Los accidentes mortales en las carreteras no suelen obedecer a una sola causa. Detrás de ellos suele darse una serie de factores que, en conjunto, explican por qué se ha producido un siniestro con fallecidos. La velocidad, qué duda cabe, es uno de los más relevantes. De ahí que la Dirección General de Tráfico ponga el foco en los conductores que no respetan los límites. En el año 2021, último ejercicio del que hay datos, los radares de la provincia -tanto fijos como móviles- multaron a 84.759 vehículos que superaron la velocidad máxima permitida, una cifra récord. Para que se hagan una idea, en 2019, el previo a la pandemia, el número fue de 69.588, un 20% menos. Sobre 2020, año en que se llevaron a cabo menos controles por las restricciones de circulación a causa de la covid, se pusieron solo 58.000. 

Tanto en el año de la pandemia como en el propio 2021, la Jefatura Provincial de Tráfico detectó -es cierto que sin un estudio exhaustivo que lo avalara- que se había producido un aumento general de la velocidad en las carreteras burgalesas, un fenómeno que prácticamente se repitió en toda la geografía española. Y vinculó esta propensión a pisar más el acelerador al incremento de muertes en accidente de tráfico, que curiosamente subieron a 16 en 2020, cuando hubo mucho menos tráfico por las restricciones a la movilidad, y se quedaron en 12 en 2021.

Ese incremento en las sanciones por exceso de velocidad el año pasado no ha provocado un descenso de la mortalidad en las carreteras en 2022. Más bien al contrario. En lo que llevamos de año se han producido 13 muertes en accidente de circulación en la provincia burgalesa, cuatro más que el ejercicio pasado a estas alturas, y dos más que en 2019.

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