Antes de volcarnos como hienas sobre el desenlace de nuestra Liga, tomemos aire y distancia, mucha distancia, a 10.000 kilómetros o 13 horas de vuelo: Buenos Aires.

Que el coronavirus lo ha condicionado todo es algo que no necesita repetirse tantas veces, ya, pero seguimos asistiendo a eventos surrealistas en el mundo del deporte (y en todos los mundos, pero 'aquí' toca lo que toca). Tres premisas para contarles la historia: veinte bajas por Covid, River Plate, Copa Libertadores. No hablamos de uno o dos contagios o esporádicos protocolos de ausencia por contacto directo con un positivo: veinte. No hablamos de un equipo de Tercera o de Regional que montó una cena en la sociedad del Pueblo para celebrar un cumpleaños: River. No hablamos del Trofeo de la Galleta ni de un amistoso que pueda colocarse con calzador en cualquier otra parte del calendario: Copa Libertadores (para 'perdidos', el equivalente suramericano a nuestra Liga de Campeones). Y en la mezcla de las dos últimas premisas, hablamos de un equipo que en esta 'Champions' americana tiene títulos (el más reciente en 2018) y tres subcampeonatos (el más reciente en 2019), o sea, como si el Liverpool se presentara a jugar un partido con veinte bajas, sin un solo suplente en el banquillo y con el equivalente a Enzo Pérez, ex centrocampista del Valencia, lesionado… actuando como portero los 90 minutos. Merece la pena pararse a pensar y analizar la situación durante unos segundos… primero, porque River Plate le ganó (2-1) Santa Fe, subcampeón colombiano; y segundo, porque algo asombroso hemos creado con el fútbol, que se juega incluso cuando es inhumano jugarlo, lo mismo 'esto' que un Mundial en Qatar, y que no se detiene ni cuando daña el espectáculo y su propia reputación. Otro final feliz ha vuelto a taparle las vergüenzas.