiene una planta octogonal y está compuesta por tres pisos. En el inferior y entre los arcos apuntados, pueden verse los escudos de Inglaterra, de Castilla y León y del condado de Ponthieu; en el segundo piso, hay varias esculturas que representan a la reina castellana con diversos atributos reales. Cuenta esta reina de Inglaterra burgalesa con varios sepulcros en distintas iglesias de la isla. El más relevante, el de la abadía de Westminster. Fue esculpido en bronce dorado por el artista William Torel en el año 1291. Tanto en la cabecera del sepulcro como en los laterales de su basamento hay reconocibles emblemas de Castilla y León. Además, en una lápida del monumento puede leerse esta inscripción: Aquí yace Eleanor, quien fue reina de Inglaterra, esposa del rey Eduardo hijo del rey Enrique e hija del rey de España y la condesa de Ponthieu, en cuya alma Dios, en su misericordia, ten piedad. Amén.