Un vial para peregrinos en paralelo a la carretera de Hontanas

I.P.
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El nuevo camino, de 3,6 kilómetros, llega a Castrojeriz. La Diputación de Burgos ha iniciado la expropiación de una franja de terreno agrícola para lograr la anchura necesaria

La estrechez de la calzada obliga ahora a los peregrinos a caminar pegados a los árboles de ambos márgenes. - Foto: Jesús J. Matías

La carretera que transcurre de Hontanas a Castrojeriz es una trampa para los peregrinos del Camino de Santiago. Su estrechez la convierte en una ratonera en la que hay que ir con dos ojos adelante y dos atrás para avistar a los coches que vienen en una y otra dirección. Hace años que desde ambas localidades se ha demandado una actuación para garantizar la seguridad de los viandantes que, por fin, llegará este año.

La Diputación Provincial, titular de la carretera ha redactado un proyecto para acondicionar un camino paralelo a esta que transcurrirá por la margen derecha de la vía en sentido Castrojeriz, entre el arbolado y las fincas agrícolas existentes, y que ejecutará la empresa Copsa. Esta obra se contempla dentro del proyecto anual de conservación de la zona sur de la red de carreteras provincial y el coste del tramo se estima en torno a los 100.000 euros.

No se cortará ningún árbol de la característica hilera que jalona esta carretera; por el contrario, aunque el arbolado en las márgenes de las calzadas tiene su peligrosidad, en este caso se considera necesario para proyectar sombra sobre el nuevo camino y aliviar el sofocantes calor que en los meses de verano acompaña a los peregrinos en ese largo tramo hasta alcanzar la villa castreña.

Según explican desde el Servicio de Vías y Obras de la Diputación de Burgos, antes de comenzar las obras será necesario realizar expropiaciones en una franja de los terrenos de labranza para poder dar al nuevo camino la anchura necesaria, así como para hacer una cuneta para recoger el agua de lluvia. 

Ya se ha comunicado a cada propietarios la parte de fincas afectadas por la expropiación de cara a realizar el trámite cuanto antes para poder iniciar los trabajos de acondicionamiento de la nueva senda, que se pretende comenzar en junio para que en tres o cuatro semana esté concluida teniendo en cuenta que 2022 sigue siendo Jacobeo y se prevé que sean cientos los peregrinos que hagan el Camino en un año, además, en el que se va dejando atrás la covid o, al menos, la población está protegida por las vacunas.

El nuevo camino tendrá una longitud de 3,6 kilómetros y un metro y medio de anchura aproximadamente, aunque posiblemente en algún tramo variará en función de la orografía del terreno, ya que en varias zona hay desmontes que habrá que adaptar. La capa final será de zahorra.

Uno de los lugares más interesante por los que pasa esta carretera son las ruinas del convento  de San Antón donde no hay posibilidad de dar continuidad al camino, por lo que en esa zona se vuelve a salir a la carretera, unos 40 metros, para después retornar y entroncar con el camino.

San Antón es, además, uno de los punto conflictivo para los viandantes, porque la vía pasa justo por debajo del arco, un paso estrecho con una circulación fluida y con la amenaza constante de la posible caída de algunas piedras del emblemático inmueble. Tras el desprendimiento el año pasado de una piedra sobre el techo del autobús escolar, se consolidó la zona más afectada, pero desde la Fundación Amigos de San Antón se ha solicitado a la Diputación una alternativas a ese paso, proponiendo el desvío de la carretera. 

Sin embargo, desde Vías y Obras se hace hincapié en la dificultad física de llevar a cabo ese proyecto. En principio, la actuación prevista por parte de la institución provincial pasa por instalar reductores de velocidad para que los vehículos aminoren la marcha al llegar al antiguo convento; aunque no se ha decidido aún qué sistema se implantará, el jefe del Servicio Jorge Berzosa habla de 'radares educativos', que se encienden en cuanto se exceda de la velocidad que se marque. Este explica que tampoco los resaltes son una buena opción porque provocan vibraciones y rebotes con el paso de los vehículos pesados, lo que puede afectar a la estructura del propio inmueble.