La reacción del gobierno ante el "descubrimiento" de que el sistema pegasus había servido para espiar a dirigentes independentistas catalanes, causa estupor, indignación, tristeza e incluso vergüenza. Que el gobierno ponga en riesgo el trabajo y el prestigio de sus servicios de información para conseguir el apoyo de partidos que promueven la sedición, es algo inaceptable en los países democráticos, donde la defensa del Estado y de sus instituciones está por encima de cualquier otra cuestión.
Que un partido de gobierno promueva la dimisión de su ministra de Defensa, hoy por hoy el único miembro del gobierno que muestra apoyo incondicional a España, que un ministro se entreviste con la consejera de un gobierno independentista y regresa a Madrid para poner en marcha el mecanismo de reprobación del CNI; que una presidenta del Congreso fuerce sus competencias para permitir que se sienten en la comisión de secretos oficiales un partido independentista y otro que es primo hermano de una banda terrorista que acumula mil víctimas mortales, es algo que repugna a cualquier con un mínimo de sensibilidad democrática. Por no mencionar que con esa votación se permite al independentismo, que tiene relaciones turbias con Putin, información reservada que puede llegar al Kremlin. Es de esperar que tanto la ministra Robles, como la directora del CNI se guarden de dar información secreta que pueda llegar a las manos que más trabajan para perjudicar a España.
Algunos llevamos varios días alertando sobre las consecuencias de no defender a unos servicios de inteligencia que, ateniéndose a la legalidad, han cumplido con su deber de proteger a su país de aquellos partidos y movimientos que buscan destrozarlo. La alerta se ha convertido ya en preocupación máxima.
En Cataluña, el PSC se suma a la denuncia de los independentistas, mientras, en el Congreso, como si los españoles no tuvieran problemas más serios que resolver, el PSOE apoya la iniciativa de Podemos para honrar a las víctimas del esclavismo indígena que se vivió en España tras la conquista de América.
Es difícil encontrar motivos para sentirse cómodos con un gobierno que se achanta ante las exigencias de quienes con sus votos le permiten continuar en Moncloa. Aunque esos votos obliguen a un trágala que para muchos españoles es inaceptable. Por no decir indecente, palabra excesivamente dura.
Los españoles estamos ahora mismo con la angustia de una crisis energética de imprevisibles consecuencias, con el terror a que Putin active el botón nuclear que daría pasado a una guerra mundial, y con la mirada puesta en el sufrimiento de la población de Ucrania, gente como nosotros que no tienen más salida que abandonar su país para escapar de la muerte con torturas previas.
Y aquí, en esta España que empieza a ser irreconocible, los gobernantes cargándose un elemento fundamental como son los servicios de inteligencia … y aceptando el chantaje permanente de partidos que tienen como prioridad acabar con la España constitucional.