Editorial

Garzón y la evidencia de que Sánchez debe hacer un cambio de Gobierno

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Desde hace semanas se habla de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, prepara una remodelación de su gabinete para después del verano. Esta hipótesis tiene un razonamiento muy lógico y no solo por la necesidad de tomar un nuevo impulso para diferenciar claramente entre lo que podrían ser dos periodos muy distintos de su mandato: el de la gestión de la pandemia y el de la recuperación. Salvo que se trunquen las expectativas puestas en este estío desde el plano económico por el turismo, todo hace pensar que en septiembre comienza otra etapa política. Lo que ocurra en los dos próximos años hasta las elecciones de 2023 será determinante.

 Sánchez, como cualquier otro presidente del Gobierno que llega a la mitad de su mandato, querrá imprimir un nuevo ritmo a la legislatura; en este caso, con más motivos. Primero, porque hasta el ecuador ha habido poco margen para el lucimiento y cumplimiento del programa electoral y mucho para el sufrimiento y el desgaste. Y ahora que la crisis sanitaria y económica, salvo sorpresas, entra en otro estadio gracias a la vacunación, se abre un margen para el optimismo, un estado de ánimo al que ayuda la certeza del dineral que la Unión Europea va a inyectar en la economía española durante este periodo. 

La segunda razón para ese nuevo tiempo de Sánchez tiene más que ver con su propio Gobierno. En concreto, con su extrema debilidad. No se trata siquiera de un problema de lógico desgaste de algunos de sus ministros por la dificultad de la situación vivida, sino de insolvencia de aquellos que no han sabido gestionar ni la normalidad.

 La polémica absurda generada por el titular de Consumo, Alberto Garzón, a raíz de su recomendación de comer menos carne, es un claro ejemplo ya no de inconveniencia o de inoportunidad política, sino de incapacidad  de gestión positiva y eficiente. 

Si Sánchez tiene de verdad en mente introducir cambios para dar fuerza a su Gobierno bipartito y volver a ganar elecciones generales debe considerar muy seriamente la necesidad de aprovechar el momento para convocar a su Consejo de Ministros a personas con perfiles de prestigio, capaces para abordar los retos inmediatos, que no son pocos. 

Si en la ecuación vuelve a introducir la variable de las cuotas correrá riesgos. Pero incluso en el supuesto de que deba mantener un porcentaje de asientos para sus socios de Gobierno de Unidas Podemos, no puede aceptar cualquier nombre. Alberto Garzón, no siendo el único que sobra, ha devaluado la relevancia de la institución -el Ejecutivo, uno de los tres poderes del Estado- a niveles difícilmente aceptables.