Currantes sin sueldo por amor a Puente Arenas

A.C.
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Una decena de vecinos voluntarios con la alcaldesa pedánea, Begoña López, al frente, llevan dos años realizando numerosos trabajos de albañilería que están embelleciendo la pedanía valdivielsana

Currantes sin sueldo por amor a Puente Arenas

«La alcaldesa nos trae engañados con promesas», bromea un voluntario. Es sábado, como todos los que el tiempo lo permite, una cuadrilla de vecinos de Puente Arenas, volcados con la mejora de su pueblo, trabaja sin prisa pero sin pausa en el murete de piedra que va a sustituir los 70 metros de la vieja valla de metal que separaba la ribera del Ebro de la calle principal de la localidad. En apenas dos años, en este bello rincón de Valdivielso se ha avanzado mucho más de lo que el presupuesto de la junta vecinal hubiera permitido, si no fuera por la dedicación de una decena de currantes sin sueldo, voluntarios de los buenos, dispuestos a todo por su pueblo. El único y merecido premio que reciben cada jornada es un almuerzo que les prepara la alcaldesa y una cerveza después del tajo que comienza a las 8.30.

La regidora pedánea, Begoña López, quien ocupa el puesto desde junio de 2019, afirma que ellos proponen tareas y, si hay dinero para los materiales, siempre reciben su apoyo. «Yo no les doy trabajo. Ellos deciden», insiste. Hasta ahora lo ha habido y mucho. Ya en el confinamiento comenzaron a organizarse y cambiaron por completo el aspecto de la planta baja de la casa de las maestras, donde ahora vive de alquiler una joven pareja que acaba de tener un hijo. La regidora pidió permiso en el cuartel de la Guardia Civil y se le concedió autorización para desarrollar esta labor. Tiraron todas las paredes de la planta baja de la vieja casa que se convirtió en una moderna cocina con comedor y un baño. Solo conservaron el suelo por sus antiguas baldosas, pero meses después tuvieron que cambiarlas por la humedad que se almacenaba bajo ellas tras la inundación que metió más de un metro de agua del Ebro en la vivienda.

Aquello solo fue el comienzo. Pedro Corrales Valle, que se jubiló el pasado año tras cuatro décadas como oficial de albañilería con Excavaciones Valdivielso, se resiste a colgar la paleta y con su apoyo y sus consejos, la cuadrilla de voluntarios de Puente Arenas no ha parado de aprender y trabajar. Muchos de sus ayudantes de excepción son jubilados, como los hermanos Pedro y Alberto Corrales Martínez, quienes eran profesionales del volante y ahora se han reconvertido para manejar la pala, la hormigonera o lo que haga falta. «Esto es un hobby», dice Alberto.  

Currantes sin sueldo por amor a Puente ArenasCurrantes sin sueldo por amor a Puente ArenasMientras, José Simón va y viene con la carretilla y Jesús Ángel Díez, el único aún activo profesionalmente que esa mañana forma parte de la cuadrilla, maneja la masa y la piedra con destreza, aunque lo suyo es el mantenimiento y no la albañilería. En la hormigonera está José Ares, guardia civil de profesión y albañil por afición. Faltan José Mari, que con 75 años es el mayor del grupo, Raúl y algún otro que esa mañana no han podido acudir. 

La tala de los chopos de la ribera más cercanos al puente que da acceso a la localidad descubrió una antigua avería. El agua manaba sin parar, porque la tubería de fecales que llegaba a la cercana depuradora, sufría una fuga importante. Hubo que tirar el muro de contención del parque para arreglarla y ahí estuvo la cuadrilla de voluntarios para reponerlo. Fue la segunda prueba de fuego después de la casa de las maestras. La buena piedra de dos viviendas en ruinas que la madre de la alcaldesa, Felipa Martínez, tenía en Manzanedo, ha sido otra importante ayuda.

Después del parque contribuyeron a cumplir una promesa que Pedro, 'el oficial', había hecho al cura y sacaron la piedra del coro de la iglesia y el pórtico. Continuaron por la renovación del muro exterior del templo y de allí pasaron al murete de la ribera del río, donde llevan unos meses de faena.

Currantes sin sueldo por amor a Puente ArenasCurrantes sin sueldo por amor a Puente ArenasPero no todo el tiempo lo han dedicado al muro, porque en medio también han reformado  el botiquín farmacéutico, aprovechando el cambio de titulares, y realizado la limpieza de la madera más pequeña que dejó la tala de los chopos en la ribera. Quedan dos o tres sábados para acabar el murete, pero ya tienen planeado un nuevo muro de contención en otra depuradora aguas arriba del Ebro, una placa de hormigón para estabilizar la base de los contenedores de residuos y reciclaje o unas escaleras de piedra para el acceso de la travesía a la ribera, donde hay más desnivel. Y si no hay piedras que poner, tocará podar, segar o lo que se tercie. «Vamos a seguir mientras haya motivación», dice Jesús Ángel.

«Pedro es una bomba», afirma una orgullosa alcaldesa, que siempre está al pie del cañón con sus voluntarios. Cuando acaben el murete les ha prometido ir a comer cordero a Burgos. Se va agotando la mañana y una pareja de «vecinos fijos discontinuos» que acaba de llegar de Madrid, se muestran orgullosos de la tarea que realizan. Y ellos, sin duda, agradecen estas constantes muestras de apoyo.